Inquietante transformación social en la primera década de este nuevo siglo

Estatua de la Libertad en Nueva York. / viajejet.com
Estatua de la Libertad en Nueva York / viajejet.com

La radiografía urbana refleja los comportamientos agresivos, que se extienden como respuesta a una recurrente tristeza social, en un invierno demasiado duro, demasiado real, demasiado gris.

Inquietante transformación social en la primera década de este nuevo siglo

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos”
Miguel de Cervantes Saavedra.

 

La radiografía urbana, mientras nos azota el mar helado y la lluvia no cesa, nos llena de desazón, entre los comportamientos agresivos que se extienden, quizás como respuesta a una recurrente tristeza social. Y en medio del ambiente y la crisis que nos envuelve,  las dudas sobre nuestro futuro desfilan como sombras alargadas.

En estas circunstancias la manipulación emocional puede ser más sencilla. El maltrato y la violencia en sus más crueles y cobardes representaciones: violencia ejercida sobre el que ostenta la posición más débil, hombre o mujer; sobre los niños, una de cuyas formas más expresivas es el acoso escolar; o sobre el trabajador, el silente acoso laboral, - todos ellos susceptibles de un profundo análisis -, demuestran hasta qué punto puede llegar una sociedad que actuando bajo la impunidad, pierde sus principios en detrimento de las leyes morales.

La Libertad nos anima a un sentimiento de respeto hacia los demás. Vivir libre es una aspiración profunda de la humanidad. Es una lucha que nos une, nos iguala, nos hace fuertes. Pero sobre todo es “libertad de pensamiento, libertad de expresión, libertad de conciencia”, derechos fundamentales recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Tal vez sea un sueño vano, en un invierno demasiado duro, demasiado real, demasiado gris.

La inquietante transformación social que comienza a asomar en la primera década de este nuevo siglo. La eclosión de una nueva mentalidad surgida de la globalización y pioneras tecnologías, nos aboca a un tiempo incierto. Los ciclos en la historia de la humanidad pueden ser concéntricos, en un discurrir irremediable, que nos precipite a un destino carente de libertad.

Vivimos una realidad  llena de contradicciones, asistimos sorprendidos a una quiebra de los valores y principios que hasta ahora han sustentado nuestra civilización. El grave problema de precariedad laboral y su consecuente movilidad social y geográfica, especialmente preocupante para el futuro de las nuevas generaciones. La cada vez más evidente desestructuración de la familia, con la pérdida del apoyo y estabilidad personal que ello supone. Crean un profundo desequilibrio en las nuevas sinergias, un cambio a un ritmo vertiginoso producto de la inmediatez de las redes de información y distribución en el ámbito mundial.

Un destino en suma, en que las diferencias sociales, raciales, culturales, de creencias y de oportunidades sean una brecha imposible de salvar. En que las graves desigualdades entre países ricos y pobres,  nos lleven a nuevas formas de pobreza y exclusión social, encadenando  la legítima Libertad del ser humano, su Dignidad.

“Ningún hombre es libre, si no es dueño de sí mismo”, escribió el filósofo griego Epicteto, de la escuela estoica, que vivió parte de su vida como esclavo en Roma.

Irrenunciable, inviolable. La Libertad es la gran melodía del mundo.

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