La Iglesia azuzó la sublevación militar del 36 y bendijo el régimen liberticida

Rouco Varela.
Rouco Varela.

Resulta escandaloso que en un Estado aconfesional como es el Reino de España se organicen funerales de ídem como si nada. Allá los obispos si no lo ven.

La Iglesia azuzó la sublevación militar del 36 y bendijo el régimen liberticida

Dio mucho que hablar la homilía pronunciada por el cardenal Rouco en la Eucaristía que por el alma del expresidente don Adolfo Suárez se celebró en la mitinera catedral de La Almudena el 31 de marzo pasado, casualmente víspera del 1º de abril. Todavía quedan por decir algunas cosillas tal vez impopulares, pero de obligada recordación.

Resulta escandaloso y obsceno que en un Estado aconfesional como es el Reino de España se organicen funerales de ídem como si nada. Allá los obispos y su clientela si no ven el desprestigio que acarrea a la Iglesia ese tipo de ceremonias de confusión de planos, de las que por cierto siempre sale perdedora; pero los ciudadanos debemos rechazar que el Jefe del Estado, ministros del Gobierno y demás canalla política acepten la invitación sin cuidarse de hacernos saber que acuden a título privado. La razón se puede formular en términos corrientes: no les pagamos el sueldo para que recen en horas de oficina.

El contenido religioso de la intervención del arzobispo preemérito de Madrid, mejor será que lo meneen los de la casa; pero la inoportuna inserción lateral en el terreno profano merece un comentario laico. Por no cargar mucho la suerte censoria pongámoslo así: la llamada a la concordia mencionando la Guerra Civil y la posibilidad de que se repita suena a falsa viniendo de la institución que azuzó la sublevación militar del 36 y bendijo el régimen liberticida que siguió a su triunfo. Hay sólidas razones para pensar que sonará a auténtica sólo después de que la CEE presente una petición de perdón en toda regla.

Hasta hoy se ha negado a hacerlo con la disculpa de que nadie se lo pidió a ellos por el “martirio” de tantos obispos, sacerdotes y seglares católicos obra de pistoleros que en nombre del progreso creían hacer justicia a cañón batiente. Con lo cual lo único que consigue el episcopado es corroborar que no va con ellos el mandato de perdonar al enemigo, lo que les incapacita para la siembra de la paz.

El punto primero de la agenda de su nuevo presidente, tratar de convencer a sus colegas de la urgencia de doblar la cerviz para ser perdonados. Si lo logra, la Iglesia y la sociedad civil  española no sabrían cómo pagarle el servicio.

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