Más de 230 días de Gobierno provisional para una inmersión en la realidad

Palacio de la Moncloa. / Archivo
Palacio de la Moncloa.

Los inicios de conversaciones entre Ciudadanos y PP dejan fuera las cuestiones que más afectan a la ciudadanía. Sólo tocan algunas que harían más contradictoria la Administración del Estado.

Más de 230 días de Gobierno provisional para una inmersión en la realidad

Avanza agosto impertérrito: sobrepasamos cada día los 30 grados y ya pasan de 230 los que lleva con Gobierno provisional esta España en permanente transición. Al menos en apariencia, no pasa sino lo que en agosto suele pasar: cansancio y modorra, entre incendio que crece y brasas que se apagan hasta que vuelven a ser activadas en algún paraje más o menos próximo. En esta provincia del sur gallego, un responsable de la prevención contaba hace cuatro días el éxito de que, de momento, sólo llevaran ardidas 500 Hectáreas, mientras en otra lindante rondaban ya las 6.000 y era impredecible el final de un foco principal.

Asombro

Desde aquí, y en este agosto agobiante, es raro que a la gente mayor con que uno se encuentra –ésta es zona con escuelas de párvulos que se cierran-, se le ocurra conversar sobre el nuevo Gobierno o Legislatura entrante, como si de algo urgente se tratara, frente a unas terceras elecciones posibles: dicen no hablar de política, aunque sí mentan de continuo sus pensiones menguantes. Nada impide, sin embargo, los ecos, casi siempre lejanos, de algunas emisoras de radio ni el de los diarios digitales de la omnipresente Red que, oídas o leídos en este contexto, no pueden por menos de percibirse con cansancio indudable, muchas veces con sorna, bastantes con alarma y, algunas, con curiosidad. Se percibe mejor quiénes bajan la voz como señal de importancia o de estar en el secreto, aunque lo más frecuente sea la ignorancia, a menudo no exenta de estupidez.

Desde este rincón, es mucho más asombroso que hayan tenido que pasar casi dos tercios de un año para que todavía sea un misterio qué tipo de Gobierno se vaya a formar si logra formalizarse en lo que queda del verano. No deja de sorprender, ante todo, que la última gran noticia relacionada con tan grave cuestión consista en un conjunto de seis precondiciones impuestas por Ciudadanos para unas primeras conversaciones con el PP. Sus enunciados no pueden ser más ligeramente genéricos y, por otra parte, llama la atención que sólo toquen cuestiones relativas a un funcionamiento de la Administración en apariencia menos transigente con corruptelas y corrupciones cuyos procedimientos son vergüenza flagrante para el Estado y que, de seguir existiendo, dificultarán gravemente la aceptación de su funcionamiento.

Sorprende, de inmediato, que no haya otras cuestiones previas a discutir antes de un probable pacto. Tal vez a Ciudadanos le suenen bien, por tanto, las políticas llevadas a cabo por sus más que probables nuevos socios en el Gobierno central. Probablemente hayan nacido para hacer más digerible el inmovilismo intransigente de sus ahora pretendientes. Lo cual, por otra parte, nos ayuda a entender con más claridad qué importa realmente a estos dirigentes políticos en las escenas primeras de estos escarceos, supuestamente anticipo de otras de más enjundia.

En sus cálculos inmediatos no ha entrado ninguno de los problemas que más han angustiado a los ciudadanos, sobre todo a los más castigados por una crisis que les está dejando no sólo más débiles, sino más desesperanzados con que de la política puedan venirle remedios a sus problemas y a los de sus hijos. Ninguna referencia hay aquí al paro y desempleo, ninguna, por tanto, a las reformas laborales que tanta precariedad laboral y salarial han inducido. Ninguna, tampoco, a las otras leyes causantes de inacabadas protestas en estos años y, entre ellas, ninguna alusión significativa a la LOMCE o a sus decretos, paralelos y concordantes en espíritu e intencionalidad con una acelerada “desmejora” de la enseñanza pública de todos en los diversos niveles.

Soberbias

Es ésta, por ello –y pese a los cantos de júbilo que ya se han empezado a entonar en vísperas de nupcias pregubernamentales-, una de esas ocasiones en que intentar ser ciudadano honrado con las obligaciones democráticas de igualdad hace sentirse no sólo ninguneado sino, incluso, envilecido. No existía todavía ese breve conjunto de cuestiones de aparente transparencia y ya activaron la maquinaria que presionara a la opinión pública a fin de que se pusiera de perfil ante estas propuestas lampedusianas del cambio inmóvil. Todos debíamos presionar a terceros partidos para que amplificaran el evento, al menos con la abstención: sólo falta que algún santón del pasado encabece una manifestación callejera de rogativas propiciatorias.

Para todo ciudadano habrá de ser bochornoso, por tanto, disentir de cuanto ha sucedido en el transcurso de estos cuatro largos años de total mayoría parlamentaria. Incuestionable ha de quedar que haya sido contraria a cuanto no hubiera sido antojo proclive a ese selecto conservadurismo, tan propio para ampliar las múltiples asimetrías existentes. Porque esta gente ejerce diversas soberbias en su constancia por dejar a los demás a un lado: la de creerse elegidos no por sus conciudadanos sino por una especie de Providencia ciega; la de interpretar que el Estado son ellos y nada más que ellos, lo que les daría dominio exclusivo sobre cuanto se moviere; la de querer dar la vuelta a la historia de la rebelión del Tercer Estado casi a finales del XVIII; la de prolongar, en fin, prepotencias de siempre. Ahí están, para confirmarlo, los infinitos casos de corrupción explícita e implícita, por acción y dejación constante de responsabilidad hacia lo público; las que veremos en juicio y las que prescribirán más pronto que tarde.

En este momento, sólo añoran una última soberbia, la de acaparar seguidores de Facebook o Instagram, como muchos creadores de tendencia a los que miman las firmas de moda. Por descerebrados e inconsistentes que sean los videos que cuelgan constantemente en Red, nadie quiere dejar de llegar a sus preciados devotos. Seguro que a los firmantes de estos pasos previos a un acuerdo de investidura les encantaría tener de continuo 20 ó 22 millones de visitantes fieles: es lo que les falta a sus ocurrencias que, así, serían justificables de manera más absoluta. Poca educación, y de bajo coste, se requiere para que este soberbio objetivo esté plenamente operativo.

Gestos y palabras

Pero también ésta es buena ocasión para enterarnos mejor del mundo en que estamos inmersos y no dejarnos deslumbrar.

Los gestos traslúcidos estos días contrastan claramente con las bellas palabras que nos decían en campaña electoral. Les seguimos viendo excesivamente a ellos y sus poltronas, mientras los problemas cívicos se están pudriendo. Y no parece que vaya a tener pronto remedio este contrasentido. Existe un misterioso placer en repetir secuencias pasadas de claro desafecto al sentir y vivir común, o en que las palabras más preciadas de la convivencia compartida deban ser tergiversadas y agostadas: así es la Historia de repetitiva. Aunque existen los incendios de bomberos pirómanos, sería un alivio, en todo caso, entrever que, con la llegada a los linderos de septiembre y sus quehaceres ordinarios, esta tendencia principal del mes de agosto actual haya sido fugaz y que, al fin, todo haya cambiado de orientación como el viento.

Sin mayor esperanza para el transcurso de los años y legislaturas que vengan, sería bueno poder iniciar pronto el paladeo de ese cambio de tendencia o, si quieren, el retorno a eso que algunos dicen haber acontecido en los tiempos de aquella otra Transición,,,, si es que así ha sido.

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