El incendio del vertedero de Seseña es la primera señal de nuestro Apocalipsis

Vertedero de Seseña. / EP
Vertedero de Seseña/ www.lavanguardia.com

El incendio del vertedero de Seseña es la metáfora de la decadencia moral que está experimentando nuestro país desde hace muchos años.

El incendio del vertedero de Seseña es la primera señal de nuestro Apocalipsis

No creo en las casualidades. No me lo tomo a broma. A veces la Historia como proceso necesita sus metáforas. Seseña es como la guillotina en la Revolución Francesa, un símbolo terrible, el fracaso de un proyecto de país.

La gente de Seseña es maravillosa. Conozco a algunas parejas. Pero ha sido la ciudad elegida por las fuerzas cósmicas para mostrar ante la Humanidad qué es España y quiénes son sus gobernantes, y de qué calaña. El Pocero ya hizo lo suyo, fue más dañino que Gil y que cualquier forúnculo sobre una terminación nerviosa.

Ahora es el vertedero. Seseña no tiene la culpa. La culpa es de España. Su origen es maldito y está maldito. España lleva años ardiendo como está ardiendo el vertedero de neumáticos. Una España macilenta, que disimula su podredumbre con concursos de tías buenas y ligas de fútbol, avejentada, llena de infamias, de infamias que merecen arder. Así justifica César el incendio de la Biblioteca de Alejandría en una obra de Shaw.

España es el hollín, la brasa inútil, el toro arrodillado, una pintura negra de Goya. Seseña no era Sodoma, pero el Universo ha querido que lo sea, para que todos veamos que no hay escapatoria, que el 26-J es otra desgracia en el horizonte y que no solucionará nada. Porque muchas neveras estarán llenas de fiambreras de abuelas y mucha gente joven comprará el MARCA para olvidar que un día perdido es una vida perdida.

Los neumáticos de Seseña estaban puestos ahí para que fuesen la pira donde España va a ser sacrificada en breve, cuando Bruselas nos obligue a pagar más de lo que pagamos. Y habrá otro Eróstrato que querrá quemar por ansia de fama, no el templo de Artemisa, sino otra cosa que impresione mucho y que nos advierta de que la plaga de langostas está demasiado cerca. Recemos que no vuelva a ser en Seseña.

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