Dos elecciones, dos fallos épicos de los partidos y, aun así, van por otra

Imagen de un colegio electoral en España.
Imagen de un colegio electoral en España.

Rajoy y Sánchez fracasaron en sus investiduras; Rivera no le sirvió como socio a nadie e Iglesias se ilusionó en vano con dar un sorpasso. Y en diciembre viene otro.

Dos elecciones, dos fallos épicos de los partidos y, aun así, van por otra

Seguramente les ha sucedido. Ese momento en el que, tras regresar de las vacaciones, uno se sube a la báscula y ante la incredulidad de lo que muestra la pantalla cambia el aparato de lugar y hace nuevos intentos para ver si el peso ganado se reduce por arte de magia. Algo semejante parece que les ocurre a nuestros líderes políticos. En seis meses se han enfrentado dos veces a las urnas e incapaces de gestionar los resultados que les hemos devuelto los ciudadanos parecen decididos a repetir el día de Navidad, con los villancicos de música de fondo, por si suena la flauta.

Las maquinarias de los diferentes partidos están desplegando sus argumentarios para salvar la cara de sus respectivos jefes ante los ciudadanos e intentar cargar la responsabilidad del grave bloqueo institucional que vive España en las espaldas de otros. Pero, a estas alturas, hay datos objetivos que permiten anotar a todos algún sonado fracaso. Fracasó Pedro Sánchez en su intento de investidura de marzo. Ha fracasado Mariano Rajoy en esta ocasión. También lo ha hecho, por partida doble, Albert Rivera al ofrecerse como socio en ambos intentos, dejándose en la gatera algunos escaños tras el intento de junio. Y ha fracasado Pablo Iglesias, que no facilitó la investidura de Sánchez en marzo y apostó por la repetición de elecciones convencido de que le llevarían a un sorpasso que duró, como diría Sabina, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.

Pero de poco sirve llorar por la leche derramada. Tampoco la asignación de responsabilidades servirá para desbloquear la situación. Sólo cuentan los votos suficientes emitidos en una sesión de investidura. Y de momento nadie los ha conseguido. Ir a unas nuevas elecciones no es una buena noticia, pero tampoco es un drama en democracia. El verdadero drama es que los candidatos repitan, que nos llamen para votar a los mismos y que el resultado sea aproximadamente el mismo. Porque no siempre a la tercera va la vencida.

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