Los líderes europeos se alían para reconocer a Guaidó como presidente de Venezuela

Bandera de Venezuela. / HC
Bandera de Venezuela. / H. C.

El encargado de negocios de Venezuela en Estados Unidos resalta la importancia de que la crisis que afronta su país haya sido discutida en la ONU. Maduro intenta resistir y Guaidó dice que no irá a unas elecciones que no tengan las condiciones y garantías reales.

Los líderes europeos se alían para reconocer a Guaidó como presidente de Venezuela

El 23 de enero de 1958 marcó el punto de inflexión en la historia venezolana. Tras 22 días de protestas contra la gestión del dictador Marcos Pérez Jiménez, se instauró un régimen democrático que dio al país un esplendor de desarrollo y crecimiento económico sin parangón. Se sucedieron en el poder gobiernos liberales y neoliberales, socialdemócratas y socialcristianos, hasta que a finales de la década de los 90 el declive de los partidos tradicionales llevó a hablar de agotamiento del viejo modelo bipartidista. No ayudaron los casos de corrupción que salpicaron tanto al democristiano COPEI como a la socialdemócrata Acción Democrática. La grave crisis política se tornó en económica y el gobierno de Rafael Caldera adoptó poderes excepcionales en junio de 1994, que suspendieron durante un año las garantías constitucionales. La inflación crecía descontrolada, el déficit público estaba en cifras inviables y la criminalidad se adueñó de las calles. Tras varios planes infructuosos, Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela, y cual predicador hizo de la televisión su mejor arma y tomó decisiones omnipotentes y omnipresentes, envuelto en un halo divino/religioso que capilarizó a muchas capas de la sociedad, pero fundamentalmente a las más humildes, aquellas que no tenían nada que  perder y –creían– mucho que ganar. 

Su heredero y fiel escudero, Nicolás Maduro, quiso llevar el modelo Chávez a su máxima expresión, y ofreció  el paraíso terrenal a los más débiles hasta disolver a la sociedad venezolana como azucarillo en el café. Los más afortunados salieron del país, los demás permanecieron, en muchos casos inhibidos por el miedo y la pérdida de libertades y valores bajo la descomposición de un régimen que ya no se molesta en guardar las formas y respetar la apariencia de la separación de poderes. La investidura de Maduro el pasado 10 de enero dio buena muestra de ello. Se saltó la Constitución y juró el  cargo de Presidente ante la Corte Suprema de jueces a sus órdenes, en lugar de hacerlo ante la Asamblea Nacional. Dentro y fuera, se han visto las anomalías de un país devastado por la crisis y por los movimientos absolutistas, que llevaron a muchos dirigentes internacionales a considerar su investidura como ilegítima.

Juan Guaidó. / El EstímuloJuan Guaidó. / El Estímulo

La llegada de Juan Guaidó   

Juan Guaidó, cofundador de Voluntad Popular, el partido político de Leopoldo López –arrestado por las protestas de 2014–, protagonizó un golpe de timón, tratando de emular al que derrocó a Pérez Jiménez, el mismo  23 de enero pero 61 años después. La erosión del régimen económico vestido de falsa democracia ha destapado un régimen dictatorial cuyo maquillaje en forma de múltiples  referéndums ha acabado por destapar la realidad. Ni el control de precios, ni la ocurrencia de apelar a una solución virtual como la creación de una moneda virtual llamada petro, han podido con la realidad de un país arruinado, a pesar de que tiene las mayores reservas mundiales de petróleo, gran parte del gas natural, de las más abundantes de oro y diamantes, además del increíble tesoro natural que un turismo bien organizado podría aprovechar.

Desde 2016 el poder adquisitivo del bolívar se desplomó y cada día los venezolanos han tenido que sortear nuevos obstáculos para sobrevivir en medio de un sistema económico colapsado y usurpado por un estatalismo impropio de lo que llaman el socialismo del siglo XXI. El resultado económico es palpable. La escasez de lo básico y la hiperinflación pasaron a ser los problemas fundamentales del país. El IPC superó el 50% en 2017, límite a partir del cual Philip Cagan estipuló la materialización de la hiperinflación. No es preciso ir a buscar índices ni tecnicismos, basta con referir que para tomar un café en Caracas es preciso llevar un carro lleno de bolívares, esos que ya los cajeros de los bancos no escupen más que en contadas ocasiones.

Con una inflación del 13.000% en 2018 y una contracción económica que supera el 15%, los intentos por subir artificialmente el salario mínimo han sido infructuosos y a día de hoy no alcanza ni siquiera para comprar un pollo o una docena de huevos. La hiperinflación se ha convertido en una herida abierta en un país que se desangra ante la aniquilación de su sistema productivo.

Un país dependiente del petróleo

Venezuela depende del petróleo hasta el punto que la evolución de su PIB está condicionada en un 97% por su cotización. Con el “oro negro" a 130 $ barril era sencillo prometer el paraíso terrenal, pero ahora cotiza a la mitad y la producción no supera el millón y medio de barriles al día. Los devotos incondicionales de antaño, un estrato de población dependiente de los subsidios estatales, han dejado de recibir pan y han de conformarse solo con el circo y, esto, no parece suficiente; su paciencia se ha agotado con el hambre.

Según los últimos datos publicados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), coincidentes con las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), las mayores incertidumbres para el crecimiento de América Latina están precisamente en Venezuela, que espera una nueva contracción en 2019 del 10%. La “maldición del excremento del diablo” como Juan Pablo Pérez Afonzo, fundador de la OPEP, se refería al petróleo se cumple una vez más. Aunque, es evidente que  el problema no es de los recursos, sino del uso que se hace de ellos.

Carlos Vecchio, el encargado de negocios de Venezuela en Estados Unidos, ya resaltó la importancia de que la crisis que afronta su país haya sido discutida en la ONU pero el desenlace aún está por escribirse, pendientes de la decisión final del ejército venezolano y de la comunidad internacional. EE UU, que fue el país que trasladó la crisis venezolana al Consejo de Seguridad, ya se pronunció a favor del autoproclamado presidente Juan Guaidó, del mismo modo que países como Brasil, Colombia, Chile y Argentina. Los líderes europeos también se alían para reconocer a Guaidó como presidente y España, Francia, Reino Unido y Alemania dieron un plazo de ocho días a Maduro para que convoque elecciones. Por el contrario, el papel de Rusia y China serán determinantes para Nicolás Maduro.

¿Triunfará la magia o el miedo en Venezuela? De momento, lo único seguro es que reina un cierto caos político e institucional y que la incertidumbre entre la ciudadanía es máxima. Maduro intenta resistir y Guaidó dice que no irá a unas elecciones que no tengan las condiciones y garantías reales. @mundiario

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