El miedo a perder y a dejar el poder hacen de Maduro un gobernante despótico

Nicolás Maduro. / diosdadocabello.psuv.org
Nicolás Maduro. / diosdadocabello.psuv.org

El actual gobierno venezolano cruzó la línea que diferencia utilizar el populismo como estrategia de gobierno, y hacer que la mayoría de la gente perciba como verdadero algo que no lo es.

El miedo a perder y a dejar el poder hacen de Maduro un gobernante despótico

La conocida frase: “En política no interesa la verdad; lo que cuenta es lo que la gente percibe como verdad”, atribuida a Henry Kissinger, refleja con toda crudeza, la realidad política de países como Venezuela en las dos últimas décadas.

Desde que Chávez llegó al poder en el año 1999,  incluso pudiéramos irnos hacia atrás y abarcar el año 1998 cuando estaba iniciando su campaña electoral, hasta ahora, tanto él como Maduro han venido jugando con la verdad y con la mentira como si se tratase de lo mismo. Ya se sabe desde hace siglos, y los primeros en la historia en aprenderlo fueron los gobernantes, que manipular y engañar a las masas es fundamental para obtener el poder o mantenerse en él por largo tiempo.

Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre utilizar el populismo, como estrategia de gobierno, y hacer que la mayoría de la gente perciba como verdadero algo que no lo es. Así por ejemplo, cuando un candidato a gobernante o un presidente, ya electo, asegura  que acabará con la pobreza durante su mandato,  o que se construirán en ese tiempo, un millón de viviendas dignas para los sectores populares, para luego no cumplir con nada de ello, o lo que es peor, que la pobreza aumente, o las casas construidas sean pocas o no tengan ni siquiera lo más básico para habitarlas, como puertas, pisos, etc., se materializa una acto demagógico, de promesas incumplidas.

Pero cuando ese mismo gobierno le echa la culpa de lo ocurrido, es decir, que no haya viviendas, alimentos, medicamentos y una inflación galopante, a la derecha, a la burguesía, a la empresa privada y a los partidos políticos de la oposición, que mantienen una guerra económica contra el pueblo, se pasa de la demagogia a la mentira, utilizando mecanismos de propaganda y penetración psicológica que pretenden darle  al pueblo una percepción de realidad, diferente de la que se quiere ocultar.

Manipular y engañar a las masas es fundamental para obtener el poder o mantenerse en él por largo tiempo. Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre utilizar el populismo como estrategia de gobierno, y hacer que la mayoría de la gente perciba como verdadero algo que no lo es.

Mientras que Chávez se valía de su innegable poder de persuasión colectiva con el pueblo, para hacerlo. Maduro, desde que suplantó a Chávez en el poder, ha tenido que utilizar la memoria de aquel  a falta de carisma y al poder electoral, así como al judicial, para darle apariencia de legalidad a lo que no lo tenía; incluida la posibilidad de ser candidato a la presidencia ejerciendo funciones usurpadas de Jefe de Estado.

No obstante, ha habido dos realidades en la cuales el gobierno de Maduro no ha podido influir para que fuesen percibidas de manera diferente por la gente. Una, la crisis alimentaria y de salud que viven los venezolanos y que afecta mayormente a las clases baja y media; crisis social o humanitaria, que aun cuando el gobierno se empeña en negar sin mayores argumentos, reconoce, por otro lado, al estar gobernando en todo lo que va de año, con un Decreto de Emergencia Económica que, se requiere aclarar, persigue otros propósitos muy distintos a los de solucionar la escasez de artículos de primera necesidad y medicinas. La otra realidad con la que el régimen no ha podido es con la del Revocatorio.

En efecto, si el gobierno se ha venido jactando de ser muy democrático, gracias al número de comicios que ha efectuado, ¿por qué entonces se opone a realizar un Referéndum, que por otra parte, Chávez enfrentó en su momento sin muchas objeciones?  La pregunta está en la calle y solo tiene una respuesta: miedo a perder y a  dejar el poder. La realidad que se percibe, por ende, es la auténtica, y la consecuencia inmediata es la lógica: este gobierno no es democrático y todo lo que está haciendo a través de los tribunales y el Consejo Nacional Electoral es fraudulento, no convence a nadie y demuestra, por el  contrario, su ilegalidad.

Utilizar una vez más los jueces, sean penales, electorales o constitucionales, con argumentos marrulleros como falsificación de firmas, para tratar de retrasar o suspender el ejercicio de un derecho que el pueblo conoce perfectamente porque ya lo ejerció una vez, es una torpeza política  que debe tener graves consecuencias para el gobierno, pues no va a pasar desapercibida para la opinión pública internacional pendiente como está del Referéndum Revocatorio. Han sido excesivas y cínicas, las excusas del régimen  para impedirlo.

Ya no se trata de cómo se puede percibir  la realidad del Revocatorio, pues el asunto está demasiado claro para la gran mayoría de los venezolanos y el mundo exterior. Se trata más bien, de cómo se percibe la otra realidad, la que muestra al gobierno de Maduro como lo que es: despótico, falso y no democrático. Todo lo opuesto de lo que pretende aparentar; sobre eso, tampoco hay confusión alguna.

@xlmlf

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