Nadie hablará de ciencia cuando hayamos votado

Una urna electoral. / RR SS.
Especial elecciones.

Los tiempos de la ciencia transcurren al margen de los ciclos políticos, particularmente de las legislaturas. Por eso los políticos casi nunca hablan de ciencia, a menos que un repentino titular de prensa los sacuda de su letargo partidista.

Nadie hablará de ciencia cuando hayamos votado

Se acabó lo que se daba (en honor a la verdad, lo que se prestaba). La campaña electoral toca a su fin, y con ella la marea de promesas de la que han hecho gala los representantes de todos los partidos políticos. Las turbias aguas electorales vuelven a bajar, nos dan un respiro y todo parece regresar a su sitio, aunque la cruda realidad para los votantes más escépticos plantee un horizonte que no ofrece más razones para el optimismo que algunos gestos de buena voluntad, sin el más mínimo atisbo de cambio real. Concluye así otra campaña electoral en nuestra joven historia democrática, que no viene sino a evidenciar nuevamente la descomunal operación de mercadotecnia que acompaña al sortilegio con el que periódicamente tratan de persuadirnos.

Los partidos saben bien lo que se juegan y por ello han hablado mucho, de muchas cosas: economía, fiscalidad, empleo, educación, sanidad, igualdad de género… y por supuesto, mucho más aún de conflictos territoriales, seguridad e inmigración, sin olvidar la ya tradicional exacerbación del sentimiento patriótico (en este caso genuinamente español, como cabría esperar de unas elecciones generales). Algunas de las cuestiones planteadas con profusión desde la precampaña son viejas conocidas de la sociedad española: todo el mundo espera de nuestros políticos un posicionamiento ideológico en materia de educación, sanidad, recaudación de impuestos o política inmigratoria. Nos preocupan la estabilidad y el progreso, y por descontado la protección de nuestro estado de bienestar (al menos si tenemos en cuenta en esa valoración a una gran mayoría de votantes). Sin embargo, no siempre mostramos el mismo grado de sensibilidad ante las necesidades de lo público, particularmente en aquellas áreas que constituyen los pilares del sistema y garantizan su sostenibilidad. Y de entre todas ellas poco, muy poco, casi nada, se ha hablado en esta campaña de una de las cuestiones más determinantes para el futuro de cualquier país: la política científica a medio y largo plazo.

La ciencia no tiene charme ante los políticos porque apenas les permite arañar un puñado de votos. A pesar de la creciente demanda social de contenidos de ciencia, y la buena prensa de la que por lo general disfruta este colectivo ante el grueso de la población, reconozcámoslo: en términos absolutos, los científicos “son pocos”, y sus resultados tardan en proporcionar rentabilidad electoral. Legislar en favor del conocimiento científico y la profesionalización del sector solo daría resultados en el largo plazo; ¿qué político estaría dispuesto a sacrificar su visión cortoplacista (eufemismo de electoralista) en favor del interés común? Sería necesaria una altura de miras de la que, desgraciadamente, no goza ninguno de los candidatos actuales, ni probablemente tampoco los anteriores. Supondría renunciar a “estar en la foto” cuando, quizá 15 o 20 años más tarde, otros recojan los frutos de su determinación.

Los tiempos de la ciencia transcurren al margen de los ciclos políticos, particularmente de las legislaturas. Por eso los políticos casi nunca hablan de ciencia, a menos que un repentino titular de prensa los sacuda de su letargo partidista y, en un arrebato de lucidez, acierten a identificar una oportunidad donde antes solo veían una estructura discreta, sin el glamour de los focos ni el interés de los medios.

Probablemente solo un Pacto de Estado con vocación de futuro, capaz de poner de acuerdo a todos los partidos políticos con un objetivo claramente definido en defensa del bien común, podría invertir la tendencia actual. Entretanto, afortunadamente, la vida sigue para la ciencia en España. Rubén Nogueiras y Miguel López son solo dos ejemplos del día a día de un investigador español de primer nivel, pero sus palabras podrían ser las de muchos otros.

Por suerte, aunque los políticos no hablen de ciencia, los científicos nunca dejarán de hacerlo. Quizá nos iría mejor si prestásemos más atención a lo que tienen que decir, y menos a las promesas electorales que casi nunca se cumplen. @mundiario @Dunkerque42

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