¿Ha llegado la política en España a su máximo grado de descomposición?

Fernando López Miras (izq.), líder del PP en Murcia. / Twitter
Fernando López Miras (izq.), líder del PP en Murcia. / Twitter

La política en España ha llegado a un grado tal de descomposición que realidad y apariencia se funden en oscuras maniobras imposibles de detectar por el ciudadano común.

¿Ha llegado la política en España a su máximo grado de descomposición?

Cuando hablamos de falso pedestal podemos referirnos al conformado por materiales quebradizos, arenosos, discontinuos. También -y es lo frecuente o socorrido- a aquel que, atendiendo a su concepto, se somete al descrédito general empujado por un devenir licencioso. De aquí en adelante, cualquier comentario al respecto se refiere indistintamente a uno u otro dependiendo de la versión que cada lector quiera darle. España, financieros, políticos, medios y sociedad, constituyen elementos básicos bajo los cuales suelen construirse pedestales más o menos legítimos. Mis comentarios tienen como origen informaciones publicadas a las que dedicaré verdaderos esfuerzos para darles un tratamiento objetivo. Si alguien viera elogio o menosprecio a entidades o personas en los párrafos siguientes, ya indico que no es mi intención en ningún caso.

Abro la cuenta con un PSOE “cargado de virtudes”: honradez, ética, solidaridad y progresismo, a la sombra de “firmes pulsiones democráticas y constitucionalistas”, amparan un partido virtual, postizo, inexistente. Entre apariencia y entidad hay un largo trecho imposible de esquivar cuando se evidencian contrastes irresolubles. Felipe González -escoltado por luces y sombras- consiguió componer, fraguar, un partido nacional, cuyas repercusiones hicieron flaquear discordias ancestrales, mientras modernizaba un país harto de inmovilismo. Zapatero, ante el hecho indiscutible de su inepcia, se atrincheró en la simbología y el gesto beligerante, disgregador. Solo resucitando la dos Españas aseguraba su continuidad, de ahí su Ley de Memoria Histórica, Cambio Climático y Alianza de Civilizaciones. Es decir, entelequia envuelta en papel de celofán. Sánchez se prodiga (in)digno sucesor superando al maestro.

El PP, a caballo entre el incumplimiento y la soberbia absurda, da pasos tímidos, inestables, a la hora de retener dos autonomías: Murcia y Madrid. Un nerviosismo comprensible, pero contraproducente en política, les lleva a tomar partido por quien es culpable al sentir social mayoritario. Ciudadanos muestra cerrazón arbitraria debida a un prurito impuesto por etiquetas ajenas y complejos propios. Sé que en Santomera, Ciudadanos y Vox votaron conjuntamente para elegir alcaldesa del PSOE. Ni este puso objeción a Vox ni tampoco el partido naranja. Resulta asombroso que la coherencia de ciertos partidos termine cuando surgen apetitos réprobos, tal vez corruptos.  

No menos incomprensión me merecen los equipos encargados de llegar a pactos de gobierno en las Comunidades citadas. Así, López Miras -candidato a presidir el gobierno murciano- respecto a Vox dijo: “No es momento de política de bajo vuelo, de corto plazo, de inmovilismo y de frentismo”, injusta acusación que se vio aún más deslegitimada cuando el partido, a nivel nacional, exige a Vox explicaciones de su negativa a firmar el acuerdo con Ciudadanos. Honrando a Adolfo Bécquer, pudiéramos responder: ¿y tú me lo preguntas?, poesía eres tú.

Ciudadanos es el auténtico verdugo de Vox, por ello (aunque merezca opiniones en sentido contrario) pagará sus culpas más pronto que tarde. Queda claro, meridiano, quien es el responsable verdadero del bloqueo en Murcia y Madrid. Pese a las triquiñuelas ejercidas por una izquierda “listilla” y una derecha incómoda, ansiosa, Vox demuestra tener demasiada paciencia al aguantar tanta displicencia de Ciudadanos y PP. Pese a Tezanos y sus encuestas de Monopoli, estoy convencido de que Rivera perderá votos en favor de Abascal siendo Casado el intermediario de tal trueque. PP, PSOE y Ciudadanos -olvidados Podemos y Vox- deberían conformar según los votos gobierno, oposición y partido bisagra. Pero ya no; la vuelta al bipartidismo de tres se advierte imposible por discrepancias, asimismo exquisiteces. Son culpables del resurgir de una izquierda extrema y de una derecha expeditiva. 

Podemos, con innegable pedigrí comunista, extremo, bebe la pócima infecta que ha ido elaborando primorosamente desde hace un quinquenio. Sánchez, su blanqueador oportuno aunque desdeñoso, no se fía porque ambos son enemigos fraternos; es decir, se conocen sin mediar alternativa alguna. En ellos, cualquier recelo vehemente pasa por certidumbre axiomática. Es el peaje que deben pagar quienes gozan de mutua intuición. Si no hubiera cálculo electoral o temor al abrazo asfixiante, formarían un tándem insólito, extraño quizás a la conveniencia social. Iglesias sigue exigiendo un asiento en el consejo de ministros, a priori o posteriori ¿quién sabe? de acordar cuantos avances sociales atesore un “gobierno progresista”; biombo tan manido como embaucador.

Pronostico que pactarán al final el gobierno de cooperación porque el líder de Podemos tiene abiertos dos frentes: la bajada electoral y la consiguiente contestación interna. El acuerdo in extremis contentará a todos: PSOE, Podemos, PNV y demás compaña. La algazara de villanos tomará cuerpo después, cuando nos pille bostezando. Vox lo tiene muy complicado ante la malquerencia que muestra el grupo, a excepción del PP (por interés baila Andrés) que “padece” sus votos para encubrir el desastre de abril. Esta coyuntura alternante, insolidaria, altiva, le permitirá endurecer todavía más aquel carácter exhibido tras el fiasco andaluz. A la postre, no hay mal que por bien no venga al decir popular.

Vox, ahora mismo, es el blanco del pin, pan, pum. Parecería una broma de mal gusto si no se impusieran esos hechos conocidos que fluyen entre escarnios, hostilidades e incluso celos venenosos. Comparen, sustentados en honda reflexión, distintas manifestaciones -quizás diligencias- para desvelar y discriminar mensajes, pautas, procedentes de los diferentes bloques. Sánchez, para quitarse de encima a Iglesias, pide que Podemos le presente una lista de “independientes”. Irene Montero le responde que ellos son “independientes” del poder. Entonces, ¿para qué piden? Un alcalde del PP se sube el sueldo un ciento sesenta por ciento. Casado debe hacer limpieza porque, aunque los demás practiquen la misma sinvergonzonería, los medios importantes airearán solo aquello que afecte a PP, Ciudadanos y Vox.

“Almeida carapolla” llama Podemos al alcalde de Madrid mientras promueve y juzga el estatuto del buen diputado. La Mesa del Parlamento, sin excepción, retira la credencial a un periodista (a propuesta de Podemos) por publicar fotos del despacho de Iglesias. Viene a cuento el texto de Martín Niemöller, sobre la apatía social: Primero vinieron a buscar a los comunistas y yo no dije nada porque no era comunista/ Luego vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada porque no era sindicalista/ Luego vinieron por los católicos y yo no dije nada porque no era católico/ Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada. Es el lamento terrible de quien confió en falsos pedestales. @mundiario

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