Los lobos llevados al sacrificio en nombre de una existente manada invisible

suecia
El camión del atentado en Suecia.

Cuando a un terrorista se le califica de “lobo solitario” se le está concediendo un título nada adecuado, porque los lobos fuera de la manada no son nadie.

Los lobos llevados al sacrificio en nombre de una existente manada invisible

Tengo que hacer manifiesta mi fascinación por el lobo. Desde siempre me ha parecido una figura enigmática; a través de su papel en los cuentos, en mi memoria la imagen sonora con sus aullidos bajo la luna, en su esencia como animal libre y casi mágico… He de confesar que me encanta, pero el animal, no esos otros humanos, a los que a veces calificamos como lobos. Cada vez que a un terrorista se le califica de “lobo solitario” se le está concediendo un título que no es el adecuado, porque los lobos fuera de la manada no son nadie.

Hace prácticamente un año, una fotografía se hizo viral. En ella se apreciaba la organización de una manada de 25 lobos discurriendo en fila india y perfectamente situados cada uno en su rol. Los que más saben de esto dieron la siguiente explicación: “Una manada de 25 lobos: los primeros 3 son los viejos o enfermos, quienes dan el ritmo a toda la recua. Si fuera al revés, serían dejados atrás, perdiendo el contacto con el grupo. En caso de una emboscada ellos serían sacrificados. Luego siguen los 5 fuertes, en la línea del frente. En el centro está el resto de los miembros de la manada, luego de los 5 siguientes. El último va solo, el alfa. Él controla todo desde la parte trasera. En esa posición tiene la visión global, y es el que decide la dirección. Él ve a todos los de la manada. El grupo se mueve según el ritmo de los ancianos, ayudándose el uno al otro y cuidándose el uno al otro. Pero es el último el que realmente tiene el mando sobre tropa”.

Me voy a aventurar a hacer una transposición de esta distribución jerárquica animal a la casuística humana y social, para acercarnos a una posible interpretación sobre el comportamiento de estos diseñadores del terror que pretenden atentar a lo más nuestro, la libertad y el derecho de los que disfrutamos los que no somos como ellos. Pero hay que tener en cuenta que esa fortaleza de la sociedad occidental, tan nuestra, es a la vez la mayor de todas nuestras debilidades como grupo, ya que a veces frena acciones contundentes de nuestra defensa. Y los lobos lo saben.

Humildemente me atrevo a afirmar que a veces la realidad humana supera a los comportamientos animales, quizá se deba a nuestra esencia que de animal tenemos, y mucha, y que desde nuestro subconsciente copiamos a veces de manera instintiva, cuando surgen los peores sentimientos tan primarios como el de matar.

Si tomamos en consideración la descripción del rol de cada uno de los lobos en la manada visualizada, en primer lugar nos encontramos con “la experiencia”. Los ancianos de esas organizaciones mayoritariamente tribales (no lo digo yo porque sí, es cuestión de ahondar en las diversas facciones que atemperan en la estratificación social de los diversos grupos que componen el DAESH), son los que de avanzadilla pregonan la sinrazón aleccionando al resto. A continuación se detecta “el mando”, es decir, los líderes de las agrupaciones más o menos conocidos que acaudillan a la mayoría. En tercer lugar el grupo más numeroso, “la masa”, los que obedecen sin más, los alienados, los que reciben las órdenes sin rechistar. Los que aleccionados por la “sabiduría” de los ancianos que cumplen las órdenes de los líderes a pies juntillas, pero siempre bajo el poder decisorio del líder alfa. Tras ellos “el control”, desarrollado por otros lobos que sin tener un papel preponderante ahí están para que no se pierda nadie en su ruta. Los peligrosos lobos de la retaguardia. Y al final “el gobierno”, el lobo que nadie identifica como tal, pero diseña, rige, preside y su palabra es ley. El jefe supremo de la manada.

Y precisamente es este último el que empuja desde atrás a los lobos de la vanguardia (la masa), los cuales no tienen por qué actuar en beneficio del grupo, simplemente son elegidos para cumplir ese cometido y desde la tutela del alfa hasta el aleccionamiento de los ancianos, son empujados al sacrificio. Siempre habrá lobo que ocupe su lugar cuando fenezca y jamás le legará el turno al jefe. Observando esta estratificación “social” del grupo, me vino a la memoria el concepto desarrollado por Hesse en su obra el “Lobo Estepario”. El autor nos describe la disyuntiva del protagonista entre su humanidad y su lobuna apariencia huraña, su agresividad y su desarraigo, características comunes que imperan en el perfil de la masa en la manada de los lobos o los  “reclutas” del DAESH.

Estos mal llamados lobos solitarios, representan a unos ciudadanos europeos, mayoritariamente inmigrantes de segunda generación, que son calificados por algunos a través de un rol de víctimas de la sociedad en la que habitan y no encuentran su lugar. Yo soy de los que pienso que esa descripción de Hesse se puede aplicar a estos individuos en base al proceso de deshumanización que tiene su inicio en la captación por las enseñanzas de los ancianos, dirigida por el líder en base, a la desubicación y desolación social, la cual tiene su punto de partida, cuando ingresan en las filas de tan desalmada organización, y absolutamente imprescindible para llegar a aceptar ese sacrificio impuesto.

Quizá sea una interpretación muy personal, pero visto lo visto, y a la luz de los tremendos acontecimientos terroristas yihadistas sufridos, me paré a analizar la disposición de la citada manada, y fue lo que me ha servido de base para establecer esta teoría de estratificación social que al final, nos muestra que cuando se quiere hacer daño, hay algo que indica que ninguno de estos lobos está fuera de la colectividad, que aún invisible a ojos de todos, existe. Al final nadie actúa solo, la pertenencia al grupo impera, y todos se sienten lobos.

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