El problema catalán no es un problema de orden público
El problema catalán es un problema político y, como tal, requiere de soluciones políticas. Diálogo sí, pero estructurado como mediación europea y orientado a acuerdos constitucionales y estatutarios.
Desde entonces el independentismo creció de menos del 15% hasta cerca del 47-48%. Docenas de pacíficas manifestaciones (desde luego hasta el 14 de octubre último; lo que pasó después requería de otro análisis) con cientos de millares de personas en la calle y claras mayorías absolutas soberanistas en los Parlaments elegidos en el fin de 2012, septiembre de 2015 y diciembre de 2017. Encuestas que muestran un 70% de la ciudadanía catalana a favor de poder decidir su futuro y dos consultas ciudadanas (9- N 2014 y 1-O 2017) que, a pesar de sus evidentes carencias en cuanto a la correcta contabilización de la voluntad popular, sí mostraron la existencia de un importantísimo sector ciudadana que quiere la independencia.
Está claro, entonces, que lo de Catalunya no es un problema de políticos que engañan a ingenuos ciudadanos ni un problema de orden pública, sino un problema político que solo se arregla a medio de soluciones políticas.
Cualquier demócrata de cualquier parte del mundo aconsejaría escuchar a la ciudadanía catalana, como en los dos referéndums sobre la independencia de Quebec respecto de Canadá o el celebrado en Escocia en septiembre de 2014. Por cierto, los tres con resultado negativo a la secesión y decididos de común acuerdo entre sus respectivos Gobiernos estatal y territorial a pesar de la falta de bases constitucionales que permitieran convocar su respectivo referéndum de independencia, suplidos por la doctrina del TC canadiense y por el acuerdo entre los Gobiernos británico y escocés.
Los problemas políticos no se arreglan con la Guardia Civil. Se arreglan con diálogo. Dialogamos con los otros, con nosotros mismos solo monologamos o-peor aún-, hablamos solos. El diálogo, para ser efectivo, no habría ser limitado por rígidos límites legales . Por el contrario, habría de star garantizado por mediadores pertenecientes a nuestro espacio político (la Unión Europea). Personas neutrales, de gran prestigio europeo e internacional que puedan ir construyendo pilares sólidos para los necesarios acuerdos políticos, que de seguro requerirán mutaciones constitucionales y estatutarias y futuros referéndums.
Por tanto, no hay más solución que pedirle a los actores políticos (Gobiernos estatal y catalán, partidos estatales y catalanes, quizás las organizaciones de la sociedad civil en otra Mesa de diálogo) que se sienten y hablen.
Please, sit and talk. @mundiario