Mala calidad del Gobierno en España, peor en Galicia

La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español.
La Moncloa, el palacio del Presidente del Gobierno español.

Así lo revela un estudio universitario que no ha producido la menor reacción en el mundo político español o territorial. Un síntoma más de la indiferencia en la que estamos instalados.

Mala calidad del Gobierno en España, peor en Galicia

La Universidad sueca de Gotemburgo, de la mano de dos profesores, Nicholas Charron y Víctor Lapuente, éste bien conocido en España por su frecuente presencia en la prensa, ha elaborado un sistema de indicadores para evaluar la calidad del Gobierno. Los indicadores se agrupan en tres ejes: eficiencia en la prestación de servicios públicos, imparcialidad y corrupción. Los resultados de las tres evaluaciones realizadas hasta la fecha se acaban de publicar y son demoledores para nuestro país que ha pasado del lugar decimocuarto al decimonoveno en pocos años.

El mapa final coincide con otros estudios similares y así los países escandinavos y Alemania ofrecen los mejores resultados, seguidos de países como Reino Unido y Países Bajos. En el extremo inferior, los países más al Este seguidos de España e Italia. Estos dos últimos además registran las mayores diferencias interregionales. Y no sólo eso, ninguna de las regiones españolas ha mejorado significativamente durante los ocho años del estudio pero dos, Canarias y Galicia, han empeorado significativamente durante ese tiempo.

Refiriéndonos a España, el estudio constata que son los resultados de las peores comunidades que a la vez son las más pobladas, como Valencia, Cataluña o Andalucía, los que lastran la media estatal. La clasificación de las comunidades autónomas en dos grupos, por encima de la media y por debajo de la media, es muy significativa. La lista la encabeza el País Vasco, con datos similares a los de las regiones alemanas y la cierra Andalucía, a la que anteceden Canarias, Baleares, Valencia, Galicia y Cataluña. Todas las Comunidades del Norte excepto Galicia superan la media así como Aragón y Extremadura, las demás están por debajo.

El estudio constata que Madrid y La Rioja han mejorado en eficiencia y Cantabria en imparcialidad, pero ninguna Comunidad española ha mejorado en la percepción de la corrupción. En el extremo contrario, Canarias ha empeorado en eficiencia, Galicia lo ha hecho en imparcialidad y tanto Madrid como Canarias o Galicia sufren ahora una percepción peor sobre la corrupción.

No deja de ser sorprendente que la crisis económica que ha provocado una crisis institucional todavía inacabada, así como la irrupción de nuevos partidos políticos, no haya tenido efectos en el gobierno de las instituciones autonómicas. El discurso contra la corrupción revela aspectos farisaicos, pues lo que se predica no se aplica, como recientemente ratificaba el GRECO, grupo de expertos del Consejo de Europa. Los mismo acontece con los partidos políticos o las instituciones legislativas, unos y otras contrarios a impulsar criterios de transparencia o medidas legislativas más eficaces. Como ha demostrado la crisis catalana, el modelo predominante en las Administraciones territoriales mantiene vigente el spoil system o reparto del botín, a través del clientelismo.

En una tradición muy hispana, los juicios por corrupción actuales, con sus dosis de teatralización, filtraciones y ruido mediático, remedan a los autos de fe inquisitoriales. Válvulas de escape para aliviar la presión social. No han ido acompañados de los cambios profundos necesarios en la política, en la Administración, también en la Justicia. No puede extrañarnos que con motivo de la crisis económica los países nórdicos hayan sido tan exigentes con los países del Sur, grandes receptores de fondos comunitarios pero escasamente interesados en el virtuosismo de las instituciones. Por otra parte la relación entre la calidad de éstas y el crecimiento económico está hoy asentada en la investigación académica.

El citado estudio no ha producido la menor reacción en el mundo político español o territorial. Un síntoma más de la indiferencia en la que estamos instalados. @mundiario

Comentarios