El mundo ha pasado de 74 estados al final de la II Guerra Mundial a cerca de 200

Mapamundi.
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Países desarrollados como Estados Unidos, Alemania, Suiza, Australia o Canadá son federales y funcionan bien. ¿Son un modelo para España e incluso para la futura Unión Europea? España ya es cuasifederal, pero el federalismo sigue teniendo mala prensa.

El mundo ha pasado de 74 estados al final de la II Guerra Mundial a cerca de 200

El debate territorial español da mucho de sí, dentro y fuera de España. A menudo se cuestiona la creación de nuevos estados por su tamaño pero no es un buen argumento. Guillermo de la Dehesa, autor del libro Globalización, desigualdad y pobreza, pone datos sobre la mesa en uno de sus obras más seguidas: el mundo ha pasado de 74 estados al final de la II Guerra Mundial a cerca de 200, es decir, en un período de claro avance de la globalización, como el comprendido entre 1946 y la actualidad.

Al menos a juzgar por lo que sucede en países muy desarrollados, podría resultar más seductora la apelación al federalismo como solución a las ansias secesionistas. Países desarrollados como EE UU, Alemania, Suiza, Australia o Canadá son federales y funcionan bien. ¿Son un modelo para España e incluso para la futura Unión Europea? España ya es cuasifederal, pero el federalismo sigue teniendo mala prensa. No convence a los jacobinos y recentralizadores y no seduce a los independentistas y nacionalistas.

En el siglo V, San Patricio le explicaba a los irlandeses el misterio de la Santa Trinidad utilizando un trébol. Les mostraba sus tres hojas independientes (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que formaban un todo (un solo Dios). Ese mismo principio, el de varias unidades autónomas que, sin embargo, forman un todo entre sí, les ha servido a los teóricos federalistas para formular su modelo de Estado. Si, finalmente, triunfan tréboles en la partida por la reorganización territorial de España, ¿hacia quién miramos? Sin duda, el as de tréboles en el mundo es Estados Unidos.

Los padres de la Constitución norteamericana de 1787 rechazaron tanto el modelo de gobierno confederal, que se quedó obsoleto tras su lucha conjunta por la independencia contra la metrópolis londinense, como el unitario que imperaba en los modelos europeos con los que acababan de romper. En su lugar idearon un novedoso sistema: el federalismo. 

En el sistema federal norteamericano, el pueblo conserva su soberanía básica y delega ciertos poderes al Gobierno nacional, al tiempo que reserva otros poderes a los Estados

En una confederación, los Estados miembros constituyen la unión. Los Estados siguen siendo soberanos y los habitantes pertenecen a ellos, no al gobierno nacional. Por otro lado, en un sistema unitario, el gobierno nacional es soberano, y los Estados, si es que existen, son meramente brazos administrativos del gobierno central. En el sistema federal norteamericano, el pueblo conserva su soberanía básica y delega ciertos poderes al Gobierno nacional, al tiempo que reserva otros poderes a los Estados. Sus habitantes son ciudadanos tanto a efectos del gobierno general como de sus respectivos Estados. La mayoría de las cuestiones de política interna quedaron para ser resueltas por los Estados conforme a sus propias historias, necesidades y culturas.

En contra de lo que parece, la historia norteamericana no está precisamente exenta de conflictos constitucionales y políticos acerca de la naturaleza del federalismo: el más importante, resuelto con la victoria del Norte en la Guerra Civil y la inclusión de varias enmiendas constitucionales que definieron la ciudadanía nacional, limitaron el poder de los Estados en las áreas de los derechos y las libertades civiles y, en general, establecieron la supremacía de la Constitución y las leyes nacionales sobre las de cada territorio.

Los estadounidenses se replantearon su modelo a lo largo del siglo XX para superar un sistema de federalismo doble en el que Washington y los Estados tenían separadas sus responsabilidades

Los ciudadanos estadounidenses tuvieron que replantearse su modelo a lo largo del siglo XX para superar su federalismo doble, un sistema en el que el Gobierno de Washington y los Estados tenían responsabilidades totalmente separadas, de manera que la política exterior y la defensa nacional incumbían solamente al Gobierno federal, mientras que las cuestiones de educación y derecho familiar eran exclusivamente responsabilidad de los Estados. Nació así lo que se denominó el federalismo cooperativo, un sistema en el que la Casa Blanca y los Estados pueden cooperar al objeto de abordar una amplia gama de problemas económicos y sociales, a menudo engrasados por subvenciones federales, una fórmula con la que Washington utiliza sus recursos financieros mayores y les da a los Estados dinero para que persigan metas mutuamente acordadas.

El modelo de federalismo cooperativo ha trascendido las fronteras estadounidenses y se emplea también, con sus matices particulares, en países muy desarrollados como Alemania, Suiza, Australia o Canadá. 

España, cuasifederal, está mordiéndose la cola y la UE –llamada a ser federal– anda en busca de los padres de la patria. Nadie murió por la bandera de Europa. @J_L_Gomez

Los Estados se debilitaron en EE UU por su creciente dependencia de las subvenciones de Washington

El sistema de subvenciones en las últimas décadas en EE UU comenzó a presentar problemas cuando trascendió el ámbito estatal y se llegaron a financiar directamente proyectos de carácter más local, lo cual creó problemas competenciales y extendió la influencia del Gobierno federal en la sociedad. Washington ha experimentado en las últimas décadas una considerable expansión basada en el ejercicio de su poder para exigir impuestos y realizar gastos que promuevan el bienestar general.

La posición de los Estados en EE UU se ha debilitado por su creciente dependencia de las subvenciones otorgadas por Washington. Esta crisis ha llevado a planteamientos teóricos sobre la conveniencia de continuar con esta tendencia centralista hasta terminar convirtiendo la federación en un Estado unitario, o, en circunstancias menos drásticas, a la conveniencia de reorganizar el territorio en regiones o áreas más fácilmente gobernables. Pero nadie pone en duda que el federalismo continuará en EE UU.

––––PROTAGONISTAS–––––

> Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo.- ¿Es el estadounidense un modelo válido para otras naciones? ¿Serviría para organizaciones nacientes como la Unión Europea? La respuesta no es fácil, pero tal y como se ha planteado el proceso europeo, éste se parece poco o nada al de EE UU.

> Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea.- En la UE, cada Estado miembro tiene más de 18 millones de habitantes de media. En esta dimensión, los gobiernos comienzan a mostrarse ineficaces en la gestión, un inconveniente que se hace aún mayor al situarlo en la perspectiva de una Europa unida. 

> Angela Merkel, canciller de Alemania.- El federalismo alemán, a semejanza del sistema que rige en los Estados Unidos o en Suiza, combina la unidad hacia afuera con la multiplicidad hacia adentro. Los länder poseen amplias competencias pero también aplican el principio de solidaridad. @mundiario

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