Más de seis millones de parados y nadie hace nada por parar este goteo desesperado

Esta masa de gente late y, por tanto, respira y siente. Tienen familias, deudas que pagar y necesidades básicas que cubrir. Se levantan cada mañana para dirigirse a ninguna parte.
Más de seis millones de parados y nadie hace nada por parar este goteo desesperado

 Ekinez Sortu vía Compfight

Sale una a dar un paseo por las avenidas de los periódicos y le dan ganas de volverse por donde ha venido. La arteria principal está colapsada por 6.202.700 de personas paradas que no saben, ni nadie les indica, por dónde ni cómo han de tirar. Están ahí, en medio de la noticia, estupefactas y desconcertadas como el pájaro inocente que se golpea contra un ventanal.

Esta masa de gente late y, por tanto, respira y siente. Tienen familias, deudas que pagar y necesidades básicas que cubrir. Se levantan cada mañana para dirigirse a ninguna parte, para permanecer ahí, inmóviles, pasmadas, cada vez más apretujadas por el vecino, la cuñada o el hijo que se van sumando a este goteo continuo, injusto y desesperado.

Se da una un par de vueltas por los periódicos y se interna por los callejones, aunque sea para respirar un poco de aire pero, a la vuelta de la esquina tropieza, un día más, con las infinitas corruptelas; con el presidente y sus insufribles recortes para solventar el déficit; con la descabellada intención de retrasar la jubilación más allá de los sesenta y siete; o con las absurdas palabras de Guindos asegurando que la economía estará en marcha mucho antes de lo que pensamos. Y es entonces cuando la atmósfera se vuelve irrespirable, casi asfixiante. Como si este país se estuviera quedando pequeño, ínfimo, y apretara mucho de la sisa.

Por eso, cuando una, por fin, topa con una pequeña columna que cuenta cómo un equipo de astrónomos ha descubierto, a 1.200 años luz de la tierra, cinco planetas, dos de los cuales giran alrededor de una estrella y podrían albergar vida, una, digo, cree ver el final del túnel y siente que, por un instante, podría teletransportarse. Cerrar los ojos y dar un portazo. Como quien se va para comprar tabaco y nunca más regresa.

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