En España hay varios raseros: el de medir a los amigos, a los enemigos y a los catalanes

Soraya Sáenz de Santamaría.
Soraya Sáenz de Santamaría.

El funeral de Estado es, por definición, un acto civil y no cabe otra interpretación constitucional: “Católico que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Iglesias ha de helarte el corazón”.

En España hay varios raseros: el de medir a los amigos, a los enemigos y a los catalanes

Ya lo escribió el respetado maestro republicano, enamorado de una menor, digo de Leonor, don Antonio Machado: “Católico que vienes al mundo, te guarde Dios, una de las dos Iglesias ha de helarte el corazón”.

En España 2014 hay varios raseros: el de medir a los amigos, el de medir a los enemigos y el de medir catalanes, pero lo de Cataluña ya quedó claro, que lo dijo la vicepresidenta Soraya, la de las portadas en lencería erótica cuando estaba en la oposición, que “la ley es la ley” y se va a cumplir caiga quien caiga.

Curioso imperio de la ley, aplicado con rigor en Cataluña, Melilla o contra indignados más o menos violentos; para pasarse acto seguido la Constitución por el Arco de Trajano si se trata del derecho a la vivienda o a un trabajo digno. Nunca escuché a la Vice decir: “La ley es la ley: ninguna familia sin vivienda; mientras haya una vivienda vacía y una familia en la calle, aplicaremos el artº 33.3 de la C. E., «causa justificada de utilidad pública o interés social»”. ¿No estábamos, doña Soraya, en que hay que cumplir la Ley? ¿Toda o solo lo que a usted le convenga?

Verá: le hablo de un reciente funeral de estado. La Constitución con la que usted le da en la cabeza a Mas, afirma «ninguna confesión tendrá carácter estatal», de lo que yo deduzco que un “funeral de Estado católico” es inconstitucional. A nadie, salvo en las teocracias musulmanas, se le ocurriría hacer un funeral de Estado islámico. El funeral de Estado es, por definición, un acto civil y no cabe otra interpretación constitucional.

La suya convierte un acto de respeto [manchando la memoria de Adolfo Suárez] en una zarzuela, un carnaval franquista encabezado por quien acaba de ser directamente cesado, apeado de su peana, descabalgado del poder omnímodo y desautorizado moralmente por quien podía hacerlo, el Papa Francisco.

El mismo Papa que parece molestarles tanto cuando viaja a Lampedusa y dice lo que dice, que a su ministro más piadoso y fanático le entra por un oído y le salen concertinas sociatas por el otro. El mismo Papa que pide caridad, ocuparse de los pobres, sí, de los más pobres, y de quien el ministro Montoro se ríe con ji-ji de conejo, burlándose del serio Informe de Caritas Europa, contra el que embiste mandando callar.

Llevan ustedes tanto tiempo usurpando una sola Iglesia Católica, suya privada, la de sus ceremonias bajo palio en Toledo, inmensa de riquezas, oros y oropeles, que ignoran la existencia de otra Iglesia, no sé si también católica, o simplemente cristiana, o cristiana a secas sin iglesia, humilde, sencilla, compasiva. Nunca hemos escuchado a Rouco, una palabra caritativa: solo condenas, pecados sexuales (¿qué tendrá en la cabeza?), guerras civiles, infiernos y, bajo la vanidosa mitra, el sempiterno ceño fruncido por el odio.

Por el contrario, todavía no se ha oído al Papa Francisco una palabra de condena, ni siquiera hablar de pecado, ni silenciar bocas, ni vestirse de lujo y pedrerías. Se le oye hablar alto y claro de caridad, de compasión, de inmigrantes, de pobreza. No de servidumbres feudales, sino de derechos básicos de los ciudadanos. Cosas sencillas que también vienen en la Constitución, la misma con la que nos atizan cuando Soraya cambia la seductora lencería negra por la mantilla y el negro velo, para besar, servil, el anillo del poder. @ValentinCarrera

Comentarios