¿Logrará Felipe VI recuperar la imagen de la Monarquía con los episodios que van saliendo?

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Viaje de novios, regalo de un amigo
Al comienzo de su reinado, Felipe VI instauró un Código ético sobre los regalos que pueden recibir él mismo y su familia, pero las noticias que trascienden de otro tiempo que le afectan lesiona la imagen de la Corona.
¿Logrará Felipe VI recuperar la imagen de la Monarquía con los episodios que van saliendo?

Una de las novedades, oportunamente aireadas por la Casa Real, para señalar que con Felipe VI se instalaba un nuevo estilo en cuanto a las prebendas y los regalos que podrían recibir el Rey y su familia, fue el Código Deontológico que venía a tasar el alcance de estos obsequios. Se ha escrito que a Zarzuela era, sobre todo en determinadas épocas del año, como un mercado central: jamones de bellota, cajas del mejor marisco, caviar Beluga, o troncos de foie, cajas de vinos de las mejores añadas, cajas de habanos, entre ellas de la marca Cohiba que le mandaba Fidel Castro.  Pero había muchos más regalos que enviaban los más leales súbditos: relojes, caras estilográficas –a las que Juan Carlos es muy aficionado- y todo tipo de objetos de lujo, desde gafas de sol a corbatas de marca o hasta cuadros.

Al estilo de otros jefes de Estado, Felipe VI fu aconsejado a no incurrir en la práctica de su padre, de no diferenciar nítidamente lo que eran regalos personales o los que eran de Estado. Como en otros países ambas cosas iban a separar. En la monarquía inglesa se publican anualmente los regalos que se reciben y su procedencia. En Estados Unidos la ley impide al presidente aceptar regalos personales de más de 25 dólares. Para no ofender a los donantes ciertos regalos pasan a ser propiedad del Estado a través del llamado “archivo extranjero”. En Francia, el presidente de la República no puede aceptar ningún obsequio personal superior a 150 euros.

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Felipe VI quiere dar un ejemplo de transparencia

La Casa del Rey ha divulgado en su página web la relación completa de regalos, que en su mayoría tuvieron como destinatarios a Felipe VI (201), a la Reina Letizia (102), a ambos (63) y, en menor medida, a sus hijas Leonor y Sofía (29) y a los Reyes Juan Carlos (3) y Sofía (5). Este es el quinto año consecutivo en el que la Zarzuela publica la relación de obsequios recibidos en actividades oficiales en virtud del compromiso que se marcó Felipe VI al llegar al trono de garantizar la transparencia y la ejemplaridad de la Corona. Estas pretendidas medidas de regeneración moral de la Casa Real han estallado contrastan con la noticia de que el viaje de bodas de rey Felipe VI y Letizia Ortiz en 2004 costó casi 500.000 euros y fue pagado por un hombre muy cercano a Juan Carlos I, el empresario catalán Josep Cusí, amigo y compañero de regatas del ahora honorífico, según revela este domingo el diario británico 'The Telegraph'. El asunto parece chocar con la propia ejemplaridad, con efecto a los regalos que se pueden aceptar, con que Felipe VI trató de marcar distancias con la etapa de su padre.

El 15 de marzo de 2020, la Casa Real anunciaba oficialmente mediante un comunicado que Felipe VI renunciaba a su herencia personal (hecho incierto, sólo se puede renunciar a la herencia en el momento de ir a recibirla), así como a cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, características o finalidad pudieran “no estar en consonancia con la legalidad o con los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada y que deben informar la actividad de la Corona” y que la eliminaba la asignación del rey honorífico (194.232 euros al año en 12 pagas mensuales de 16.186 euros brutos al mes).

Regalos sin tope

Con respecto a los regalos, durante su reinado, Juan Carlos I no tenía tope: Lo más significativo de este tipo de dádivas fue el famoso yate que los empresarios mallorquines regalaron al Rey cesante, pero que siendo regalo personal era mantenido por el Patrimonio Nacional y resguardado por la Armada, que destinó a este exclusivo fin a antigua base de hidroaviones de Puerto Pi, que iba a ser cerrada como consecuencia de la reducción de instalaciones navales. Los regalos fueron del lujo a la extravagancia más absoluta. Pero lo que de verdad se recibía con gusto en las Zarzuela eran los coches exclusivos o de lujo. Mohamed Bin Rashid, primer ministro de Emiratos Árabes, mandó a su “hermano” Juan Carlos dos Ferrari, uno de ellos modelo FF, y un F40, cuyo valor se acerca al millón de euros y que, oficialmente fueron cedidos a Patrimonio Nacional para su subasta. Se aseguraba que el Rey saliente cedía los regalos que no podía mantener (los mantenía Patrimonio Nacional y él los usaba). La Zarzuela sostenía que, a veces, había que aceptar los regalos para no ofender la donante. Otro regalo polémico fue el palacio de La Mareta, obsequio de Husein de Jordania, en Lanzarote, donde el presidente Zapatero pasaba los veranos con su familia, tras haber pasado al Patrimonio Nacional.

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Felipe V quiere marcar distancias con la época de su padre

Instalado Felipe VI, se anunciaron medidas de regeneración moral de su casa y que se prohibía a las infantas trabajar o la retirada de las asignaciones a quienes no realizasen función alguna en la familia. A saber: a falta de un Estatuto o Ley de la Casa Real, la medida se podía ver desde otra perspectiva: Quienes formen parte de la familia y realicen funciones representativas (solamente al Rey corresponden, según la Constitución, las institucionales) se equipararían, a tales efectos, a funcionarios públicos, y quienes lo son, en este caso, no pueden realizar otro trabajo por cuenta ajena. Desde el primer día una permanente y progresiva campaña de lanzamiento de imagen de Felipe VI, que cada día presenta como “gesto o iniciativa del Rey” avances de modernidad, puesta al día, acercamiento a los ciudadanos o cambios radicales, eran meras apariencias formales.

La Ley de Transparencia y la Corona

Apenas al inicio del mes de diciembre de 2013, el día 13, el Boletín Oficial del Estado publicaba “Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno”, en cuya exposición de motivo, entre otras cosas se afirma:

La transparencia, el acceso a la información pública y las normas de buen gobierno deben ser los ejes fundamentales de toda acción política. Sólo cuando la acción de los responsables públicos se somete a escrutinio, cuando los ciudadanos pueden conocer cómo se toman las decisiones que les afectan, cómo se manejan los fondos públicos o bajo qué criterios actúan nuestras instituciones podremos hablar del inicio de un proceso en el que los poderes públicos comienzan a responder a una sociedad que es crítica, exigente y que demanda participación de los poderes públicos.

Es evidente que la publicación de la Ley de Transparencia respondió entre otros motivos a la necesidad de dar una respuesta al creciente desprestigio de la clase política, como consecuencia de los numerosos casos de corrupción conocidos a lo largo de los últimos años.

En su discurso de Nochebuena de 2013, el rey Juan Carlos reclamó para sí mismo el compromiso de ejemplaridad y transparencia. No deja de ser una curiosa coincidencia que la Ley de Transparencia coincidiría con el final de un año especialmente gravoso para la Casa Real. De ahí que se pusiera en marcha una campaña de “lavado de imagen”, dentro de la que se inscribió la infrecuente concesión de una entrevista por Rafael Spottorno, entonces jefe de la Casa Real, a Televisión Española.  Este personaje sería posteriormente otro sujeto nada ejemplar, al ser condenado por el uso de las famosas “Tarjetas black” en una cada de masajes. Spottorno aseguraba que la institución cumpliría con la "letra y el espíritu" de la nueva Ley de Transparencia. El entonces jefe de la Casa Real confiaba en que la “norma permita acabar con la imagen injusta de opacidad que tiene la institución. Esta opacidad no existe. Otra cosa es que en esta vida hay que ser discreto", dijo en televisión. Pero fueron los propios acontecimientos los que han provocado que, en contra de lo previsto, la Casa del Rey haya tenido que quedar formalmente comprendida dentro de la Ley de Transparencia. Cuando se presentó el proyecto de Ley por parte del Consejo de Ministros del PP, la Casa Real estaba excluida. En un encuentro con periodistas celebrado en el Palacio de La Zarzuela, y montado al efecto, los portavoces de la institución indicaron que la Casa del Rey propició su inclusión en la citada ley “por coherencia y en consecuencia con lo que venimos practicando desde hace dos años”.  Pero al mismo tiempo, se hicieron observaciones que matizan el conjunto y conviene seguir de cerca: “Parecía razonable –dijeron- que la Casa del Rey encajara. El problema inicial era cómo hacerlo, ya que la Jefatura del Estado tiene peculiaridades porque no es una Administración pública y no podía asimilarse a los Ministerios”. Precisaron las fuentes que las consultas de información derivadas de la Ley de Transparencia que se dirijan a la Casa del Rey las responderá la Secretaría de la Presidencia del Gobierno.

Las comisiones de Juan Carlos I

Con motivo de la elevada donación de la que, a raíz del caso Urdangarín, se tuvo conocimiento, para la adquisición del palacete de Pedralbes, que Juan Carlos había realizado a su hija, se volvió a especular con las otras fuentes de ingresos del monarca, en concreto la llamada “renta del petróleo” o porcentaje sobre el crudo exportado a España por algunas monarquías árabes, idea en su día del ministro José María de Areilza. Lo cierto es que el 11 de diciembre de 2014, través del programa de Radio 3W, Roberto Centeno, Catedrático de Economía, afirmó que el rey Juan Carlos, su amiga Corinna zu Sayn-Wittgenstein y su testaferro, Manuel Prado y Colón de Carvajal, cobraron comisiones por los barriles de petróleo que compraba el España a los países árabes. Entre 1979 y 1990, Centeno fue consejero delegado CAMPSA y se encargaba de pagar los suministros de crudo. "Debido a la intermediación de Manuel Prado y Colón de Carvajal, por encargo de Juan Carlos, España pagaba el petróleo más caro, ya que ambos se llevaban una comisión". Roberto Centeno afirmó: “En el año 1979-1980, cuando España estaba a punto de quedarse sin petróleo por la crisis de Irán y los ayatolas”, Manuel Prado y Colón de Carvajal, entonces testaferro del rey Juan Carlos de Borbón, conminó al entonces ministro de Hacienda, Francisco Fernández Ordóñez, a deshacer un contrato de compra de petróleo en varios países árabes, contrato que se había realizado con la mediación del embajador Fernando Schwartz. Por qué?: “Manolo Prado consiguió, a través del rey, traer una serie de suministros de Arabia Saudita y de los Emiratos con unas comisiones del copón con ruedas. […] La cifra no la recuerdo exactamente, pero había un sobrecoste. Es decir, entre comprarlo directamente, que estábamos hablando de treinta y tantos dólares de aquellos años, si le ponemos la inflación ahora no sé cuánto saldría, desde luego el doble o el triple". @mundiario

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