Más pan y menos Franco

Francisco Franco, dictador. RR SS.
El dictador Francisco Franco. / RR SS

Uno tuvo la ocurrencia de nacer bajo su jefatura de Estado, cual generalísimo y caudillo redentor de todo español que como tal se considerase. Ya saben... «Si al grito de viva España, viva España no responde... si es hombre, no es español; y si es español no es hombre».

No recuerdo bien –tampoco mal– si alguna vez he escrito en mis numerosos artículos de prensa – por lo menos más de cincuenta – acerca de que, para mi bien o para mi mal, no pertenezco a ningún partido político. Al menos no he visto en mis carteras ni billeteras ningún atarjetado carné de alguno que así lo corrobore. De otras entidades sí tengo tarjetas, ya vé… de la banca (pocas), de diferentes supermercados , a cuál mejor y más barato con ese “si compro dos me llevo tres” – o algo parecido– , de gasolineras varias y... ¡yo qué sé más! .

La gran mayoría de ellas –todas, la verdad– las tiro a la basura bien tijereteadas y al contenedor de plásticos, por aquello del planeta y todo eso, que uno, si ha de ser civilizado y empático con el sistema ... el primero. O de los primeros.

Pero tarjetas de carnés partidistas no he visto ninguna. No es que me dé igual la ideología ni mucho menos. Lo que me la trae absolutamente al pairo es toda charlatanería desde los distintos partidos políticos a cuál mejor y superando las ofertas del “si compro dos me dan tres” hasta multiplicarlo por el infinito más dos. Como poco, que no he tenido tiempo de contarlos bien.

Como es natural y de cajón, estos momentos de extrema fanfarronería bullanguera y parlanchina está haciendo su agosto octubrerizado con vistas al noviembre urnero.

Ahora mismo, y sin necesidad de haber visto la programación televisiva del veinticuatro de los presentes, solo puedo ver una cruz inmensamente alta y algo hortera, la verdad, y un desenterramiento —también llamado exhumación – de lo que pueda quedar de un señor muy malo – según unos partidos políticos - y muy bueno – según los enemigos, que fue enterrado en un cerro con basílica – tampoco sé si la basílica estaba antes o después del entierro, ni es cosa de mi insoslayable erudición – que se apellidaba Franco. Franco. Franco.

Uno tuvo la ocurrencia de nacer bajo su jefatura de estado, cual generalísimo y caudillo redentor de todo español que como tal se considerase. Ya saben...«si al grito de viva España, viva España no responde...si es hombre, no es español; y si es español no es hombre». O algo así, que tampoco estoy muy ducho en citas patriótico gilipollescas.

Ni falta que me hacen; con las citas de Einstein, Gandhi, Sócrates, Jesucristo – estos últimos no escribieron nada en su vida por lo visto, pero citar...¡vaya que si citaron!– y alguna que otra del Galeano o Benedetti ya voy que chuto.

El caso es que, sea por mi generación o por lo que la providencia así lo dispusiere, no me quito al Franco ese ni por más que ruegue al niño Jesus en mis preceptivas oraciones nocturnas – siempre y cuando cuatro angelitos guarden las esquinas de mi cama, que si no…–.

A mi particularmente no me hizo nada ese hombre, puesto que si tenía que hablar de cosas prohibidas con alguien, más de tres amiguetes no eramos. Y tengo entendido que el enchironamiento se producía cuando eran cuatro o más tipos los que se ponían a despotricar sobre si el Barça o el Madrid o sobre El Cordobés y el Viti... o cosas parecidas de la plebe inculta de mis entonces. Y que no aprendemos a dejar de serlo. Incultos, digo.

A mi particularmente, me soplan mil gaitas gallegas si está enterrado en el cerro ese o en las cimas del Kilimanjaro. Francamente (Uy, lo que he escrito).

Pero lo que no puedo soportar. Lo que me revuelve las tripas más internas de mis intestinos más personales es que me intenten comer el tarro con el que “ahora sí que estamos en una verdadera democracia, porque el gobierno socialista sanchista ha conseguido, después de – espere usted que cuente... ummm, cuarenta y cuatro años usando la calculadora, que estoy muy gandul para cuentas de vieja – desenterrar al aborrecible dictador desde un cerro con cruz hortera y descortés, hasta Mingorrubio a unos 57, 5 kms según el google maps de las narices.

¡Valiente democracia sería si ese acto fuese el culmen de una democracia!

La señora Beda, desde pequeños, nos contaba una anécdota de su abuelo, o sea mi bisabuelo, cordobés de pro. Decía que, en una de las frecuentes reuniones populares que se hacían en la posguerra civil española- una vez cautivo y desarmado el ejercito rojo y todas esas cosas encumbradas que se decían, por lo que he oído – solo se escuchaba en la plaza mayor de Córdoba “Franco...Franco...Franco...”. Y así sucesivamente.

Pues mi bisabuelo no tuvo otra que gritar «Más pan y menos Franco» porque había en aquellos entonces más hambre que perros pueda tener un ciego cualquiera. La que le cayó encima fue de órdago, por lo visto. Que si palizas, que si la guardia civil leal al glorioso movimiento intentando poner freno a un linchamiento consentido y multitudinario. Que si trullo inexcusable y fusilamiento inminente al amanecer... Total por decir una verdad como mil puños juntos, con o sin capullo agarrado.

Pues, desde aquí, le quiero decir lo mismo al presidente en funciones, que espero que deje sus funciones y su presidencia a la mayor brevedad: “Más pan y menos Franco”. Que, señor presidente en funciones y séquito acompañante, España sigue teniendo hambre, que una de cada cinco personas en España, ahora más democrática según usted y sus acólitos, está pasando hambre (según la wikipedia esa, que yo no invento).

Parafraseando a mi bisabuelo y su “Más pan y menos Franco”, yo transmito desde estas teclas: “Más pan y menos helicópteros transportadores de fiambre llamada Franco”. Que eso no es hacer más y mejor democracia, amiguete. Dar de comer al pueblo, leyes justas, consensuadas y – sobre todo y ante todo – que se cumplan como se dictan... eso si es democracia. Y de la buena. Todo lo demás... sobra.

Sin pertenencia y obediencia a ningún partido político… ¡He escrito! (Los angelitos que guardan mi cama deben estar de jarana permanente). @mundiario

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