Jocosos enfoques, o desenfoques, de la política española

Pleno del Congreso de los Diputados.
Pleno del Congreso de los Diputados.

Acaso, y a falta de distintos éxitos municipales, su excelencia quiera poner en solfa ese adagio, revolucionario sin duda, que aconseja: “poca cama, poco plato y mucha suela de zapato".

Jocosos enfoques, o desenfoques, de la política española

Acaso, y a falta de distintos éxitos municipales, su excelencia quiera poner en solfa ese adagio, revolucionario sin duda, que aconseja: “poca cama, poco plato y mucha suela de zapato".

El vocablo revolución tiene dos acepciones muy definidas. De un lado, significa cambio violento y radical en las instituciones políticas de una sociedad. De otro, cambio brusco en el ámbito social, económico o moral de una sociedad. Debemos convenir que brusco implica cierto grado de furor por lo que la violencia aparece en ambos de forma más o menos expresa. Días atrás, José María González -conocido popularmente por Kichi- alcalde de Cádiz, dijo convencido tras observar algunas corrupciones de la “casta” que la honradez era instrumento revolucionario. A la chita callando, se autocalificaba de honrado, así mismo revolucionario, haciendo extensivas tan supuestas y rentables probidades a Podemos, ese partido que parece haber cerrado el círculo de los círculos. Este virtuoso personaje, sin duda, desconoce que la honradez casa con la revolución como un beodo con el agua bendita. Eso, o bien ignora conscientemente qué sustancia siniestra ocultan los afanes revolucionarios dentro del devenir histórico.

Nuestro jaranero regidor complementó su reflexión filosófico-moral añadiendo otra perla bañada ahora con una fina película de frivolidad. Vino a decir que el pueblo debe levantarse pronto porque las revoluciones se dan al alba; parafraseando a Aute, momento en que sangra la luna al filo de la guadaña. Olvida precisar si se refiere al abandono tierno del lecho o al trasnoche mundano, gozoso y algo transgresor. Sea como fuere, el señor González -Kichi- presuntamente hincha de tan arraigada costumbre, solo es observador somnoliento de esa revolución cromática que se atisba cuando las sombras nocturnas dejan paso al destello crepuscular. Acaso, y a falta de distintos éxitos municipales, su excelencia quiera poner en el platillo de los logros ese adagio, revolucionario sin duda, que aconseja: “poca cama, poco plato y mucha suela de zapato”. No contemplo -a fuer de dadivoso- otro esfuerzo, ni vela, para conseguir el bienestar ciudadano. Lo terrible vendría si tal método se generalizara en España de manera abusiva e indeseada.

Se comenta que el ayuntamiento de Madrid tiene quinientos veinticinco vocales ciudadanos con bonificación media de setecientos euros mensuales. Este escenario donde el presunto amiguismo brilla con luz propia, lo cubren todos los partidos municipales sin excepción. Se habla también de que las multas impuestas por la policía local madrileña concernientes a la nueva Ley de Seguridad Ciudadana (conocida por Ley Mordaza) se han transferido a la Delegación de Gobierno para su tramitación y cobro, dicen, por no ser dominio del cabildo. Aquella, ha devuelto expedientes, percepción y trabajo al Palacio de Cibeles para su debida diligencia. Al mismo tiempo, Rita -la bien plantá- ha elevado quejas y lágrimas a la señora Cifuentes por dejar casi huera toda aportación económica a la EMT. Su respuesta fue fulminante: “Aquí se viene llorada a trabajar”. Quizás en otro siglo le hubiera dado una respuesta igual de rotunda pero menos rigurosa: “Pídeselo a tu tocaya, Rita la Cantaora”. No se armó el belén aunque Carmena, poseída por Santa Claus, lo hubiera suprimido de inmediato. En fin, corramos un tupido velo a tan romos lances versallescos.

Barcelona cae bastante lejos -cada vez más- y su alcaldesa dista demasiado, no de mí sino del sentido común. Siempre que un responsable político gobierna a golpes de efecto, toda iniciativa contraviene cualquier sensibilidad social. Detener sine die proyectos que potenciaban el turismo, principal motor económico, no consigue paliarse con la retirada u ocultación de símbolos constitucionales. Entre tanto desempolva un carácter altivo, prepotente, de quien levita sobre la masa algo remisa a concederle el aplauso que se atribuye. Olvida que su vara procede de la componenda posterior, de venganzas estériles pero lesivas para una ciudad medio culpable. Un peaje cuatrienal que han de sufragar los barceloneses y una ilusión particular, íntima, hecha realidad por mor de leyes cuyo venero luego se odia. No obstante, ella sí respeta, o lo parece, el belén vinculado al ayuntamiento. Tamaña audacia probablemente sea debida a esa figura entrañable, profana: el “caganer”; día a día más presente en Cataluña y Valencia donde sobrepasa la tradición para mostrarse reflejo fiel del ejercicio político.

Rajoy, invadido por un extraño y peculiar baile de San Vito, reacciona tibiamente ante hechos que presentan una gravedad incuestionable. Sin que sirva de precedente, debido acaso a la deferencia, acaso al mandato institucional, ha visto unos cuantos líderes políticos sacados, algunos, de efluvios sociales rayanos con el absurdo. Les solicitó un pacto constitucionalista. Al sí pero no del señor Sánchez, se une el no avieso -fácil de prever- del salvador podemita. De los próximos, no me extrañaría que uno, al menos, pateara el mismo camino. Resulta penoso comprobar como jóvenes promesas del futuro político exhiben gran indigencia raptados por dogmas selváticos. Espero y deseo que Garzón, para mí con cualidades notables, no incurra en los defectos timoratos, viejos, estúpidos, de la izquierda evasiva y gestual derivados de un dogma necio. Todos deben arrimar el hombro para bien de España y de los españoles, dejando atrás proyectos o subterfugios espurios, fantásticos y volátiles.

Hoy, cual ejercicio de higiene mental, he decidido entregarme al sarcasmo aunque la situación apremie a dejarnos de burlas o liviandades incompatibles con esta coyuntura. Deduzco que guiado por nuestra idiosincrasia entre el drama y la sátira -a buen seguro el esperpento- acometa un empeño apurado: poner buena cara al mal tiempo. Desconozco si mis ocasionales y amables lectores comulgarán con estos jocosos enfoques, o desenfoques, para hacer digeribles tan inquietantes momentos. Ciertamente, algunas gotas de frescura, de acompañar los tragos con éxtasis, no puede llevarnos a cambios coyunturales. Es recomendable, sin embargo, cambiar a menudo los cristales. Escudriñar con visión nueva, colorista, no altera la realidad pero aviva cierta ilusión caleidoscópica.

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