Hoy, como ayer, bipartidismo, corrupción, caciquismo en los partidos, separatismo...

Mariano Rajoy y Artur Mas. / Mundiario
Mariano Rajoy y Artur Mas. / Mundiario

¿Ha resucitado el “león de Graus” ante la degradada situación de algunas  instituciones del Estado?, se pregunta este comentarista en su vuelta a las páginas de opinión de MUNDIARIO.

Hoy, como ayer, bipartidismo, corrupción, caciquismo en los partidos, separatismo...

¿Ha resucitado el “león de Graus” ante la degradada situación de algunas  instituciones del Estado?, se pregunta este comentarista en su vuelta a las páginas de opinión de MUNDIARIO.

Sueño con “el hombre justo”; sueño  que se ha reencarnado en alguno de los líderes emergentes que hablan de regenerar la vida democrática; sueño que han llegado “gobernantes de tripas, entraña, coraje, penetrados del oficio, que hagan cumplir las leyes sin contemplaciones”. Oigo al “león de Graus” que defiende con voz  tonante a los menesterosos labradores de finales del siglo XIX –los excluidos sociales de hoy- y logra despertar al pueblo “paralizado, desmoralizado”, y sacarlo de su indiferencia.

Su objetivo de “fundar una España nueva, una España rica y que coma, una España culta y que piense, una España libre y que gobierne, una España fuerte que venza”, concita innumerables adhesiones.

Su lenguaje sigue sonando fresco, actual, directo, conciso, claro, enérgico, sentencioso, apasionado  y patriota cuando se refiere a la España que “vive en un feudalismo degenerativo y corrompido, un régimen de oligarquía y caciquismo”.

Sueño que, en su reencarnación en esta España de hoy, sigue considerando fundamental  “apuntalar la despensa y la escuela –reforma del sistema educativo y actualización del personal docente-”, para conseguir la regeneración nacional. Así de claro lo decía: “Los presupuestos deben permitir tener pan en la mesa, luz en la escuela y libertad en el tribunal”; en lenguaje de hoy: bienestar social, educación, independencia del poder judicial.

Gastar, sí, pero  “... el estado permanente de déficit presupuestario es mil y mil veces más funesto que la Inquisición.”

Fue tábano molesto para el sistema institucional y para los dos grandes partidos del momento, y objeto de aceradas críticas desde posiciones anarquistas hasta  de extrema derecha. Unos lo consideraron loco desaforado, otros, santo civil rebelde y justiciero.

Me despierto ilusionado con las palabras pronunciadas hace más de un siglo por Joaquín Costa; me gustaría seguir soñando con sus sencillas, justas y claras propuestas  para devolver la salud a esta España dolorida, quebrada territorial e ideológicamente; atenazada por la corrupción y la falta de principios básicos para la convivencia como solidaridad, esfuerzo, tolerancia, lealtad, respeto, responsabilidad, sentido común.

Los estudiosos del ideario de Costa reiteran su palpitante actualidad. Me niego a aceptar que fracasara porque su pensamiento no encontró eco en un desierto de caciques, oligarcas, indolentes e ignorantes. Quienes fracasaron fueron los partidos políticos, que no supieron conectar con el pueblo; fracasaron también  quienes se limitaron a hablar sin actuar y quienes permanecieron silenciosos; y, como consecuencia, fracasó España.

¿Estaremos ante un cambio sereno y  enérgico, prudente y decidido, realista y posibilista, basado en el respeto, la solidaridad y la tolerancia? o ¿se hará más honda la fractura?

Quiero seguir soñando.

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