Muchas elecciones y pocas autocríticas

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. / Mundiario
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. / Mundiario
Es sabido que en la política realmente vigente domina la obsesión por lo inmediato y la desconsideración por el medio plazo.
Muchas elecciones y pocas autocríticas

Después de la celebración de unas elecciones, los partidos políticos -actores principales de esas citas y cuya legitimación deriva de su función de vehiculizar las distintas ideas existentes en el seno del cuerpo social- deberían proceder a un análisis público de los aciertos y de los errores cometidos en su trayectoria previa. La realidad, sin embargo, demuestra que no se cumple esta premisa. En la gran mayoría de los casos, se formulan explicaciones que atribuyen los resultados de las urnas, prioritariamente, a factores exteriores (clima mediático dominante, maniobras agresivas de los partidos competidores y/o de grupos de presión económicos...) y que sitúan las deficiencias o errores propios en un plano secundario o subordinado.

Lo sucedido después de los comicios del pasado 10 de noviembre confirma esa tendencia. La fuerza política que pagó un mayor coste por su estrategia política anterior -Ciudadanos- aún tiene pendiente una reflexión autocrítica que vaya más allá de la retirada de su líder Albert Rivera. El argumentario utilizado por Inés Arrimadas en el proceso de investidura de Pedro Sánchez no permite pensar en el cuestionamiento de la línea anterior: en vez de considerar inapropiada la disputa por la hegemonía de la derecha con PP y Vox, la portavoz actual de C’ s siguió practicando la máxima  beligerancia con el PSOE -y sus alianzas con  UP y ERC-, huyendo de cualquier perspectiva de moderación centrista.

El Partido Socialista y Unidas Podemos recibieron un castigo significativo, de diferente dimensión, por la repetición electoral. Tampoco, en estos casos, existieron análisis que hubieran permitido establecer los errores cometidos por cada uno. La urgencia con la que se llegó a un principio de acuerdo sobre la conformación de un gobierno de coalición entre ambas formaciones desplazó el foco del inmediato pasado y abrió una lógica dinámica de confrontación con la derecha política y mediática que sirvió para blindar la cooperación política que comenzaba a caminar.

Aunque mejoró su posición respecto del mes de Abril, el PP no fue capaz de conseguir las expectativas que manejaba en las semanas anteriores al 10- N. Pablo Casado renunció a cualquier revisión de la estrategia de acercamiento a una parte relevante de los planteamientos de  Vox y, por tanto, no le dio carta de naturaleza a las posición más moderadas defendidas por algunos de los barones territoriales de su partido.

En el año 2019 tuvimos ocasión de vivir 5 citas electorales (2 generales, europeas, autonómicas y locales) con resultados variados y, en algunos casos, sorprendentes. Existieron, por tanto, muchas oportunidades para extraer conclusiones de las experiencias protagonizadas por las organizaciones políticas, socializando -entre la afiliación y los votantes- los éxitos y los fracasos. Una búsqueda detallada de lo efectivamente sucedido revelaría que solo en algunos casos -minoritarios respecto del total registrado- existió una voluntad contrastada de aprovechar el aprendizaje para corregir las trayectorias futuras.

Es sabido que en la política realmente vigente domina la obsesión por lo inmediato y la desconsideración por el medio plazo. Que las fuerzas de la derecha utilicen esta lógica encaja perfectamente con la filosofía que practican habitualmente. En el caso de los grupos que defienden cambios en el orden social, semejante actitud no se compadece con sus pretensiones transformadoras. Es, más bien, una muestra de un conservadurismo preocupante. @mundiario

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