Memoria del 23-F en algunas guarniciones: soldados de paseo, pero motores en marcha

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El general Gutiérrez Mellado quiso evitar otra guerra.

Poco después de aquel episodio entrevisté al teniente general Gutiérrez Mellado. Un hombre menudo, casi anciano, tratando de reducir al golpista Tejero. Le pregunté qué pensaba en aquel momento y me dijo: "Que por nada del mundo vuelva a haber otra guerra civil en España".

Memoria del 23-F en algunas guarniciones: soldados de paseo, pero motores en marcha

En aquella tarde del 23 F de 1981, una de las medidas para conocer el eco que el intento de golpe de Estado podía tener en Galicia era averiguar la situación de las diversas guarniciones. A mí me tocó como periodista esta misión. Yo era entonces redactor de Faro de Vigo. La cosa parecía bastante clara, en casi todas partes los soldados francos de servicio salieran de paseo, salvo los retenes habituales, con alguna excepciones, como la de la ETEA (Escuela de Transmisiones y Electrónica de la Armada) en Vigo.

Hice por tanto diversas llamadas con éxito distinto. En Ourense me atendió personalmente, con toda cordialidad, el entonces coronel del Regimiento de Infantería 'Zamora 8', José Camiña Rivas, a quien yo conocía desde sus tiempos de capitán de la COE 81. Como mi destino había sido la secretaría del coronel durante mi servicio militar en San Francisco, lo había tratado con frecuencia, cada vez que se presentaba a visitar a su superior. El coronel Camiña me confirmó que la tropa libre de servicio, como cualquier tarde normal, había salido de paseo, y que en el cuartel solamente quedaban la guardia, los servicios y el retén contra incendios. Era cierto.

Es evidente que ésta y otras unidades de la entonces Brigada Operativa del Territorio (Bridot VIII) no se había alertado para cualquier contingencia y la jornada discurría con su ordinaria monotonía.

Años después averigüé otros detalles. Al poco de que en octubre de 1987 fuera disuelto el Regimiento de Infantería Zamora 8 'El Fiel', me trasladé al viejo caserón de San Francisco con intención de recoger algún recuerdo, ya que me avisaron de que estaba siendo desmantelado. Me encontré con que el encargado del cierre era un oficial amigo, a quien yo conociera tiempos atrás de sargento, que atendió mi deseo y me permitió recoger diversos objetos que -¡asómbrense!- tenía orden de destruir o quemar: la última bandera que ondeara en el mástil de la fachada, ya con el nuevo escudo; las antiguas enseñas de endrizar, entre ellas la de los días de fiesta (que hace poco, por cierto, devolví solemnemente al Batallón Zamora de la Brilat), cientos de fotos y otros papeles y libros.

Entre los documentos que rescaté de la quema se encontraba uno especialmente interesante de la Escuela Superior del Ejército, titulado 'Orientaciones provisionales para el empleo táctico de la Brigada de Infantería D.O.T.'. Allí se relataba con todo detalle qué hacer en una situación como el 23-F. Eran las órdenes de despliegue ante una perturbación del orden público, la subversión social o 'que el poder civil dé muestras de debilidad o desidia'.

Era cierto, pues, que en Ourense la tropa salió aquella tarde de paseo. Pero también que se tomaron algunas medidas ante la necesidad de un eventual despliegue si fuera necesario. Y no me estoy refiriendo a otra cosa, quiero suponer, que defender el orden constitucional, como mandó el Rey. ¿Cómo reunir a la tropa? Yo tenía experiencia en eso. Durante mi servicio militar, me tocó estar de semana varias veces en los ensayos que entonces se hacían de 'generala'. Como gran parte de la tropa pernoctaba fuera del cuartel, existía un eficaz sistema de avisos para que todo el mundo se presentara en su compañía, de suerte que en menos de una hora, el batallón estaba listo, municionado y en orden de marcha. Eso no era problema. Entre las medidas previsoras que aquella tarde se tomaron en Ourense, dentro de la normalidad, destacó la orden de que todos los vehículos del Regimiento, que contaba con 800 hombres y era una unidad 'motorizable', estuvieran repostados de carburante y en orden de marcha, por si fuera necesario. De todos modos, aquella flota de supervivientes de la guerra de Corea, fruto de la ayuda americana, apenas habría llegado A Coruña sin repostar.

Lo cierto es que aquella tarde, los soldados de Galicia, y en concreto los de Ourense, estuvieron con la Constitución y de paseo, que es como deben estar los soldados cada tarde, todas las tardes, de todos los días.

Lo que pensaba Gutiérrez Mellado

Poco después de aquel episodio entrevisté al teniente general Gutiérrez Mellado. Todos vimos como aquel hombre menudo, casi anciano, a pecho descubierto como trató de reducir al golpista Tejero, quien en vano, incluida una zancadilla, intentó derribarlo sin éxito. La pregunté al que fuera vicepresidente para Asuntos de la Defensa en qué pensaba en aquel momento y me dijo: "Que por nada del mundo vuelva a haber otra guerra civil en España".

 

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