Manuel Valls: la crónica de una candidatura anunciada

Manuel Valls, en campaña. / Twitter
Manuel Valls, en campaña. / Twitter

El primer ministro de Francia se declara oficialmente candidato de la izquierda a las elecciones de la Presidencia de Francia en 2017. La autora espera que no sea una muerte política anunciada.

Manuel Valls: la crónica de una candidatura anunciada

François Hollande quiso ser un presidente normal y normal lo iba a ser. Normal lo ha sido. Tal vez demasiado. Así, esta normalidad se convirtió en una de las mayores críticas recibidas a su mandato: le rabaissement de la fonction présidentielle. Los franceses acabaron por recriminarle que un Presidente debe conservar, por el mero hecho de serlo, una respetabilidad y una presencia dignas del cargo que representa.

Hollande “el normal” apareció bajo la lluvia el día de la toma de la Presidencia. También fue así en su primer desfile del 14 de Julio en 2012, empapado hasta los huesos recorriendo en jeep los Campos Elíseos, con el pelo chorreando y las gafas empañadas. Más que normal aquella fue una imagen extraña: cualquiera hubiera puesto la capota al jeep o abierto un paraguas.

Fue tan normal, que la infidelidad lo convertiría en una figura casi entrañable, en un país donde la infidelidad es casi una muestra de normalidad, casi de complicidad. Pocos contuvieron la sonrisa, más que el enfado, al verlo con un casco y una bolsa de croissants en la mano, escapándose de incógnito en scooter por la puerta de atrás del Eliseo, para visitar a su amante, hoy su pareja oficial, la actriz Julie Gayet. Por entonces la odiadísima Valérie Trierweiler vivía en palacio como su pareja oficial, aunque no estuviesen casados.

Pero las verdaderas razones de la renuncia de Hollande son, además de sus bajas cotas de popularidad: la alta tasa de paro, la principal promesa de su campaña política; la gran inestabilidad social debida a los problemas de integración y la radicalización de algunos sectores de la población; el terrorismo y los crueles atentados que ha sufrido y sigue sufriendo el país; la proclamación, y posterior retractación, de la ley de la “pérdida de la nacionalidad francesa” a los culpables de un atentado terrorista, incluso a los nacidos en Francia, en contra de uno de los derechos fundamentales del hombre; la subida de la cota de popularidad, y del número de votos en las elecciones regionales, de la extrema derecha. Pero sobre todo: la victoria de François Fillon como candidato de la derecha y los problemas internos de una izquierda cada vez más mermada por las guerras de poder. Éste ha sido su verdadero fracaso: el hecho de no haber sabido controlar su propio campo, ni las rebeliones internas en la propia izquierda. Sus mayores detractores no estaban en la oposición sino bajo su propio techo.

El pasado mes de noviembre la derecha celebró, en el transcurso de dos fines de semana, la elección del que será su candidato a la Presidencia. Tras la derrota humillante de Nicolás Sarkozy en la primera vuelta, Hollande comenzó a hacer de su renuncia una realidad. A Nicolás se hubiera enfrentado.

En la segunda vuelta, el domingo 27 de noviembre, el antiguo primer ministro de Sarkozy, François Fillon, derrotaba de forma aplastante a Alain Juppé, el admirado alcalde de Burdeos, y desde el principio de la campaña de las primarias, el favorito de la derecha republicana.

El pasado jueves, día uno de diciembre, Hollande hace pública su renuncia. Desde entonces a Manuel Valls se le ve contento. El actual primer ministro francés reúne tropas y prepara su estrategia. El ministro de la izquierda más a la derecha, no oculta su alegría y hace declaraciones confusas a la prensa francesa, con esa socarrona sonrisa de catalán, a sabiendas de que su objetivo está próximo. A fin de cuentas, enfrentarse a Fillon es una suerte preferible que la de enfrentarse a Juppé, el candidato de la derecha más a la izquierda.

Manuel Valls, primer ministro de Francia, en rueda de prensa y declaraciones oficiales, confirma lo que todo francés sabe desde hace días: se declara oficialmente candidato de la izquierda a las elecciones presidenciales de 2017 y, por obligación desde mañana, queda vacante el puesto de primer ministro.

Las preguntas que quedan en el aire son: ¿qué va a hacer el resto de la izquierda? en concreto el carismático Emmanuel Macron, antiguo ministro de economía y finanzas de Hollande, que dimitió el pasado mes de agosto para poder presentar su candidatura a la presidencia;  y: ¿quién será nombrado el nuevo inquilino de Matignon? la residencia oficial del primer ministro francés.

En cualquier caso y deseándole toda le suerte del mundo, tal vez porque siento una cierta simpatía debido a sus orígenes españoles, espero que en caso de derrota sepa dejar el poder con la misma clase y humildad con la que Hollande ha sabido decir “hasta aquí he llegado”. Sobre todo teniendo en cuenta que excepto Pompidou, ningún primer ministro de la Quinta República, que haya dejado el cargo para presentarse a la Presidencia, ha logrado jamás su propósito: mudarse de Matignon al Eliseo, o como dicen los parisinos: pasar de la rive gauche a la rive droite del Sena.

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