Los valores

Pablo Casado vota en las primarias del PP. / Mundiario
Pablo Casado vota en las primarias del PP. / Mundiario

Estamos sumidos en una gran crisis de Estado, tan difícil de superar como la gran crisis económica y de desigualdad que todavía tratamos de superar. Una vez más, la lucha entre el objetivismo y el subjetivismo rampante.

¡Los valores, ah, los valores!

“No hay principio ni valor más elevado que los fines del individuo…” Todos los valores “son tales por los actos libres del hombre”. Son palabras de Isahia Berlin, aquel viejo politólogo judío-letón, profesor en Oxford, muerto hace apenas diez años, al que se toma por uno de los más relevantes pensadores liberales del siglo XX.

Cuando oigo las afirmaciones de los voceros oficiales del PP tratar de proteger la difícil posición jurídica (y por demás ético-política) de Pablo Casado, apelando a la desvirtuación de los hechos, a la negación de la evidencia, a la contradicción flagrante con el texto literal de la sentencia de la Audiencia Nacional, a la tortura de los valores común es, a la abierta mentira incluso y al descaro en su difusión… pienso que estamos sumidos en una gran crisis de Estado, tan difícil de superar como la gran crisis económica y de desigualdad que todavía tratamos de superar. Una vez más, la lucha entre el objetivismo y el subjetivismo rampante.

La de ahora es la gran crisis de los valores. No se trata de lanzar al ruedo mediático un titular alarmante. Es reconocer, aunque nos duela, la entraña de las cosas, de lo que nos sucede, tal como es, sin biombos gramaticales ni eufemismos cobardes, sin construir velos de ignorancia y que todo se olvide.

Esto, los grandes momentos de inflexión moral y social, se han producido muchas veces en la historia, que es la historia de la conducta humana. No hablo, por tanto, de nada nuevo, pero sí de urgente reflexión. La palabras de Isahia Berlin con que inicio este artículo son muy reveladoras de la enseñanza histórica y de la perplejidad que muchas veces producen. Y de la gravedad de seguir tales nocivas enseñanzas. Decir que todo lo que diga un individuo es un valor y que estos presuntos valores son últimos y válidos (y que son los de todos los españoles) sería tanto como aceptar que los objetivos que se proponen los hombres, individualmente, exceden a toda evaluación moral.

Restringir la ética a los límites de la ley significa eso, tan corto de horizonte y exigencia moral. No podemos aceptar que todo hombre sea el único autor de sus valores. La historia podría llorar de nuevo con esta afirmación. @mundiario

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