Carencia de una oferta ética, política y moral en el Gobierno conservador español

Tras el acceso de un nuevo Gobierno en este caso de orientación derechista cabría albergar expectativas de un conocimiento previo del escenario e ideas innovadoras.
Carencia de una oferta ética, política y moral en el Gobierno conservador español

Mariano Rajoy, con Angela Merkel

La política pierde su carácter instrumental de mecanismo para alcanzar prosperidad colectiva y cohesión social cuando bajo su manto se ampara una ceguera cerril ante actitudes y tropelías éticamente repugnantes con virulenta capacidad de difusión. Desde el maniqueísmo de justificar en el fin medios espurios, se abandona toda moral social. Se da la espalda a unos mínimos principios de gobernanza: los que diseñan la armonía de objetivos. Que promueven desarrollo económico, social e institucional  a la par que concilian el equilibrio entre Estado, sociedad, mercado y  economía.

Tras el acceso de un nuevo gobierno en este caso de orientación derechista cabria albergar expectativas tanto de un conocimiento previo del escenario, como aportación de  ideas innovadoras con las  que romper las inercias del agotamiento del modelo anterior tan reprobado por los recién llegados. Del mismo modo la contribución de propuestas eficaces para el conjunto de la sociedad más allá de sus intereses privativos. Máxime cuando en su postulación la formación “popular” invocó hasta la saciedad el efecto bálsamo por su mera  presencia en La Moncloa. Un año y un presupuesto han bastado para malversar las esperanzas depositadas en el gobierno conservador dejando al descubierto sus carencias Ni conocimiento previo. Ni nuevas ideas. Ni nuevas políticas. Y menos, apuntes de regeneración ética. ¿Novedoso?...las alarmantes miradas al retrovisor desempolvando en materias sensibles.- educación o derechos civiles-, usos del pasado menos edificante. Hasta el Sr. Aznar en su primer mandato aportó un cierto estimulo más allá de la curiosidad de hablar catalán en la intimidad. Al presente la sequía de ideas parece total. La credibilidad internacional del gobierno, si realmente la hubo más allá de las peculiares percepciones oníricas que de si mismos tenían, esta totalmente dilapidada. La cariñosa amnistía fiscal para los defraudadores era infumable en origen. Lo que piadosamente pudiera haberse quedado como una mera torpeza del Sr. Montoro, con lo que se va conociendo anuncia ser una inmoralidad colosal fabricada por encargo. Mas, si en paralelo se precarizan los medios operativos de las unidades de lucha frente al fraude fiscal.

La conducta ética de los gobernantes

Cada mañana España amanece incrédula ante la conducta ética de sus gobernantes. Comportamientos inadecuados manan en catarata cenagosa desde la jefatura del estado hasta alguna de las más altas instancias del poder judicial, del legislativo y de los  poderes ejecutivos en las diversas instancias sin que sean ajenos a la contaminación ciertos sectores empresariales. El desafecto de la ciudadanía ante la actuación  de quienes ejercen tareas de gobierno y representación es realidad dramática. Enciende las alarmas contemplar como de forma artera se induce a confundir la política, -la más noble y digna de las actividades colectivas-, con algunos de sus infaustos gestores. O se pone el acento de forma torticera en intentar asociar a actores políticos de diverso signo  en las mismas prácticas.

Las cúpulas de las organizaciones partidarias más decisorias tacita o explícitamente coartan y son renuentes a la participación cívica en el necesario proceso de sentar las bases para la  construcción de  una nueva posición de la ciudadanía, así como en el reconocimiento del pleno ejercicio de sus derechos fundamentales.  Algo que a corto y medio plazo es demoledor en orden a socavar más si cabe el desafecto por una democracia cuya debilidad y carácter epidérmico esta sobradamente en entredicho. Es menester  que las oligarquías partidarias entiendan el ansia de la ciudadanía en desterrar las trabas ante el requerimiento de una equidad social con la que poner fin a la irritante dicotomía que separa lo colectivo de lo económico. Que doblega tenazmente lo social a ciertas formas de entender la economía. Transformaciones que exigen desde una profunda reforma constitucional hasta aspectos estructurales que permitan atender la pavorosa bolsa de parados y jóvenes sin horizontes. Que dignifique y haga honorable y transparente la gestión de lo público. Que finiquite ese culto a la opacidad que como observamos en estos días repercute en la falta de confianza de los inversores, de los socios comunitarios y la de ciudadanía en orden a la fiabilidad  del depósito realizado de las decisiones que a todos atañen en manos de los poderes públicos.  Ignorar estas aspiraciones populares cuando ya queda atrás la primera década del siglo XXI es dar la espalda al futuro y caminar irremediablemente al fracaso como sociedad.

“El Mal Gobierno y el Buen Gobierno”

Desde mediados del siglo XIV un conjunto de frescos de los hermanos Lorenzetti que se conservan en la ciudad italiana de Siena representan “el Mal Gobierno y el Buen Gobierno”. De la metáfora pictórica las virtudes que adornan el Buen Gobierno cabe obviar su referencia por no hallar espacio para ello en la actualidad. Del Mal Gobierno se halla expresada la Tiranía, la Justicia atada e incapaz de actuar, gobernantes con apariencia nociva cuyos epítetos son la Avaricia, la Soberbia y la Vanagloria. El pueblo se representa sumido en la enfermedad, disputas y conflictos en una ciudad yerma y moribunda. El Terror domina la escena y el gobernante se aprovecha de el como elemento de tutela férrea. Parodiando la socorrida cita común de algunos films cabria señalar: “cualquier parecido con la realidad actual NO es pura coincidencia”. Radiografía moral de una época perfectamente superponible setecientos años más tarde cambiando apenas los rostros...

Proscribir las malas prácticas y el oscurantismo de la acción de gobierno y sancionar enérgicamente las conductas inapropiadas evitaría circunstancias como las que tan amargos momentos están haciendo pasar afectándole incluso en lo personal al Presidente Mariano Rajoy. Pero sobre todo deteriorando la imagen de España.

Urge recuperar una enfoque de país donde el compromiso del Estado – así lo marca la Constitución- esté al servicio de construir una sociedad equilibrada, no excluyente, ni regresiva. Con protagonismo de la sociedad civil, la ciudadanía, como primer actor del elenco indispensable de sinergias y donde la gobernanza no  sea una de tantas  tareas diferidas para “septiembre” por los llamados a administrar el bien común, como malos estudiantes que dilapidan un tiempo cada vez más escaso.

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