La mal llamada primavera árabe sólo ha conseguido cambios de alianzas

El general Al Sisi al hacer su anuncio de golpe militar.
El general Al Sisi, Presidente de Egipto

Con la excepción relativa de Túnez no ha habido avances en la democratización aunque sí conflictos sangrientos en Libia, Siria y Yemen.

La mal llamada primavera árabe sólo ha conseguido cambios de alianzas

Un minucioso ensayo reciente de Gilles Kepel, “Salir del caos”, aporta nuevos datos de un fenómeno ampliamente divulgado en los medios de comunicación bajo una etiqueta tan falsa como mediática, la llamada primavera árabe, que pareciera sugerir metafóricamente que tras el largo invierno de las dictaduras varias, en Egipto, Bahrein, Siria, Arabia, Libia o Túnez, se estaría abriendo paso la democracia a través de las nuevas generaciones.

Se cumple una década del primer estallido de aquel fenómeno, en Túnez. Para recordarlo, nuevamente se han echado a las calles miles de manifestantes descontentos con el orden actual y sus escasos cambios. A pesar de que Túnez ha sido el único país en el que se ha producido, al menos institucionalmente, el tránsito de una larga dictadura al pluralismo político. Que éste se haya revelado disfuncional e incapaz de abordar la situación económica no es la menor paradoja.

En la vecina Argelia, el régimen militar tomó nota de las  protestas destituyendo al Presidente Buteflika para facilitar la continuidad con otro candidato. En Egipto el régimen militar que depuso al gobierno islamista democráticamente electo, se ha consolidado. En Libia, la intervención poco meditada de países europeos ha provocado la caída de Gadafi pero también una guerra civil aún sin final y la división de facto del país. Yemen se encuentra en guerra civil con la presencia de combatientes extranjeros.

La decisión de Trump de retirar las tropas estadounidenses de los conflictos de Afganistán e Irak, ha dado lugar a la mayor paradoja. El régimen iraní, auténtica bête noire de los sucesivos Gobiernos americanos, ha acrecentado su influencia en Irak. Como lo ha hecho en Siria, donde una multitudinaria coalición internacional inicialmente promovida para acabar con la dictadura de Bashar-Al-Assad, se encontró con la creación del Califato islámico de ISIS o Daesh, con la participación de distintas milicias a través de las cuales otras potencias regionales participaban en el conflicto y finalmente ha llegado a la conclusión de que el dictador es la menos mala de las soluciones. Por el camino, Rusia ha afianzado su hegemonía en el país, ya muy intensa anteriormente, y se ha revelado como mediadora imprescindible. Irán y Turquía se han alienado más o menos con los intereses rusos mientras que la influencia de Estados Unidos ha declinado.

Obsérvese que tanto Irán como Turquía son ahora potencias regionales con voluntad de intervenir en los distintos conflictos, como Libia o Yemen, disputando la hegemonía que anteriormente ejercía Arabia Saudí, basada en sus ingentes recursos económicos. Éstos han entrado en declive por la caída de precios lo que ha obligado también al Reino a efectuar algunos cambios estratégicos en su economía y en su férreo régimen político.

En una década la democracia no ha registrado avances en ningún lugar del mundo islámico con la ya citada excepción tunecina. Es cierto que tampoco en otras regiones del planeta, donde los modelos autoritarios gozan de buena salud. En el caso de los países árabes los cambios geoestratégicos han significado la menor prioridad de los conflictos históricos de Palestina y Sahara Occidental, donde siempre al lado de la reivindicación inmediata de las víctimas ha existido un complejo juego diplomático y militar de distintos países.

La desaparición, por el momento, de las expresiones más virulentas del islamismo radical, como Al-Quaeda o el ISIS, objetivo que ha conjurado los esfuerzos de todos los países occidentales, no ha ido seguida de movimientos políticos orientados a promover la apertura de las sociedades citadas hacia el pluralismo político que es también confesional. Los países occidentales, como EE.UU. o la Unión Europea, han demostrado escasa comprensión de los problemas de fondo por lo que han ido perdiendo influencia en todos los lugares. Las nuevas ambiciones de Turquía o la necesidad del régimen iraní de evitar el aislamiento total, les han llevado a una diplomacia agresiva que no descuida el flanco militar.

La plaza de Tahir cairota ya no es un símbolo pero los problemas que la hicieron famosa  permanecen. Ausencia de expectativas para las generaciones jóvenes, muy numerosas y mejor formadas, regímenes desacreditados por ineficientes o represores, ambigüedad de las propuestas occidentales, son rasgos comunes que muestran una situación sin salida a corto plazo. @mundiario

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