La moción de censura, no está ni se le espera

Santiago Abascal y Pablo Casado. / RR SS
Santiago Abascal y Pablo Casado. / RR SS
A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, promover una moción de censura sería una forma concreta de practicar la oposición constructiva que se predica teóricamente.
La moción de censura, no está ni se le espera

Hay bastante coincidencia a la hora de fijar la crispación como la principal característica dominante en la política española de estos meses. Las divergencias comienzan cuando se trata de establecer las causalidades, las responsabilidades de los distintos actores y las perspectivas temporales de la misma.

Conviene recordar que el Gobierno de coalición formado a partir de los resultados electorales de noviembre de 2019 no contó con los tradicionales 100 días de “gracia” vigentes –una norma no escrita– en los sistemas democráticos europeos. Al contrario: desde el momento mismo de la investidura de Pedro Sánchez, Vox calificó explícitamente de “ilegítimo” el ejecutivo conformado a partir de la correspondiente mayoría parlamentaria mientras que el PP de Pablo Casado daba verosimilitud a tal conclusión a través de formulaciones más ambiguas o implícitas.

La aparición de la pandemia del coronavirus atemperó, en los primeros días, la dureza exhibida por esos partidos en las semanas anteriores. Pero la tregua duró poco a pesar de la singularidad extraordinaria de este tiempo histórico. PP y Vox iniciaron una escalada de agresividad verbal que todavía continúa y que permite pensar que los acuerdos transversales para enfrentar las graves consecuencias de la crisis sanitaria no figuran en el catálogo de prioridades de su agenda política.

En los sistemas parlamentarios hay fórmulas para encauzar la crítica y el control de los gobiernos. Y para postular alternativas por parte de la oposición. En el caso español se contempla la figura de la moción de censura como instrumento de mayor relevancia para visualizar el cuestionamiento total del poder ejecutivo y la existencia de una propuesta de gobernanza diferente. Repasando la historia parlamentaria de las últimas décadas encontramos diversos ejemplos de la aplicación de esta iniciativa: la que presentó Antonio Hernández Mancha –máximo dirigente entonces de Alianza Popular– contra un gobierno –el de Felipe González– que ostentaba la mayoría absoluta del Congreso; la promovida por Pedro Sánchez hace ahora dos años y que posibilitó la derrota del ejecutivo de Mariano Rajoy y otras mociones como las presentadas por el PSdG - PSOE y BNG en el año 2002 (después de la catástrofe provocada por el hundimiento del Prestige) que no prosperaron por la clara mayoría de la que disponía Manuel Fraga en la Cámara gallega.

En coherencia con la fuerte beligerancia que está exhibiendo Pablo Casado en las últimas semanas debería anunciar solemnemente la presentación de una moción de censura para el momento en el que dejara de estar vigente el estado de alarma. Permitiría conocer el alcance y las características de su opción gubernamental al tiempo que serviría para comprobar las luces y sombras de las fuerzas políticas que toman asiento en los escaños del poder legislativo.

No parece que los actuales dirigentes del PP tengan intención tomar semejante iniciativa. No quieren que se constate su situación de aislamiento parlamentario y prefieren elegir el camino de la confrontación total y continuada –en connivencia, deliberada o involuntaria, con Vox– que pueda conducir a un desgaste insoportable de la coalición gobernante y a unas elecciones rápidas en las que se ofrezcan como la solución al supuesto caos reinante.

A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, promover una moción de censura sería una forma concreta de practicar la oposición constructiva que se predica teóricamente. Lo que se ve ahora es algo bien conocido en la reciente historia parlamentaria española: una programada estrategia destructiva. @mundiario

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