Los negacionistas del cambio climático sabían la verdad

Donald Trump. / Mundiario
Donald Trump. / Mundiario

Con Donald Trump a la cabeza, quienes niegan el cambio climático no son ignorantes; son mentirosos. Llevan décadas ocultando el problema. ¿Qué se puede hacer?

Los negacionistas del cambio climático sabían la verdad

Ya hace tiempo, nos enteramos de que las empresas tabacaleras sabían de sobra que el tabaco perjudicaba la salud, aunque lo silenciasen. Decir la verdad dañaría algo que consideraban más importante que la sanidad pública: sus cuentas de resultados.

Ahora asistimos a un escándalo similar, o incluso mayor, de la mano de las compañías petroleras y del gobierno estadounidense. Resulta que conocían desde hacía décadas que las emisiones de CO2 impactarían en el clima y que el cambio climático resultaría perjudicial para los seres humanos.

El periódico británico The Guardian, en un estudio firmado por Jonathan Watts, Alex Healey y Simon Roberts, afirmaba el pasado 9 de este mes que la industria del petróleo conoce el problema del cambio climático desde la década del 60, exactamente desde 1965. Aquel año, un informe del Comité Asesor en Ciencia del Presidente de los Estados Unidos advertía de que: “Los contaminantes han alterado a una escala global el contenido de CO2 del aire…”, y también de que “el cambio climático puede ser perjudicial para los seres humanos”.

Desde entonces, según The Guardian, cuarenta empresas encabezadas por estas siete: Saudí Aramco, Chevron, Gazprom, ExxonMobil, National Iranian Oil Co., BP y Royal Dutch Shell, han seguido emitiendo gases de efecto invernadero como si nada: 480 mil millones de toneladas en estas cinco décadas, el 35% de las emisiones mundiales totales.

Otro informe, en este caso del American Petroleum Institute, alertaba ya en aquellos años de que el tiempo se está agotando –“time is running out”-; y un memorándum interno de la Exxon reconoció en 1981 que: “Este escenario de emisiones de CO2 producirá efectos que serán catastróficos al menos para una parte substancial de la población mundial”.

Pero estas compañías, incluída la Exxon, en lugar de reconocer públicamente los hechos, pedir disculpas y cambiar la línea de negocio hacia una producción de energía que partiese de fuentes limpias y sostenibles, como la solar o la eólica, optaron por minimizar la importancia del cambio climático y sus efectos y por donar ingentes cantidades de dinero al partido republicano de Estados Unidos, como recogí en un artículo anterior.  ¿Con qué propósito? Bueno, de momento ya han conseguido que Trump, además de enviar aquel famoso tweet –“el cambio climático lo inventaron los chinos para que la industria de Estados Unidos deje de ser competitiva”-, haya anunciado la retirada de esa nación del Acuerdo de París. Recordemos que este Acuerdo, firmado por todos los países del mundo, busca, entre otras medidas, la reducción de las emisiones de combustibles fósiles -petróleo, gas y carbón- para evitar que las temperaturas suban por encima de 1.5 grados respecto a la era preindustrial, una cifra que el mundo científico sitúa como el umbral máximo a partir del cual el riesgo de que se produzcan catástrofes climáticas sería muy elevado.

¿Qué han hecho hasta ahora estas grandes petroleras, además de provocar la retirada de EE UU del Acuerdo de París y de ocultar los indeseables efectos de las emisiones de CO2? ¿Acaso están dejando de invertir gradualmente en el bombeo de petróleo? Según The Guardian, la respuesta es no. Sus planes son continuar con el “business as usual”, extrayendo más petróleo y lucrándose a costa de la ciudadanía, la cual, obviamente, necesita consumir energía para el transporte o la calefacción. Pero podría tratarse de una energía que proviniese de otras fuentes, como los paneles solares o los molinos de viento, que ya son competitivas en costes frente a las basadas en la quema de combustibles fósiles.

Así que, las grandes petroleras, no sólo conocían desde hace décadas el cambio que estaban provocando en el clima y el daño subsiguiente, sino que han tratado de ocultarlo y han conseguido que EE UU se comporte como un país irresponsable en la lucha contra la tragedia climática; y, por si fuera poco, siguen empeñadas en la actualidad en poner primero su cuenta de resultados en lugar de desinvertir en la explotación de combustibles fósiles.

¿Qué puede hacer la ciudadanía?

A las grandes compañías petroleras lobistas hay que hacerles llegar un mensaje muy claro: su negocio actual es indeseable. Sus accionistas y directivos deben sentir que la ciudadanía mundial no está dispuesta a permitirles que sigan como siempre. Una primera medida, al alcance de cualquier inversor de clase media, es exigir a “nuestros” bancos y fondos de pensiones y de inversión que dejen de financiar las operaciones de estas empresas mientras no cambien. Los “fondos éticos”, que ya no invierten en fábricas de armas, tabacaleras e industria nuclear, deben ser también “fondos sostenibles”, abandonando los activos que poseen en la industria del petróleo.

Por otro lado, tal vez haya llegado la hora de que la Corte Penal Internacional (CPI) o algún tribunal de justicia internacional creado ad hoc -como el que se constituyó para los procesos de Núremberg- juzgue los comportamientos de estas compañías y sus responsables. La CPI se creó para enjuiciar crímenes contra la humanidad, incluyendo “actos inhumanos que causen grandes sufrimientos intencionales …”. ¿Acaso el ocultamiento sobre el peligro de las emisiones de gases de efecto invernadero, que estas empresas conocían y provocan y, peor aún, su falta de propósito de enmienda, no deberían calificarse como abusos contra la humanidad?

Y, sin duda, ha llegado la hora de que la ciudadanía consciente tome decisiones en serio respecto al cambio climático, que "se moje" de una vez. En primer lugar, predicando con el ejemplo y sensibilizando a otras personas de nuestro entorno sobre la necesidad de reducir el consumo de combustibles fósiles: utilizar siempre que sea posible el transporte público -metro, bus, tren de cercanías-; el tren en lugar del avión; aislar mejor las viviendas para ahorrar calefacción, consumir más productos de cercanía y de temporada… En fin, comportamientos bien conocidos y que sólo hay que practicar para ir modificando nuestros hábitos.

Y en la vida pública, premiar con nuestros votos a los partidos más comprometidos con el medio ambiente, tanto en las elecciones generales como en las autonómicas y municipales. Todo cuenta, desde facilitar en las ciudades el transporte público y dificultar el privado hasta urgir el cumplimiento del Acuerdo de París sobre el Clima, para lo cual, gobiernos y parlamentos deben aprobar leyes y normas sobre la transición energética y, por supuesto, aplicarlas. También son esenciales las medidas supranacionales, como las que comprometen a la Unión Europea a reducir un 40% de las emisiones en su territorio para 2030, un objetivo ambicioso pero posible, que quedó recogido en el “Marco sobre clima y energía para 2030” adoptado por el Consejo Europeo en octubre de 2014.

Todavía estamos a tiempo de impedir el desastre climático. ¡Pongámonos manos a la obra de una vez por todas! @mundiario

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