La integración de los musulmanes españoles, nacionalizados incluidos, es simbólica

Tacones de una joven musulmana. / Pixabay
Tacones de una joven musulmana. / Pixabay

En Francia o Reino Unido han dado lugar a políticas muy elaboradas lo que no ha impedido conflictos raciales y de orden público frecuentes. El terrorismo es un fenómeno novedoso en España pero muy presente en varios países de al menos tres continentes.

La integración de los musulmanes españoles, nacionalizados incluidos, es simbólica

“Nos siguen considerando moros y las chicas no quieren salir con nosotros”, comentaba un familiar de uno de los terroristas de Barcelona. Una forma concisa de expresar el sentimiento de marginación. En el otro extremo y con cierta ingenuidad, una educadora del Ayuntamiento de Ripoll, donde vivían, mostraba su extrañeza pues estaban totalmente integrados, tenían trabajo, proyectos y hablaban catalán.

Los problemas de convivencia e integración de inmigrantes son muy conocidos. En Francia o Reino Unido han dado lugar a políticas muy elaboradas lo que no ha impedido conflictos raciales y de orden público frecuentes. El terrorismo es un fenómeno novedoso en España pero muy presente en varios países de al menos tres continentes. Aquí aparece un rasgo  nuevo: la ideología, que a su vez bebe de una versión rigorista del islamismo. Esa dimensión terrorista reelabora los motivos de conflicto en los países árabes: dificultades para modernizarse, regímenes totalitarios, presencia militar de los países occidentales, el problema palestino, explosión demográfica, etc. La ideología resultante establece un “ellos” y un “nosotros”, como en todos los movimientos totalitarios. Los primeros son despersonalizados, sus conductas execradas y sus valores denostados. Los segundos, representan los verdaderos valores. La ideología  se inculca a través de distintos modos de socialización: internet, determinadas mezquitas, o, en los países árabes, estructuras vinculadas a movimientos políticos, etc. No forman un movimiento unitario, no son soldados o agentes de un Estado islámico, sino células autónomas que brindan una causa absoluta a quienes viven un vacío existencial.

Uno de los expertos sobre el yihadismo más conocidos en España, Gilles Kepel, ha estudiado las tendencias del Islam que ya está instalado en Europa. De un lado, nos dice, están los que pretenden edificar una “ciudadela interior” por lo que hacen especial incidencia en los elementos de control sobre su gente, como el velo de las mujeres o el rechazo de las políticas igualitarias. Frente a ellos, sostiene el autor, es necesario mejorar la inserción política y social de inmigrantes de segunda y tercera generación, para que participen en las instituciones y en la política de las sociedades occidentales y ayuden desde dentro a construir una visión moderna del islam, separándolo de la mezquita e insertándolo en la sociedad civil y laica. Es el camino que recorrieron los propios países occidentales a través del proceso histórico de secularización.

En España hay 700.000 musulmanes nacionalizados, un 40% del total,  y un número similar de musulmanes marroquíes. El 20% restante tiene otras nacionalidades. Sin embargo el número de concejales musulmanes es simbólico

En España hay 700.000 musulmanes nacionalizados, un 40% del total,  y un número similar de musulmanes marroquíes. El 20% restante tiene otras nacionalidades. Sin embargo el número de concejales musulmanes es simbólico. Parece que en cuanto a participación, queda mucho por hacer. Las quejas de esos colectivos son reiterativas y muestran el enorme foso social entre nativos e inmigrantes. Por otra parte funcionan unas 1.200 mezquitas, de las que un centenar se consideran radicalizadas y están vigiladas.

El elevado número de marroquíes que aquí residen, consecuencia de la vecindad geográfica, es motivo suficiente para apoyar e impulsar en todos los órdenes el desarrollo y la cooperación con  ese país, el más estable de entre los árabes y el más integrado en las estructuras occidentales. Por ello está sufriendo también una presión terrorista. Por otra parte es un socio ineludible en cualquier política de control de la inmigración. En España necesitamos una visión internacional menos eurocéntrica, más inclusiva con respecto a nuestros vecinos más próximos, única forma de superar tópicos y prejuicios derivados del desconocimiento.

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