La Diada del todo o nada

Una imagen de la Diada. / Twitter
Una imagen de la Diada. / Twitter

Antes este día de fiesta lo era para el conjunto de los catalanes, ahora se ha apropiado de él el independentismo militante. La Diada es, hoy, ante todo, una exhibición de fuerza soberanista.

La coreografía de la Diada es cada año diferente. Pero lo que también ha cambiado a lo largo de los últimos años es su propiedad. Antes este día de fiesta lo era para el conjunto de los catalanes ahora se ha apropiado de él el independentismo militante. La Diada es, hoy, una exhibición de fuerza soberanista: todos a la calle para exigir autodeterminación, para acusar de autoritario al gobierno de Rajoy y para mirar a los ojos, de muy malos modos, a alcaldes no independentistas, a guardias civiles o a policías.

Una cadena humana, una uve, una cruz... la escenografía es lo de menos. Lo importante es subir los decibelios del manifestódromo independentista para canonizar en la calle el atropello a la democaracia que hemos vivido la semana pasada en el Parlament de Cataluña.

Pero la mística del derecho a decidir se desvance ante la violencia institucional del govern, ante la utilización descarada de la manifestación contra los atentados de Barcelona de agosto, ante adhesiones tan grotescas como la de Arnaldo Otegui o Julian Assange.

Y hay más. No podemos olvidar quienes son los cuperos. Para los antisistema el procés, el PDCat o ERC son sólo el medio para alcanzar su objetivo: “el mambo”. Es especialmente ilustrativo el anuncio televisivo editado por la CUP estos días. En él se observa como sus miembros más relevantes tiran por un acantilado una furgoneta que simboliza el procés. El proceso ha rematado, ahora viene el mambo, dice Anna Gabriel. El mambo, la juerga, la desobediencia, el atropello... “nos vemos en la calle” dijeron los cuperos en el Parlament.

Pero la consagración del cisma en Cataluña abocaría a la ruptura a la alianza inestable que hasta ahora han mantenido la burguesía catalana y los antisistema. Se manifestaría en toda su crudeza. La gran parte de la burguesía catalana que, hasta ahora, ha respaldado el proceso se daría de bruces con los anticapitalistas, antisistema, antipatriarcado. En su actitud supremacista -nos independizamos porque somos mejores que vostros- no dejan títere con cabeza. Todo vale.

Pero en el alma de un verdadero demócrata surgirán fuertes contradicciones. Visto lo visto, entre el deseo soberanista y la auténtica convicción democrática ¿qué es preferible? Lo hemos vivido esta semana en el Parlament, el portavoz de CSQP, Joan Coscubiela, encarna como nadie esa contradicción insalvable. @EgeaPilar

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