El corta y pega es un mal signo de calidad, educativa y cívica

Copia y pega. RR SS.
Copia y pega. / RR SS.

Las chuletas eran anecdóticas; el modelo oportunista que algunos representantes políticos ejemplifican les invalida para plantearla y exigirla.

El corta y pega es un mal signo de calidad, educativa y cívica

Ese juego por el que se pueden tener certificados que acrediten lo que no se es ni lo que se sabe es antiguo, como los falsos títulos de virginidad de las doncellas, de que ya daba crédito la Celestina en 1499. El clásico copieteo y las chuletas para situaciones que ponían a prueba el talento inquisitivo de los maestros, ha sido ampliamente superado. Antes de que entrara la informática en las bibliotecas, no era inusual –en las universitarias y hasta en otras de más alto rango- que las fichas manuales fueran hurtadas por supuestos investigadores que, de este modo, preservaban de la curiosidad una determinada línea de investigación. Colaterales casos se conocen de quienes, además, habían reunido en casa –lejos del alcance de otros- los libros y fuentes de que nutrirse copiando impunemente.

Tan perezosa sapiencia solía traducirse, burocrática, imponiendo al alumnado –en caso de haber logrado tenerlo- apuntes cuyo  amarillento color crecía proporcionalmente a  su periclitado sentido inicial. A quien en vez de ejercitarse como amanuense subrayara en clase el libro que hubiera tenido la suerte de localizar, podía alcanzarle el rigor del suspenso. Tal profesorado no aguantaba el descubrimiento: saber era repetir en un examen un falso dictado de ignorancia. Era, en todo caso, un epifenómeno vigente todavía en los años setenta, indicativo de muchos otros déficits de aquel sistema universitario, con formas de acceso a la docencia que, además,  conferían a ineptos e irresponsables gran capacidad de mandarinato en su área de supuesta competencia.

En los últimos tiempos, el plagio y la finamente llamada intertextualidad –excusa de que presumen no pocos-  se han añadido los furtivos modos de acreditar a base del corta y pega que tanto facilita la informática. Si es obligación principal e todo alumno tratar de conocer las inclinaciones de su profesorado –antes de meterse sinceramente con lo que le preceptúa como pauta metodológica para aprender y saber-, pronto tenía que acelerarse la extensión del conocimiento de la impostura. Cabe recordar el impulso de imitación que,  en los últimos tiempos, han tenido las corruptelas del rector Luis Suárez, tan insatisfactorias como modelo en el máximo cargo universitario, como por el desarrollo de la investigación que suscitó y sus derivaciones.

El oportunismo meritocrático

De entonces acá, además de que la Universidad Juan Carlos I es noticia excesiva –pues no es la única con casos de este género-, han crecido las quejas de profesores por los imitadores. Tanto en trabajos de cada asignatura, como en los de fin de grado o de máster, son frecuentes las anomalías de este género, sin el más mínimo rubor por parte de quienes son detectados. Casos ha habido, incluso, en que el debate en tribunales para calificar una tesis doctoral, ha versado en torno a si el candidato era merecedor de la máxima calificación pese a estar comprobada la anomalía del corta y pega.

Con Cifuentes y Casado lo anecdótico de esta práctica se convierte en categoría. Lo de la expresidenta madrileña tendrá recorrido mortecino en los juzgados, por ser quien ha sido. Y los títulos universitarios de Casado similarmente. Si lo correspondiente a su grado en Derecho, en el Instituto Cisneros,  ha sido archivado, y si su forma de comprar un postgrado de Harvard en Aravaca no es puesta en cuestión, la otra parte –unas supuestas convalidaciones privilegiadas en el máster de la URJC- es posible que corran mejor suerte y que pueda salvarle Bolonia. En todo caso, los compromisarios que le eligieron para presidente del PP han efectuado, al decir de Pérez Royo, “una huida hacia delante inexplicable”.

“Mérito”, “rigor”, “conocimiento”, “derecho a la educación e igualdad de oportunidades”, son términos tan falseados con estas credenciales como cuando hablan de “esfuerzo”, “calidad educativa” o “libertad de elección de las familias”. ¿De cuáles?  . Sin la ejemplaridad correspondiente, quien impone el criterio es el  privilegiado pelotazo acreditativo, tan banal como hipócrita, tan insignificante como pueda serlo la marca España con tales mimbres@mundiario

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