Lucha libre en el Congreso de los Diputados mientras en España cierran las empresas

Pablo Iglesias. / RR SS.
Pablo Iglesias. / Pixabay
El debate de ideas ha desaparecido sustituido por la descalificación grosera, sin matices. Si algunos portavoces de la oposición son buena muestra, también algunos del Gobierno y en especial su Vicepresidente Pablo Iglesias, no lo son menos.
Lucha libre en el Congreso de los Diputados mientras en España cierran las empresas

El espectáculo del Congreso no es improvisado. Se representa un guion previamente escrito que trata de fijar imágenes en los medios de comunicación y sentimientos en los electores. La demonización del bloque contrario sirve para eliminar de antemano cualquier posibilidad de que sus propuestas sean consideradas racionales y por tanto debatibles.

Hace algunas semanas titulamos de bochornoso el espectáculo del Congreso, aquí en MUNDIARIO. No es necesario recurrir a nuevos adjetivos para calificar la degradación constante del debate parlamentario, absolutamente intercambiable con lo peor de las redes sociales. Insultos personales, alusiones familiares, amenazas, despropósitos varios con el único objetivo de jalear a la propia hueste, dispuesta a rubricar con aplausos cualquier barrabasada de uno de los suyos. El debate de ideas ha desaparecido sustituido por la descalificación grosera, sin matices. Si algunos portavoces de la oposición son buena muestra, también algunos del Gobierno y en especial su Vicepresidente, Pablo Iglesias, no lo son menos.

Al mismo tiempo que este último acusaba a sus oponentes de desear un golpe de Estado, anunciaban el cierre dos grandes empresas, Nissan en Barcelona y Alcoa en San Cibrao (Lugo). Dos cierres anunciados desde hace años sin que la política industrial del Estado y de las Comunidades Autónomas, haya sido incapaz de impedirlos. En ambos  confluyen varias causas. En la primera, la caída de la producción, las pérdidas de la empresa y la relación difícil con sus socios franceses. En la segunda, la caída del mercado, la obsolescencia de la planta y el precio de la energía, determinante en sus costes. Ahora afloran las declaraciones de apoyo pero el estatuto de las empresas electrointensivas, prometido desde hace varios años y varios Gobiernos, vegeta por los despachos sin que haya llegado a ser aprobado. En el otro sector existen grandes planes para la automoción en 2050, pero las necesidades de 2020 pueden provocar un vuelco en nuestro primer sector exportador.

Nada de eso preocupa en el Congreso, donde la tarea principal es demonizar al bloque rival en una política frentista que cada día sube un peldaño, dejando tierra quemada para cualquier acuerdo. Sólo el PNV demuestra conocer el sentido del voto y del autogobierno, obteniendo concesiones continuas. La última riza el rizo: se ha asegurado la gestión de la renta mínima antes de que haya sido aprobada.

El espectáculo del Congreso no es improvisado. Se representa un guión previamente escrito que trata de fijar imágenes en los medios de comunicación y sentimientos en los electores. La demonización del bloque contrario sirve para eliminar de antemano cualquier posibilidad de que sus propuestas sean consideradas racionales y por tanto debatibles. Si es tan malo como previamente lo hemos pintado, nada interesante puede aportar. Para los unos será el bloque social-comunista, para los otros el bloque fascista y ahora golpista. A estas alturas el Congreso actual se parece al de las dos últimas legislaturas, tan ruidoso como improductivo. Por ello la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, está abocada al fracaso desde antes de nacer. No producirá resultados prácticos pero engrasará los acuerdos necesarios para la aprobación de los Presupuestos de 2021, principal herramienta de la política económica del Gobierno.

En esa dialéctica, todo el ruido es válido. Si coincidiendo con la confusión de las estadísticas de la pandemia se producen algunos ceses en el Ministerio de Interior, inmediatamente se crea un conflicto artificial en el que entra de todo: descalificaciones hacia la magistrada, luchas corporativas policiales, presuntas tramas antidemocráticas y así hasta el siguiente episodio. Mientras, cada semana nos traerá la dosis estruendosa de acusaciones. Una esgrima dialéctica que se parece peligrosamente a la lucha libre: escandalosa y violenta, sólo en apariencia. Una y otra, son  fruto de un ensayo cuidadoso y se producen como espectáculo. Su interés objetivo es bajo y su influencia en el deporte o en la vida, mínima. La realidad, proteica, creativa, viva, transcurre por  otros lugares y con otros protagonistas. @mundiario

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