Memoria histórica: cuando recordar no es odiar

Memoria. / RR SS.
Memoria. / RR SS.

La persona de la que hablo, a la que llamaré F, estuvo presente durante largos años en mi vida en los que jamás sospeché que la suya estuviese tan profundamente marcada por la ausencia de su padre

Memoria histórica: cuando recordar no es odiar

Yo, que como Francisco Vázquez, exalcalde de A Coruña y exembajador ante la Santa Sede, pienso que “la llamada memoria histórica rompe con lo más importante de la transición” y que “todos fuimos y a la vez víctimas y verdugos”; yo, que como escribió con amargura Chaves Nogales, “he contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros”, cuando leo y escucho el larvado revanchismo que late con fuerza en individuos cuya catadura moral es susceptible de ponerse en cuestión, solo encuentro esperanza en el recuerdo de una persona buena, honesta y cabal, cuyo ejemplo debería ser conocido -y reconocido- por aquellos que se dejan manipular por los tambores llamando a la venganza. Una persona cuya memoria despreció el odio, a pesar de tener motivos sobrados para ejercerlo.

La persona de la que hablo, a la que llamaré F, estuvo presente durante largos años en mi vida en los que jamás sospeché que la suya estuviese tan profundamente marcada por la ausencia de su padre. Como tantos otros niños de su generación perdió a su padre, teniente coronel adscrito al Ministerio de la Guerra, en la guerra civil, asesinado de un tiro en la cabeza. Como buen militar su determinación le llevó a cavar su tumba. F tenía 10 años y tuvo que tragar toda su vida con la presión de no tener padre en una posguerra dura y cruel de privaciones y hambre, agravada por la soledad de una viuda que nunca terminó de aceptar su desgracia.

Cuando F quiso ser militar tuvo que padecer el chantaje emocional de su madre para que desistiese. Al final cambió la milicia por la ingeniería y se esforzó en seguir siendo un buen hijo y un padre cabal, guardián estricto de su propia familia. Nunca comentó con nadie un pesar que llevó en silencio durante más de cinco décadas y cuando se jubiló pasó 2 años intentando conocer lo que ocurrió con su padre. Buceó en archivos y se entrevistó con aquellas personas que fueron testigos de ese tiempo y aún seguían con vida. Llegó tan lejos en su investigación que reprodujo con gran exactitud cómo fueron sus últimos meses de vida… Y aún más. Conoció el nombre del asesino de su padre, supo que estaba vivo y cuál era su dirección. Cuando me contó esta asombrosa historia sólo conseguí preguntar con timidez:

- ¿Fuiste a verlo?

F me miró con la mirada limpia y  en paz. Aguardó un instante, respiró y me dijo:

- ¿Para qué? ¿Qué le iba a decir? ¿Tú mataste a mi padre? Las cosas ocurrieron y no se gana nada removiéndolas.

Allí terminó su investigación. Jamás volvió a hablar del tema. Simplemente cerró la carpeta y la guardó en un cajón con otros documentos que consideraba importantes. Para no olvidarse nunca. Para no recuperarla más. @mundiario

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