Libertad o comunismo, un eslogan de viejos frentismos

Isabel Díaz Ayuso. / RR SS
Isabel Díaz Ayuso. / RR SS

Ayuso empieza su campaña electoral haciendo reverdecer enfrentamientos de los años 30: su caprichoso trumpismo no repara en posibles daños.

Libertad o comunismo, un eslogan de viejos frentismos

Primero, fueron las elecciones catalanas; después, como en algunos juegos de sorprendentes derivaciones en cascada, los asuntos de Murcia y Madrid. En este momento, tras la conmoción sufrida por las combinaciones de partidos en distintas alianzas y coaliciones, todo el paisaje político ha entrado en proceso de reconfiguración. El adelanto de las elecciones en la Comunidad madrileña el próximo día cuatro de mayo ha conmovido cuanto pueda acontecer hasta el cuatro de mayo; estos días últimos han inducido a pensar que, en el entreacto, no deba existir otra cosa en el horizonte de las preocupaciones de los ciudadanos, y es previsible que el resultado que muestren las urnas altere mucho más el actual panorama, igual que ya marca no pocos acontecimientos en el seno del propio Gobierno central.

En cuanto a los ciudadanos y sus problemas, los líderes actuales y sus formaciones partidistas serán invocados calurosamente estos días y, como en otros rituales similares,  les pedirán  que reflexionen sobre quién les conviene más. Al parecer, si la cadena de acontecimientos en que andamos metidos ha sido por el bien cívico, todos tratarán de contar con ellos y les contarán que son magníficos; cada uno pondrá su mejor sonrisa y se quedará a la espera de que su cara, su nombre y,  más lejos -en letra pequeña- su programa político le suene a cada posible votante en vísperas de escoger la papeleta que decida meter en la urna.

El modelo de Madrid

En la Comunidad de Madrid, ya llevamos unos días en campaña electoral y, en el propio anuncio de estas elecciones anticipadas, quedó en las ondas el eslogan de la candidata del PP: “Libertad o Socialismo”, que, desde que el candidato de Podemos hizo otro gesto teatral para ponerse al frente de sus seguidores, se ha convertido en “Libertad o Comunismo”. Lo también previsible es que, a continuación, vayan apareciendo, en diversos medios y redes sociales, las amplificaciones de qué quiera decirse con el simplista e inquietante eslogan de los del PP en esta campaña.

La Comunidad de Madrid va a ser estos días un relevante foco de atención y de ensayo; todas las apuestas son posibles en este momento y no precisamente del modo deseable para la mejora democrática. Desde hace bastantes años, sobre todo desde 2003 en que el “tamayazo” llevó a Esperanza Aguirre a esa presidencia, fue un laboratorio de las políticas más agresivamente conservadoras, además de propiciar muchos de los líderes y situaciones que, en este momento, están entre los ilícitos penales a la espera de juicio. En las políticas educativas y en las sanitarias, igual que en las que tienen que ver con servicios geriátricos –los tres capítulos centrales de las competencias autonómicas- siempre han dado el cante por el lado de las privatizaciones, al tiempo que erosionaron crecientemente los sistemas públicos que nuestro endeble Estado de Bienestar había logrado levantar. Concretamente, en cuanto a su sistema educativo, pocas regiones de Europa pueden competir con Madrid en indicadores de privacidad y, menos todavía, si se tiene en cuenta el breve tiempo en que lo han logrado; y en cuanto a las atenciones primarias del sistema sanitario, día sí y día no arrecian las protestas de sus profesionales, por encima de los cantos laudatorios oficiales.

Eslóganes viejos

Nadie debiera echar en saco roto, de todos modos, que nada en estos asuntos suele ser nuevo del todo. Cuando se firmó la CE78, se transigió con lo que venía de atrás: los privilegios, subvenciones y demás artilugios de “función social” a que, por ejemplo, se había encomendado la enseñanza privada –católica en su mayor parte-, y que en 1985 encontraron acomodo en una ley de matriz socialista, la LODE, han ido a más y deben tenerse en cuenta para entender dónde estamos. El eficaz eslogan que el PP usó contra la enseñanza pública, desde los años 90, fue el de “la calidad”, los “selectos” y, sobre todo, la “libertad de elección de centro”, como si fuese posible a cuantos no están en los percentiles más altos de las rentas de este país; hoy, para muchos, es un signo de demostración social el mostrar a sus vecinos que llevan a sus vástagos a estos centros y no a uno público. Igual que cuando en los años cincuenta, nuestros padres tenían que elegir entre que fuéramos “a la escuela” o ponernos a “estudiar”.

Es de suponer que lo mismo pase con la “libertad”  que acaban de plantear como eslogan general, y que nos vayamos acostumbrando a pensar que solo ellos son capaces de garantizarnos ese bien tan principal. Ahora, los ciudadanos –y en especial los madrileños por más inmediatamente concernidos- si anhelan expresar su voto harán bien en aparcar las intensas emociones que ya desbordan los medios y que, hoy mismo, han inundado la sesión de control parlamentario, la de censura en la autonomía murciana e, incluso, ha alcanzado a los parlamentarios que –como  TVE ha tenido a mostrado- plantearon cuestiones al Sr. Bárcenas en una comisión de investigación.

Las libertades con la Covid-19

Esta época de confinamientos y desconfinamientos no es buena consejera para la reflexión; empieza a rondar la cuarta ola, las vacunas tropiezan con inconvenientes, y todo propicia el cansancio. Pero no está mal recordar que el modelo madrileño ejemplifica extraordinariamente bien  los derroteros de la supuesta libertad que se empieza a vender. La disyunción con el Socialismo o Comunismo es falsa, además de torpe y frentista –como tantos maniqueísmos históricos, inventados para estorbar toda convivencia-, pero el significado correspondiente a esta “libertad” no lo es menos. Compruébelo cada cual con las políticas de esta autonomía durante este año de pandemia; al margen de dimes y diretes de unos y otros, los datos del cinco de marzo son ilustrativos. En Madrid, vive el 14,2% de la población española; sin embargo, lo que el trato de los responsables de esta Comunidad con la COVID-19 mostraba ese día es que tenía el 19,8% de los fallecidos, el 27,8% de los hospitalizados y el 22, 7% de los ingresados en UCI y, además, peleaban por que los madrileños fueran más libres que nadie de Comunidades vecinas en la cuestión vital de el ir y venir alegremente. Mejor reflexionar ahora que lamentarse más tarde, ¿no? @mundiario

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