Matar en nombre de Dios regresa del pasado en su versión más cruel

Un grupo de mercenarios del Daesh. Google
Un grupo de mercenarios del Daesh. / Google

Cuando estábamos más convencidos que las guerras de religión habían terminado, el islamismo radical adquiere, junto con el odio étnico, una relevancia mundial que nos trae el conflicto a casa.

Matar en nombre de Dios regresa del pasado en su versión más cruel

Mientras en la humanidad hubo muchos dioses cada pueblo tenía los suyos y respetaba los de los demás con la esperanza de que los propios fuesen más fuertes que los del enemigo, pero la llegada a las creencias religiosas del monoteísmo provocó que los hombres se matasen por matices e interpretaciones dogmáticas. Los dioses dejaron de discrepar y enfrentarse entre ellos para que fuesen los humanos los que realizasen esa labor. El caso más significativo fue el que nos afecta, el que dio lugar a las diferentes religiones que teniendo un tronco común en Abraham y los antiguos textos sagrados, acabaron dividiéndose entre los que consideraron a Jesucristo hijo de Dios, como los católicos, las múltiples variantes protestantes, los ortodoxos, y otras ramas minoritarias, y los que lo consideraron un profeta, como los judíos o los musulmanes que a su vez tienen otras subdivisiones siendo las más importantes las de chiítas y sunitas. Curiosamente, y a pesar de los crueles enfrentamientos entre judíos, católicos y musulmanes, las guerras más largas y las más crueles se dieron dentro de la misma religión por matices, católicos contra protestantes o sunitas contra chiítas, siendo esta última la que está más presente en nuestros días.

En la actualidad hay una creencia popular errónea al pensar que el mundo islámico está en una permanente Guerra Santa (Yihad) que llevan hasta donde sus fuerzas le permiten y se identifica además esta guerra con el mundo árabe. Cierto que hubo una expansión árabe como hubo una romana u otra mongólica, pero dicha expansión que dominó la península arábica en tiempos de Mahoma y se extendió bajo el Califato ortodoxo al imperio bizantino para acabar dominando todo el norte de África, parte de la India  y casi toda la Península Ibérica durante el Califato Omeya, fue una conquista cuyo fin era el comercio y la expansión unida por un idioma. Así en España recibimos lo mejor de la influencia de Bagdad, se introdujeron los conocimientos más avanzados del mundo, se dio un salto en avances médicos, y se construyó en Córdoba la biblioteca más importante del mundo con 400.000 ejemplares, ademas de otras 600 bibliotecas y de escuelas y hospitales, esto con Europa sumida en una oscuridad total. Se tradujeron al árabe textos griegos y latinos, no solo sus propios textos para hacerlos excluyentes. Los árabes eran minoría y había persas, moros, hindúes, y de cualquier parte, pero unidos por la lengua y la religión, que por cierto no era excluyente, así en los centros de investigación trabajaban musulmanes, judíos, y cristianos, y en las ciudades cada uno tenía su barrio sin que se matasen por sus creencias.

En realidad el fundamentalismo moderno deriva del apoyo que recibe Jomeini para regresar a Irán (antigua Persia) en 1979 y en olor de multitudes para instaurar un régimen integrista (República Islámica de Irán), que se consigue controlar a duras penas con el apoyo del Irak de Sadam Husein. Sería finalmente Al Qaeda, la organización de Osama bin Laden, la que se convierte en la organización terrorista más fuerte del momento y de todos los tiempos. Los atentados anteriores de Gadafi (Libia) o de Arafat (Palestina), quedaron empequeñecidos frente al 11-S, 11-M o el 7-J. Bin Laden acabaría muriendo en Afganistán a manos del ejército de EEUU y sus terroristas superados por la fuerza de un movimiento nuevo, Daesh.

El gran error por el que ahora se mira con recelo a cualquier musulmán, parte de permitir a la organización Daesh, el Estado islámico EI, o ISIS, un territorio en el que establecerse, y dejar que lo lograsen con tanta facilidad como para crear el denominado Califato de Siria e Irak. El motivo era, y es, el deseo de derribar a Bashar al-Assad, como antes se había hecho con Sadam en Irak, Gadafi en Libia, o Mubarak en Egipto, por oscuros motivos económicos disfrazados del enfrentamiento a las dictaduras, algo que el apoyo al golpe de estado en Egipto dejó en evidencia. La multitud de grupos rebeldes apoyados, armados y respaldados por Estados Unidos, no suman ni un 20% de Sirios. El resto son mercenarios, y muchas veces terroristas. En lugar de persistir en el error mientras en mundo se desangra (especialmente el musulman), ha llegado el momento de acabar con el ISIS y dejarlo sin territorio. En España todos los partidos, PP, PSOE, y Ciudadanos se han unido en esta postura con la excepción de Podemos que opta por el diálogo con los terroristas islámicos. Solo falta que Trump quiera ¿de verdad alguien cree que se puede arreglar esto hablando?

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