De mayor quiero ser mileurista...

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Una pintada. / RR SS
“Lo mejor es encontrar una solución antes de ir a elecciones”, dijo el rey de España desde su retiro vacacional. Más allá de señalar que no parece propio de su función inmiscuirse en los asuntos que son de los partidos, no le falta razón.
De mayor quiero ser mileurista...

Los líderes de los principales partidos políticos son expertos en el game of chicken o juego de la gallina. En una competición automovilística la imagen sería la de dos participantes conduciendo su vehículo en dirección contraria, enfrentados, de tal manera que el primero que desvíe la trayectoria de choque pierde y es humillado por los demás. Solo el orgullo puede evitar que uno de los dos se eche para atrás y se produzca el choque, en el que nadie gana y todos pierden. Esta imagen, que recuerda a la escena más fatídica de la película Rebelde Sin Causa, es también la que resume el proceso de negociación y posterior investidura fallida de Pedro Sánchez.

“Lo mejor es encontrar una solución antes de ir a elecciones”, dijo el Rey Felipe VI desde su retiro vacacional a Palma de Mallorca. Más allá de señalar que no parece propio de su función inmiscuirse en los asuntos que son de los partidos, al monarca no le falta razón. La economía española viene mostrando síntomas evidentes de enfriamiento y las amenazas proteccionistas de Trump o un Brexit duro en apenas dos meses pueden acabar por poner la puntilla a una situación que, si no se toma en serio, pueden tener consecuencias graves para los ciudadanos.

A Julio Verne le sobraron ochenta días para que su Phileas Fogg diese la vuelta al mundo, los mismos  no han sido suficientes para formar un gobierno en España 

Tanto el líder socialista como el dirigente de la formación morada saben que se enfrentan a un proceso que no es de suma cero y prefirieron chocar antes que ceder en su trayectoria. La presión psicológica que el uno ejerció sobre el otro y el otro sobre el uno no fue suficiente para evitar el choque.  Ni que decir tiene que la táctica de Albert Rivera fue incluso peor, anunció que bloqueaba el volante antes de que el vehículo comenzase el duelo, para tratar de forzar un viraje del otro, que tampoco se produjo.

El bloqueo es evidente y ahora todo pasa por un cambio en las posiciones descritas que permita llegar a un acuerdo antes del 23 de septiembre, bien sea con un volantazo de Podemos – por el que acceda a un gobierno “a la portuguesa”– o el desbloqueo de Ciudadanos que, ayudado por el Partido Popular, puede por activa o por pasiva permitir la conformación de gobierno. En caso contrario, habrá que volver a las urnas el día 10 de noviembre, en un impasse que sigue al anterior, como si el país se lo pudiera permitir.

Al enfriamiento en el crecimiento, que ya nadie discute, hay que añadir los desajustes en el cumplimiento de los objetivos de déficit o la falta de medidas estructurales que atajen el gran problema de deuda pública; atender el rediseño que precisan los servicios básicos del Estado de Bienestar o la urgencia en paliar los efectos que introduce la creciente desigualdad que se abrió paso tras la crisis.

Aunque no se hable de ello, la pobreza juvenil se está convirtiendo en una de las principales lacras de este país. Después de décadas acostumbrados a que el ascensor social colocase a los hijos en un nivel superior al de sus padres, parece que algún cable se le ha roto y esto ya no es así. Dos estudios recientes del Banco de España vienen a confirmarlo. La precariedad laboral azota con fuerza a los más jóvenes, protagonistas indiscutibles del empleo fragmentado, temporal, inestable y, por ello, precario. La mitad de los contratos tienen una duración inferior al mes y cualquier veinteañero/treintañero  hoy corregiría la pintada que en el 2010 rezaba en un muro de Barcelona “de mayor no quiero ser un mileurista” por otra que diga “anhelo ser mileurista”.

Con estos datos no resulta sorprendente que la edad de emancipación sea cada vez mayor y supere los 30 años para 1 de cada 4 españoles. Por si esto fuese poco otro informe sobre la evolución del precio de la vivienda en alquiler revela una subida de más del 50% en el último lustro. Este incremento pesa como una losa sobre los más jóvenes, que añaden una carga financiera adicional a la precariedad laboral. Las mayores subidas se producen en los núcleos urbanos más grandes y en los municipios turísticos y se deben a factores diferentes ligados tanto a la vivienda como valor refugio de inversión ante tipos de interés negativos, la proliferación de fondos propietarios de viviendas en alquiler o el impacto de los arrendamientos turísticos. Este cóctel puede resultar explosivo para una sociedad que tras la II Guerra Mundial supo llegar al consenso necesario para acabar con la pobreza de los mayores.

Toca ahora aunar las fuerzas para atajar la pobreza juvenil, que condiciona no solo el presente sino sobre todo el futuro de la sociedad. Está en juego la cohesión social y, se hable o no de ello, este reto es uno de los primeros que tendrá encima de la mesa el nuevo gobierno que, sea ahora o en 2020, acabará por conformarse. @mundiario

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