Ni En Marea ni Villares: El rupturismo volverá a reinventarse en Galicia

Luis Villares.
Luís Villares.

Unos y otros ya no ocultan su decepción por lo que está sucediendo en el Parlamento y plantean abiertamente la conveniencia de darle la vuelta como un calcetín a la estructura y al funcionamiento a la resquebrajada plataforma de unidad popular.

Ni En Marea ni Villares: El rupturismo volverá a reinventarse en Galicia

A estas alturas, a dos años de las próximas elecciones autonómicas, dos cosas están muy claras en el rupturismo: se descarta reeditar la actual fórmula de En Marea y Luis Villares no será en ningún caso del candidato a la presidencia de la Xunta de la nueva confluencia, si hay tal. Eso es lo que deduce de los movimientos tácticos en que andan metidos varios de los agentes que operan en ese ámbito, principalmente la Compostela Aberta de Martiño Noriega y la sucursal galaica de Podemos. Unos y otros ya no ocultan su decepción por lo que está sucediendo en el Parlamento y plantean abiertamente la conveniencia de darle la vuelta como un calcetín a la estructura y al funcionamiento a la resquebrajada plataforma de unidad popular. Hablan de "relanzar" el proyecto cuando en realidad quieren decir reformularlo.

En 2012 la Alternativa Galega de Esquerda (AGE) irrumpía con fuerza en O Hórreo. Un renacido Xosé Manuel Beiras encabezaba una plataforma que acogió a la más nutrida facción del nacionalismo que acababa de abandonar el Benegás tras el cisma de Amio, a la Esquerda Unida de Yolanda Díaz y a varios grupúsculos ecologistas, pacifistas, etc. Aún no había nacido Podemos, aunque la idea ya rondaba la cabeza de un Pablo Iglesias que como asesor de AGE experimentó en Galicia la fórmula de una organización de izquierda radical que tanto éxito eclosionaría un par de años después. Aquello acabó como el rosario de la aurora, con varios de sus diputados en el grupo mixto y la necesidad de encontrar otra manera de que aúnan a las fuerzas anticapitalistas y soberanistas gallegas y estatales.

El adelanto de unos meses en las elecciones de 2016 y la irrupción de Podemos en el mapa político obligó a la constelación antisistema a improvisar un nuevo formato, el partido instrumental, para intentar destronar a Feijóo y, de no ser posible, conseguir al menos el liderazgo de la oposición. Así, al rebufo de las mareas municipales, nacía En Marea, que se sacó de la manga un candidato sorpresa, el juez progresista y nacionalista Luís Villares. No se cumplieron, ni de lejos, las expectativas triunfales y al poco de iniciada la legislatura empezaron a evidenciarse las grietas internas de un edificio político que de compacto tenía poco. Villares nunca consiguió liderar de verdad el "partido" ni el grupo parlamentario, donde acabó perdiendo los pulsos que le plantearon sus compañeros de viajes (véase el sonado caso Quinteiro).

Es probable que a su señoría no le apetezca ni intentar recuncar. Aunque como brillante opositor no es de los que tiran fácilmente la toalla, ni se dan nunca por vencidos, el magistrado lugués debe asumir que para mantenerse como líder y cabeza de cartel de la plataforma que sustituya a En Marea tendría que dar una dura batalla con más bien escasas probabilidades de éxito, no en balde ha perdido la confianza incluso de los que en su día le "ficharon". Tampoco sería justo que tuviera que irse por la puerta de atrás. Lo suyo, porque eso sí es de justicia, sería encontrarle una salida airosa en compensación por los servicios prestados, que no le obligue a volver de inmediato a los tribunales. Eso también debe propiciarlo el interesado, empezando por asumir que ha dejado de ser útil al proyecto de los "mareantes" y haciendo la autocrítica con la que iniciar el proceso catártico al que están abocados todos los protagonistas del experimento que tan mala imagen está dando en Galicia de eso que se da en llamar nueva política. @mundiario

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