La lesión causada por Juan Carlos I a la jefatura del Estado también afecta al Gobierno

El Rey emérito, Juan Carlos I. / Pixabay
El rey Juan Carlos I. / Pixabay
Afecta al Ejecutivo al no adoptarse decisiones políticas. Lo ocurrido ha necesitado de la pasividad de anteriores gobiernos, que conociendo en mayor o menor grado las trapacerías, han mirado a otro lado. El Rey no puede adoptar ninguna decisión ni viajar a otro país sin permiso del Gobierno.
La lesión causada por Juan Carlos I a la jefatura del Estado también afecta al Gobierno

Bribón fue el nombre  de varias de las embarcaciones de recreo del anterior Jefe del Estado. Retrospectivamente, parecen el autorretrato de su dueño. Quién debía una posición vital extraordinaria al interés de los políticos de la transición en sortear un conflicto, aceptando la designación de Franco, posteriormente refrendada mayoritariamente por el país, ha demostrado una vis rapaz, incompatible con la dignidad de su cargo. Que haya ejercido su cargo con acierto durante décadas, no borra el estigma de haber engañado a la Hacienda Pública, de desarrollar conductas privadas ilícitas, aparentemente habiendo participado en negociaciones prohibidas a los funcionarios para alterar el precio de los contratos, y, según muchas informaciones no desmentidas así como de declaraciones de sus colaboradores, haber aceptado donaciones irregulares. La justicia determinará si éstas lo eran en concepto de coimas, comisiones o sobornos.

El silencio desdeñoso en el que se ha recluido el Rey emérito, está dejando lesionada a la jefatura del Estado por muchos años, tal vez de forma irreversible. Y al no adoptarse decisiones políticas, afecta al Gobierno. Porque lo ocurrido ha necesitado de la pasividad de anteriores gobiernos, que conociendo en mayor o menor grado las trapacerías, han mirado a otro lado. Recordemos que el Rey no puede adoptar ninguna decisión ni viajar a un país extranjero sin permiso del Gobierno, que además controla todo su aparato de seguridad.

El anterior Rey emérito parece haber seguido la misma pauta de conducta de tantos gobernantes, cómo Pujol, Rato, Zaplana, Matas, Roldán y un largo etcétera, tristemente largo. Personajes que han confundido su cargo público con una sinecura privada, algo solo posible por el clima general de impunidad ante la corrupción. Qué haya que pedir auxilio económico a los países europeos mientras la prensa retrata al Jefe del Estado manejando una máquina de contar billetes que afluían en aviones oficiales, es una imagen de república bananera que España no merece. Y cuyas consecuencias apenas podemos deducir. La Leyenda Negra es literatura frente a esto.

La política española, al revés de los países más honestos, ha sido tolerante con la corrupción, considerándola como hechos individuales y no como un problema estructural de la propia política. Así se ha enquistado, con los partidos políticos negando los casos hasta que la lentísima Justicia dictaminada. En el caso de la Jefatura del Estado, sobre la que existían datos comprometedores desde hace dos décadas, la irresponsabilidad ha sido manifiesta.

Tarda mucho una decisión que solo puede ser el exilio definitivo y la restitución a la Hacienda de lo defraudado. Desgraciadamente la inviolabilidad le protege haciendo inviable el castigo que merecería cualquier otro ciudadano. Soportará el desprecio general. Y el Gobierno haría bien en aprovechar el escándalo para reforzar la lucha contra la corrupción. En los planos político, administrativo, fiscal y mediático. Que el escándalo sirva para algo. @mundiario

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