La peineta de Bárcenas en la terminal de Barajas constituye un gesto de desprecio al país

Solamente una catarisis de los partidos en la que se descubran todas las miserias, caiga quien caiga, podría frenar el gran cabreo ciudadano que bordea ya peligrosamente el estallido social
La peineta de Bárcenas en la terminal de Barajas constituye un gesto de desprecio al país

Luis Bárcenas, a su llegada ayer al aeropuerto de Barajas /Foto: GTRES

La peineta de Bárcenas quedará en las hemerotecas no como un gesto de desprecio a los profesionales de la prensa que lo esperaban en el aeropuerto de Barajas sino a toda una sociedad española que asiste impávida a la escenificación de un clima indiscriminado de corrupción que nos sirven por entregas, como si se tratara de una serie de divertimento. La peineta de Bárcenas es un corte de mangas a los valores cívicos que deben presidir una sana convivencia democrática y refleja, mal que nos pese, la decadencia que se extiende imparable como la mancha negra y viscosa de un Prestige imaginario que encallara en los bajos fondos de partidos e instituciones. Ese sujeto que levanta el dedo medio con gesto chulesco, de macarra de barrio chino venido a menos, debería estar ya camino de la trena con toda la escolta que lo protege impunemente.

Silogismo

El tertuliano y polemista Fernando Berlín tiraba este día de "silogismo" en un plató de televisión. Decía el periodista que si la Jefatura del Estado está en manos de Urdangarín y la presidencia del Gobierno en las de Bárcenas, los españoles estamos ahora mismo a merced de dos supuestos delincuentes. Uno cree que ya está siendo tarde para que las formaciones políticas tradicionales saquen a España de este inimaginable laberinto. Está peligrosamente minada su legitimidad moral y autoridad. Solo una reacción fulminante y sin ambages, una catarsis de los partidos en la que se descubran todas las miserias y se ponga coto a tanto desmán, caiga quien caiga, podría actuar de amortiguador de un gran cabreo que bordea ya el estallido social.

Con casi seis millones de parados, una crisis que descarga su peso sobre la clase trabajadora y capas medias, con pérdidas de vida humanas por la cruel actuación de las entidades financieras en el proceso de los desahucios y esta macabra teatralización de corruptos y mentirosos, la sociedad, hay que reconocerlo, está dando muestras de una gran serenidad dentro de la convulsión. Pero esta rabia contenida tiene su límite.

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