¿No es bueno votar en democracia?

Pedro Sánchez vota en el 20-D. / Twitter
Pedro Sánchez vota en el 20-D. / Twitter

La oferta in extremis de Comprimís solo fueron una serie de puntos enunciativos laxos con el propósito oculto de que Pedro Sánchez y los suyos tomaran una posición pública de cara a las elecciones generales del mes de junio.

¿No es bueno votar en democracia?

El PSOE no quiere un gobierno de izquierdas para España. Otra vez se ha retratado con la oferta in extremis de Comprimís, por cierto, nada del otro mundo, una serie de puntos enunciativos laxos con el propósito oculto de que Pedro Sánchez y los suyos tomaran una posición pública de cara a las elecciones generales del mes de junio: el PSOE dice que sí al acuerdo de última hora pero pone una condición inasumible, un ejecutivo monocolor presidido por Sánchez con algunas guindas independientes de derechas.

La jugada de Comprimís, esto es, Podemos, es inteligente. Sabía de antemano la respuesta socialista, afirmativa pero negativa a la vez para un gobierno de coalición entre sus huestes, las de Pablo Iglesias y sus confluencias más IU-Unidad Popular. El PSOE esgrime que todo es compatible con el acuerdo con Ciudadanos, pero resultaba evidente que Albert Rivera se iba a desmarcar de la propuesta de último segundo por cuestiones de matemática estadística: ahora tendrá que romper a izquierda y derecha para volver a conquistar un espacio propio que marque distancias con la corrupción del PP y el abrazo peligroso del PSOE.

Estamos ante el enésimo movimiento táctico para salvar la cara y los muebles rotos ante la opinión pública. El PSOE ha jugado todas sus cartas con un enroque de principio inalterable, el pacto con la derecha, todavía exenta de corrupción, representada por Ciudadanos. Es lo que le pedían en la sombra las elites y los poderes financieros. El resto ha sido pantomima, lo esperado, hacer guiños izquierdistas de salón sobre fondo de socialdemocracia entregada al neoliberalismo de la globalización. Dicho de otra forma, ser lo que ha venido siendo desde la transición, la muletilla de apariencia de izquierdas para que la democracia española sea homologable al resto de las occidentales.

En ese tablero descrito, el PSOE tiene su rol: servir de contraparte discursiva y estética a la derecha genuina, el papel estelar reservado al PP. El juego está muy claro, ahora con Ciudadanos como secundario de lujo para dar aire al bipartidismo según sople el viento político de la coyuntura concreta.

El temor del PSOE es quedar segundo entre las fuerzas parlamentarias de izquierda, lo que le hace dosificar sus movimientos, a veces a lo bruto y otras de manera sofisticada.

El temor del PSOE es quedar segundo entre las fuerzas parlamentarias de izquierda, lo que le hace dosificar sus movimientos, a veces a lo bruto y otras de manera sofisticada, si bien ha tenido también presiones de círculos izquierdistas que le conminaban a base de manifiestos y declaraciones interesadas a buscar un pacto urgente de mínimos con Podemos y Ciudadanos. Esas voces de artistas e intelectuales, otrora en las filas históricas del PCE o aledaños ideológicos, más palabras puntuales muy bien medidas a título personal de Toxo y Antonio Gutiérrez, secretario y ex primer mandatario de CCOO respectivamente, intentaban rebajar las expectativas de Podemos al grito de ¡no al gobierno de la derecha montaraz del PP!

Esa pinza sutil, de baja intensidad, ha tenido también bastiones o fantasmas silenciosos dentro de Podemos, la supuesta corriente afecta a Iñigo Errejón. Los movimientos no han sido muy estentóreos, pero haber los ha habido en las trastiendas de las conversaciones informales, de postre o de pasillo.

Resulta diáfano y evidente que todas las presiones han venido para escorar hacia la diestra las opciones reales de un programa de izquierdas. Desde los comicios del 20D lo que viene desmostrándose palmariamente es el bloqueo político a una alternativa coherente y plural encabezada por las izquierdas más o menos transformadoras de este país. El enamoramiento súbito ya a contracorriente del PSOE con Ciuadanos ya lo presagiaba bien a las claras. Con ello y ese acuerdo dogmático y de trinchera por la “unidad de España” de Rajoy, Sánchez y Rivera, lo que restaba era tildar de radicales, extremistas o independentistas al resto de formaciones que pudieran dar su aval a políticas contrarias al neoliberalismo y a los intereses propios de las castas patrias.

Ya veremos que da de sí la consulta electoral de junio. Ahora bien, las varitas mágicas no existen. O el PSOE cambia de actitud a través de un serio (el segundo) varapalo en las urnas o la gran coalición, de uno u otro modo, está al caer. La tercera vía es que las izquierdas dieran un paso de gigante decisivo.

Incluso si el PSOE hubiera estado de acuerdo a última hora con la propuesta de Compromís y se abriera una rendija a un gobierno en exclusiva del PSOE con añadidos tecnócratas, lo que firmara Sánchez sería papel mojado, siempre podría escudarse en el radicalismo de Podemos y compañía para saltarse lo rubricado con estos y abalanzarse, con reticencias justificativas ad hoc, a las cálidas y traicioneras manos del PP y Ciudadanos.

Lo mejor, sin duda alguna, ir a nuevas elecciones: los que se posicionan en contra con argumentos falaces de cansancio del electorado es que algo temen, quizá que las encuestas que no se publican indiquen tendencias a la baja en su potencial cosecha de sufragios. ¿No es bueno votar en democracia?

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