De la habilidad de Ciudadanos depende que los contrarios al secesionismo encuentren espacio

Inés Arrimadas. / RR SS
Inés Arrimadas. / RR SS

La victoria de Ciudadanos en las elecciones catalanas tiene varias lecturas, pero una es evidente: ha llamado a los hechos por su nombre y ha tocado tabúes del nacionalismo, frente a las posturas condescendientes de la izquierda no nacionalista

De la habilidad de Ciudadanos depende que los contrarios al secesionismo encuentren espacio

“Puta Arrimadas”, coreaba un grupo de niños al día siguiente de las elecciones catalanas. Datos de contexto: centro de Barcelona, todos los progenitores con estudios superiores, profesionales y autoconsiderados como modernos y liberales. Dato de choque, los niños tenían siete años. Hipótesis menos probable, lo escucharon en el colegio, de sus mayores. Hipótesis más probable, reproducen lo que oyen en familia.

Segunda viñeta. Guardería municipal en un barrio de moda de Barcelona, en cuya entrada un panel recibe a las familias con una explícita y militante carta de apoyo a los independentistas presos firmada por el profesorado. Tercera viñeta. Una Facultad de Barcelona donde cada semana un profesor enciende un cirio en conmemoración, dice de “los presos políticos”. Los ejemplos o anécdotas se multiplican desde hace años. ¿Hechos inconexos o consecuencias directas del clima creado en las escuelas catalanas? 

La victoria de Ciudadanos en las elecciones catalanas tiene varias lecturas, pero una es evidente: ha llamado a los hechos por su nombre y ha tocado tabúes del nacionalismo, frente a las posturas condescendientes de la izquierda no nacionalista, de la misma forma que lo ha hecho sin acritud, frente a la actitud inflexible del PP. Por ejemplo en la cuestión de la enseñanza. Durante décadas ha sido un postulado (idea que no necesita ser demostrada) que la inmersión lingüística, el monolingüismo “de facto” era la forma de evitar una sociedad dual o, según los radicales, de “construir una nación”. Lo segundo sin duda ha tenido más éxito, pero los efectos de la inmersión están a la vista: es el primer mecanismo para la exclusión. Más que ante un postulado estamos ante una idea política que debería de ser discutida como cualquier otra.

Por otra parte los designios del Gobierno catalán, nacionalista durante décadas, han introducido una visión sesgada en la  enseñanza de la Historia y han relegado la enseñanza de la lengua común española a dos horas semanales que a veces se dedican a actividades distintas, para dejar claro su carácter complementario. No hablaremos aquí, del curriculum oculto, de los valores que se transmiten aunque no figuren en el curriculum oficial.

Hoy, en gran parte de Cataluña, el ocio está monopolizado por el nacionalismo. Ya sea un grupo de scouts, una coral, una asociación de castellets o una organización profesional, el nacionalismo ha impuesto su visión

Hoy, en gran parte de Cataluña, el ocio está monopolizado por el nacionalismo. Ya sea un grupo de scouts, una coral, una asociación de castellets o una organización profesional, el nacionalismo ha impuesto su visión. El ciudadano lo toma o se autoexcluye de la comunidad, del pueblo portador de los valores ideales, frente al pueblo vecino, España, que encarna los valores contrarios. Así se explica que de forma natural un club de fútbol o un colegio profesional se incline públicamente por una opción política, puesto que en realidad lo hace por “el pueblo” o “la nación”. El ciudadano contrario puede recluirse en su casa, aislar a sus hijos, limitar su vida pero difícilmente puede oponerse salvo que busque complicaciones o esté abiertamente implicado en la política.

La izquierda no nacionalista, PSC y Comuns, parece noqueada ante esa realidad. Junto con el marxismo enterró la concepción del nacionalismo como propuesta derechista pasando a considerarlo como rasgo de la nueva política, igual que el ecologismo, el pacifismo o el feminismo. Poco a poco la identidad, siempre tan seductora, difuminó las fronteras ideológicas, de ideas o proyectos, para crear otra frontera, emocional, visceral, que compromete la vida total frente a quienes no forman parte de esa comunidad idealizada.

No sabemos casi nada de Ciudadanos, nunca han gobernado. Difícilmente lo harán ahora pero han alterado drásticamente los datos del problema. De su habilidad dependerá que los electores contrarios al secesionismo encuentren espacio político y que su discurso ofrezca soluciones comprensibles a un problema situado a día de hoy en un callejón sin salida. Depende de ellos, con su nueva fuerza electoral, crear una alternativa real al totalitarismo nacionalista. Los demás han renunciado. @mundiario

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