Entre líderes-marioneta y ventrílocuos desaprensivos

Rockefeller y José Luis Moreno. / TV
Rockefeller y José Luis Moreno. / TV

Detrás de cada uno de nuestros divinos líderes a gusto del consumidor de ideologías low cost, hay un Rasputín mercenario, frío y calculador, cuyas manos manejan los hilos y mecen la cuna del presente y el futuro de nuestra historia. ¡Hala, chicos, a votar!

 

Entre líderes-marioneta y ventrílocuos desaprensivos

Estamos tan atentos a las marionetas, un tal Pedro al alza, un tal PPablo a la baja, otro tal Pablo intentando pescar a la desesperada en aguas revueltas o el tal Albert en su desconcertante viaje al centro de ninguna parte, que no prestamos atención a sus ventrílocuos, a las manos que manipulan sus gestos, a los fríos y calculadores cerebros que escriben sus guiones, a las Mari Carmen y José Luis Morenos que son los auténticos dueños de sus palabras y de sus silencios. Nos paran por las calles o nos asaltan por teléfono los agentes de campo del CIS, el resultado de la evolución de aquella especie de la antigua Roma a la que llamaban Augures, y caemos en la fabulación de darles vida, de elevar al rango de líderes carismáticos a muñecos, como de madera, a los que, más tarde o más temprano, acaba creciéndoles la nariz como consecuencia de los mismos deslices que Pinocho.

Queridos compatriotas y sin embargo amigos: es probable que no seamos tan listos como nos creemos y es posible, también, que no seamos tan tontos como a veces nos hacen parecer. Lo que pasa es que nos están, nos estamos aficionando a los “relatos”, a ver si me entiendes, y una gota fría de frivolidad intelectual ha convertido la historia en inútiles páginas de papel mojado. Hemos olvidado, por ejemplo, los estragos que han hecho aquí lo dichosos validos, Conde Duques de Olivares, Duques de Lerma, Godoys, Esquilaches, por los siglos de los siglos, y les hemos dado cancha libre, patente de corso, a esos Rasputines infiltrados en los partidos que riegan los egos y calientan las orejas de los sucesivos líderes de paso por las siglas de las siglas.

Detrás de cada uno de los actuales aspirantes a inquilinos de La Moncloa, puede ser que haya una gran mujer, como reza ese tópico histórico-machista que han ido desmontando las Indira Gandhi, las Margaret Thacher, las Michelle Bachelet, las Golda Meir, las Benazir Bhutto, las Angela Merkel, las Mary McAleese, damas de esas que jamás se habróan presentado al casting de “Mujeres al borde de un ataque de nervios” de Almodovar. Lo que si es seguro, en cambio, es que siempre hay ya un mercenario, un Iván Redondo detrás de Pedro, un Fernández-Lasquetty detrás de PPablo, un Pablo Gentili “canchero” y boludo detrás de su homónimo Iglesias, diseñando relatos en vez de programas, suministrando muchos argumentos para que fluyan los cuentos y muy pocos datos para que salgan las cuentas.

Este frívolo y desconcertante tramo de la historia de España, que empezó con la irrupción de Pedro Arriola como ventrílocuo de Aznar y de Rajoy, es el peligroso y trascendente antecedente del inocuo y entretenido “Club de la Comedia” que nos ha arrancado carcajadas ante las pantallas de los televisores. El mensaje lo recitan y lo interpretan los monologuistas, con más o menos talento para encandilar al respetable público, pero lo confeccionan los guionistas, entre bambalinas, con exageraciones o mentiras Goebelianas que, repetidas mil veces, aspiran a convertirse en verdades . Lo que pasa es que, en el Club de la Comedia política propiamente dicho, hombre, nos puede hacer mucha gracia lo que van diciendo y como lo van diciendo en las tribunas, en las emisoras de radio en los platós de televisión, a través de las redes sociales, esas disciplinadas y populares marionetas manejadas por hilos, pero luego, claro, te puedes pasar toda una legislatura amargado con lo que hacen y cómo lo hacen.

Antes, cuando Adolfo y Felipe, era todo más transparente. También ambicionaban enfermizamente el poder, no nos engañemos, pero anhelaban un fin que podía justificar los medios. A Suárez nadie le ha podido negar que irrumpió en La Moncloa con la democracia debajo del brazo. Y, a González, el ídolo que no acaban de poder derribar los exorcistas neoprogres, siempre le figurará en su haber el cambio sociológico más profundo, más trascendental, más terapéutico de la inmunodeficiente historia de España. Antes, cuando Adolfo y Felipe, ya digo, los Aurelio Delgado (Lito) y los Julio Feo (Hulio) no les susurraban a sus líderes lo que tenían que decir, sino que esperaban a que sus líderes les dijesen a ellos lo que tenían que hacer. El problema de los aspirantes a Adolfos y Felipes de ahora, miradles, es que se pasan el tiempo esperando que sus respectivos Rasputines les indiquen el cuándo, el cómo, el dónde, el por qué y el qué tienen que decir o se tienen que callar.

O sea, que esto ya no va de líderes, oye. Esto va de Macarios, Rockefellers, Doña Rogelias, muñecos/as de esos y sus respectivos José Luis Morenos y Mari Carmenes. Esta es una España de marionetas, ventrílocuos desaprensivos, Rasputines mediáticos, francotiradores on line y un cándido, manipulable y siempre respetable (aunque no sé si respetado) público, al que espero que le perdone, que nos perdone la historia porque, francamente, señoras y señores, no sabemos lo que hacemos, no pensamos lo que votamos, nos importa un huevo de dónde venimos y nos trae sin cuidado a dónde vamos o a dónde nos quieren llevar. Quizá seríamos buenos vasallos si tuviésemos buenos señores; quizá no tenemos buenos señores, ay, porque somos pésimos vasallos. Qui le sait? @mundiario

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