¿Nazis en Suecia?

Xenofobia. / Taringa
Xenofobia. / Taringa

Tampoco Hitler avisó a los alemanes de que se proponía aniquilar a millones de judíos. Tampoco les advirtió sobre el Programa T4 por el cual miles de alemanes fueron aniquilados en los sanatorios y hospitales. Incluso bebés y niños alemanes de todas las edades fueron encerrados en los sótanos de los hospitales para morir poco a poco de sed e inanición. Era barato matar así.

La prensa en general sigue empeñada en el error de llamar xenófobos, populistas y radicales de derechas a los que todos sabemos que son sencillamente fascistas. Es un táctica equivocada, la jugada del avestruz, que para no ver la cruda realidad esconde la cabeza entre sus plumas, nunca mejor dicho. El caso de Suecia es aún más extremo, pues la fundación del partido antisistema lo realizaron los nazis. Sí, esos que son responsables de la mayor matanza de seres humanos de toda la Historia. Un partido que parece surgido de la generación espontanea, oscuro y de dudosa financiación que habría que investigar si en algo apreciamos nuestras democracias. Puede que no sea muy diferente al caso de la Liga Norte, partido fascista italiano que el pasado tres de julio fue embargado por el Tribunal Supremo italiano por robar los reembolsos electorales. Nada menos que 49 millones de euros. Ahora también son investigados por blanqueo de capitales y su líder factual, Mateo Salvini, está imputado por rapto de seres humanos. Su fundador también ha sido condenado a prisión por robo y su hijo y el tesorero... En fin, para los despistados, esto es el fascismo: robo, engaño, saqueo y violencia sobre los más débiles. Todo bajo una tenaz propaganda que azota las emociones de las masas y la imaginación de los más ignorantes, escondiendo las verdaderas intenciones depredadoras.

Pero volvamos a Suecia. El partido nazi -que ellos se atreven a llamar Partido Demócrata-, ha crecido casi un 6%, pasando de un 12% a un 17,6% en obtención de voto real. Es un éxito pírrico, muy lejos de las previsiones dadas por sus líderes, pero que supone una tendencia peligrosa y, sobre todo, inexplicable. Los suecos son un pueblo culto y con gran tradición socialdemócrata. ¿Tan fácil resulta engañarlos?

Y desde otro punto de vista más amplio: ¿y si no se trata de un engaño? ¿Puede ser que le 17,6% de los suecos deseen meter a los inmigrantes en campos de concentración y aplicarles una solución final? ¡Oiga, que no es eso lo que proponen los nazis suecos! ¿No? Tampoco Hitler avisó a los alemanes de que se proponía aniquilar a millones de judíos. Tampoco les advirtió sobre el Programa T4, o Programa Eutanasia, por el cual miles de alemanes fueron aniquilados en los sanatorios y hospitales. Incluso bebés y niños alemanes de todas las edades fueron encerrados en los sótanos de los hospitales para morir poco a poco de sed e inanición. Era barato matar así. El pecado fue nacer con una tara: ceguera, sordera, deformaciones o disfunciones mentales. ¿Alguien piensa que los propios alemanes que les votaron lo harían de saber que un día alguien se llevaría a sus pequeños hijos para darles con frialdad burocrática la muerte más cruel y monstruosa? Los nazis suecos antes que suecos son nazis y son capaces de cualquier cosa para hacerse con el poder. Parece que esto de los fascistas es cosa de un juego de rol. Ojalá, pero me temo que lo que está en juego, si así lo queremos llamar, no solo es la democracia sino la vida y su valor intrínseco.

Uno se pregunta cómo las personas, ya no digo la Humanidad de forma abstracta sino  individuos concretos con nombre y apellidos concretos, pueden ser tan estúpidas para creerse las mentiras y las manipulaciones de la ultraderecha y caer en la misma trampa criminal que costó la vida a sesenta millones de personas. La contestación desemboca en otra pregunta: se lo creen porque necesitan creer tales montajes y reafirmar sus prejuicios y su identidad. Ya, ¿pero por qué sienten esta necesidad? No encuentro ninguna respuesta que me satisfaga plenamente. La única es que el propio capitalismo, -que nos sitúa en el materialismo y el solipsismo del consumidor ostentoso, en la inmediatez idiotizante de la tecnología y la precariedad moral de un relativismo que solo tiene como referente el dinero, en un mundo donde las exigencias del propio sistema necesitan y aseguran la destrucción de las clases medias-, nos empuja a la irreflexión y la simplificación del etiquetado antropológico, el miedo, el prejuicio y la ferocidad contra el diferente como única vía de escape del dolor existencial. La violencia del sistema es cruel con la persona, porque ya no le importan las personas. Solo durante las breves décadas que el capitalismo consintió el Welfare State.

Nos han convertido en bestias. Bestias estúpidas que sirvieran al mercado y con esa servidumbre nos hicieron débiles y sobre todo evidentes. Una gran oportunidad: los nazis de hoy en día han aprendido mucho más sobre los resortes psicológicos y sociales que deben tocar para retorcer nuestras almas y volvernos miserables y cobardes como ellos. El miedo y la mentira son sus artes escénicas, las reales son la violencia, el asesinato y el holocausto. Estas artes solo las mostrarán cuando su poder sea una realidad. Ganan terreno y ya están en otra fase, ya se les ve por la calle, increpan a las personas y adoctrinan e intoxican en las redes. Hace tan solo diez años, ¿quién hablaría de una amenza nazi nada más y nada menos que en Suecia?

Europa se desliza lentamente hacia una nueva noche de los cristales rotos. El progromo es un clásico europeo. Solo falta que algún imbécil o asesino, quizá las dos cosas, prenda la llama de la primera antorcha. Aún nos lamemos las heridas de las matanzas de la Segunda Guerra Mundial, y, mucho más cerca, la brutalidad del exterminio acometido en Bosnia. Esto fue ayer por la tarde. Las víctimas aún se pudren en las fosas comunes.

Europa tiene un problema, Hungría, Polonia, Austria, Checoslovaquia, Italia y Suecia tienen un problema. Por supuesto en España sufrimos el mismo. El día 12 el Parlamento Europeo votó para condenar al fascista Viktor Orbán y aplicarle a Hungría el Artículo 7 del Tratado por sus continuas violaciones del sistema democrático, pero ninguno de los diputados del Partido Popular español apoyaron las sanciones. La gravedad de la noticia es enorme. El PP no ha condenado los desmanes del fascista Orbán. Dicen que no quieren que la Unión Europea se convierta en un tribunal de justicia. Vaya, ¿ni para sancionar y protegernos de los fascistas? ¿Pero si los propios conservadores apoyaron las sanciones? Debe de ser que aparte de conservadores son demócratas... Hay para todos. Y no hablemos de VOX y la contratación del inefable Steve Bannon, siniestro estratega de Trump, que asegura estar en Europa para acabar con los valores democráticos e ilustrados.

En fin, tenemos muchos motivos para preocuparnos y actuar, porque aún es tiempo de reaccionar. Y no perdamos la esperanza, pues Europa votó para iniciar el expediente punitivo a Orbán. Esto debe animarnos a continuar luchando sin descanso en una guerra que aún es incruenta. Aún. @mundiario

 

 

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