Por qué ha calado el mensaje de Vox en tanta gente y sus efectos

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Susana Díaz y Sánchez comparten responsabilidades. / RRSS

Si este fuera un país normal, en estos momentos cabría esperar un gran pacto entre los partidos constitucionales frente a quienes no lo son o parecen no serlo. Y en ese paquete cabe no sólo Vox, sino alguno de los planteamientos de fondo de Podemos.

Por qué ha calado el mensaje de Vox en tanta gente y sus efectos

Con su fina ironía Winston Chuchill decía que las elecciones son siempre un riesgo, “sobre todo cuando se pierden”. Él lo sabía bien, pues no en vano, tras ganar la II Guerra Mundial, y todavía saboreando la victoria, fue derrotado por el laborista, de mucha menor talla Clement Attlee.  Los estudios de sociología electoral norteamericanos, que gozan de gran predicamento sobre el comportamiento de los votantes, concluye, entra otras afirmaciones, que con frecuencia las elecciones las deciden los indecisos de última hora.  J.T.Klapper, en un clásico estudio sobre el particular, nos enseñó que las campañas de propaganda electoral sirven únicamente como factor de refuerzo para los que están más o menos decantados hacia una opción concreta y que, por lo tanto, la propaganda actúa, en este sentido, más como factor de refuerzo que como desencadenante de opiniones nuevas. También advirtió del riesgo de utilizar como reclamos la figura de los llamados "líderes de opinión" (artistas, deportistas, intelectuales) en apoyo de una u otra opción. Cuando los ciudadanos se sienten manipulados, el efecto puede ser el contrario.

No existen las conversiones repentinas

Mucho antes de que se convoquen las elecciones, los aparatos logísticos de los partidos elaboran todo un arsenal de recursos electorales. Además de los programas (que, como confesaba el profesor Tierno Galván, no siempre se redactan para ser cumplidos, sino para ser "vendidos”. Somos animales de costumbres hasta para esto. Los cambios de criterio de los electores (y parece lo razonable que sea así) no se producen como consecuencia de repentinas conversiones o milagrosos efectos de la propaganda electoral. Responden a análisis y decisiones más profundas, gestadas durante más largos periodos de tiempo. La propaganda electoral, en todo caso refuerza, pero no convence a quienes no lo están.

Si examinamos las reacciones de todos los partidos que concurrieron a las elecciones andaluzas podemos sorprendernos por su coincidencia en algunos aspectos notables: da la sensación, salvo Podemos, de que todos han ganado, pese a haber perdido. Es decir, como el PSOE que deja en el camino un buen puñado de escaños y votos, o el PP y Ciudadanos que, pese al crecimiento de este último, tampoco ha logrado lo que quería. No sorprende la reacción de Podemos, conforme al manual de Lenin (¿Democracia para qué). Es decir, si los votos no nos conforman, vayamos a la calle.

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El recurso del humor.

Y todos apuntan la misma dirección, Vox. Lo primero que conviene advertir es que este partido no es lo que siempre consideramos la extrema derecha, o sea, Fuerza Nueva y Blas Piñar. Es otra cosa, tiene un discurso coincidente en esencia, pero planteado de otro modo, es cierto sentido, más intelectual, aunque desordenado. La lista de sus doce diputados para un parlamento que se proponen suprimir, según su programa electoral, denota que no son cualquier cosa: abogados, médicos, empresarios. ¡Ojo! Puede ser más peligroso porque puede armar un discurso más convincente.

Un pacto constitucional y sus contratas

El PSOE se enfrenta a sus propias contradicciones. Resultó patético el tardío manifiesto de José Luis Ábalos, denunciando el riesgo de que PP y Ciudadanos pacten con Vox, por ser un partido no constitucional, pero ¿acaso son constitucionales Bildu-ETA, Esquerra Republicana, el partido de Torra o una parte misma de Podemos, gracias a los cuales él mismo pudo ser elevado al rango de ministro de Fomento? Ciertamente no refuerza mucho al partido de Pedro Sánchez que denuncie el riesgo de que los otros hagan lo mismo que él hizo para llegar a la Moncloa: apoyarse en partidos que están en contra de la Constitución para gobernar. O sea, que se repite la historia. A veces, ciertas decisiones tienen efectos tardíos.

He leído con calma varias veces el programa de Vox. Aparte de las generalidades inconcretas que son pura literatura electoral sin explicar cómo hacer lo que se propone, no cabe duda que incluye algunas propuestas que ya antes lanzaron otros sectores de la comunidad política nacional como pasar las competencias del polémico Tribunal Constitucional a una sala del Supremo, de modo que la interpretación de la Constitución la hagan jueces profesionales o no jueces asignados por cuotas de partido.

El programa en sí es un batiburrillo diverso, donde mezcla desde medidas administrativo-salariales para los servidores públicos con darle la vuelta a la Constitución varias veces. Y lo peor, pasos atrás en avances en todos los órdenes que tanto trabajo logró conseguir. Sin duda, que la Constitución tiene que ser revisada, pero tristemente me temo que algunos de los errores de la transición malamente van a ser corregidos. La reforma de la ley electoral ha sido repetidamente invocada por otros partidos y sectores sociales, de modo que los electores posean capacidad decisiva sobre los candidatos mediante la reforma del concepto de distrito, de modo que no sean las directivas de los partidos las que por el actual sistema de listas cerradas y bloqueadas las que se imponga.

La gente se indigna

Yo no creo que en Andalucía haya 400 mil fascistas o tardo-franquistas, pero algo no funciona bien cuando el mensaje xenófobo de Vox ha calado especialmente en la comunidad donde mayor impacto tiene la inmigración ilegal, descarnadamente evidente en algunas poblaciones concretas. Tampoco creo que todos los votantes de Vox hayan leído a fondo sus programas, sino que ha mellado en ellos el sentido emocional frente a la reflexión profunda. Es lo que se llama el voto de la decepción, que antes que nosotros surgió en Italia, de donde deberíamos aprender.

Si trasladamos al conjunto de España los resultados de Andalucía no cabe duda de que estaríamos ante una profunda conmoción. Pero son los partidos políticos en presencia los que, con sus equívocos, decisiones o renuncias, especialmente los que gobiernan, quienes han precipitado la reacción de una considerable masa de electores de Andalucía que no han obtenido la respuesta que esperaban ante sus propios problemas de la vida cotidiana.

Tengo la impresión que en el voto de castigo que el PSOE ha recibido en Andalucía ha presionado no sólo el efecto de la gestión de Susana Díaz, sino dos elementos clave: la indignación de las gentes de la comunidad con más paro de España por el escándalo de los ERESs (gastos de los puticlubes incluido) y los errores, a tiempo de corregir,  de Pedro Sánchez con respecto a Cataluña. Es un aviso a navegantes. Miles de españoles, no precisamente votantes de Vox, pueden pesar lo mismo. Me imagino que se tomará nota.

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