Guatemala, a las puertas de salvarse del experimento fallido llamado socialismo

Manifestaciones en la Plaza Central de Guatemala. / Wikiguate
Manifestaciones en la Plaza Central de Guatemala. / Wikiguate

Que cayeran dos populistas en la misma elección, Baldizón y Torres, representaría que el muro que separaba a Guatemala de una democracia más liberal ha empezado a caer.

Guatemala, a las puertas de salvarse del experimento fallido llamado socialismo

Guatemala nunca se ha caracterizado por ser un país caudal de noticias impresionantes y relevantes, o más bien sí pero no por ser positivas. El 2015 ha sido un año cuyo panorama político ha sido poco menos que surrealista, materia prima para una novela que podría ser escrita tan sólo por alguien con una mente estilo Dalí. Cayeron el presidente y la vicepresidenta, cayeron estructuras criminales que se manejaban en el núcleo del Estado y la población ha sido partícipe de un despertar tan solo imaginable para los más románticos del amor nacionalista. Así, a días de las elecciones, el país presencia lo que podría ser el perfecto remate para un período electoral igualmente surrealista como ha sido todo durante este año: la caída de Sandra Torres.

Dejando atrás el pavor que despertaba Manuel Baldizón entre casi todos quienes tuvieran DPI y pasaporte guatemalteco, ciudadanos, empresarios y hasta políticos por igual, quien tras una derrota en las urnas tan inesperada como estrepitosa se quedó fuera de toda posibilidad de llegar a los despachos del Ejecutivo, ahora los chapines tienen la oportunidad de sacar del tablero al último peón del populismo por más que ella se proclame la reina de esos mismos peones, cuyo nombre es Sandra Torres. Una mujer que estuvo casada con el ex presidente Álvaro Colom, y de quien se divorció hace cuatro años en un intento desesperado porque la dejaran inscribirse para las elecciones de 2011 (cabe mencionar que la ley de Guatemala prohíbe a familiares del presidente de turno participar como candidatos a la presidencia). Lo más relevante de una derrota de Torres no sería en sí el triunfo de su contrincante para la segunda vuelta, sino la caída de un método de propaganda que cada vez despierta más repudio y, por qué no decirlo, odio entre los guatemaltecos.

La estrategia que han usado ya varios candidatos para alcanzar la victoria electoral en Guatemala es tan simple que es esa misma simpleza la que resulta insultante: ir a los pueblos de todo el país a darles comida, regalos y artículos con la imagen del candidato y/o el partido, sin mencionar los sacos de cemento o láminas que aquellas inocentes personas reciben con la misma ilusión que un niño recibe un dulce de alguien que, después, le pedirá que suba a solas con él a su carro. Así, candidatos como Alfonso Portillo, Álvaro Colom y Otto Pérez Molina han conseguido manipular a los guatemaltecos de escasos recursos, cuya hambre es de magnitudes tales que los políticos saben bien que se saciarán aunque sea con migas de pan, mientras ellos se comen los grandes banquetes en sus oficinas.

Fue Manuel Baldizón quien llevó esa vil forma de manipulación hasta su máxima expresión y a pesar de que en abril la intención de voto lo daba como el gran ganador con más de la mitad de la población dispuesta a votar por él y con amplia diferencia respecto del segundo lugar, cayó derrotado y humillado hasta un tercer lugar que lo dejó fuera de combate de manera definitiva. Las razones son bastantes, tantas que haría falta otro artículo para describirlas y analizarlas, pero la moraleja es clara: la gente no se dejó llevar por un trozo de comida, ni por regalos que, al final del día, los dejaban en la misma pobreza que cuando los habían recibido. El primer triunfo en la guerra contra el populismo, o lo que es lo mismo aquí en Guatemala el socialismo, había sido consumado.

Si Jimmy Morales, otro personaje que necesitaría de un artículo completo para dar seguimiento a su campaña, llega a ganar la segunda vuelta con la contundencia que la gente mostró contra Baldizón, no sólo estará poniéndose a alguien nuevo para ocupar la más importante magistratura del país, aunque no por eso alguien con la capacidad para ejercerla, sino se estaría “dando en la madre” (para parafrasear y burlarse un poco de Baldizón) al clientelismo y populismo en el que se ha convertido la política en Guatemala, pues Sandra Torres utiliza la misma estrategia que utilizó Baldizón y que no le dio ningún resultado. Que cayeran dos populistas y clientelistas en la misma elección, uno tras otro, representaría que ese muro que separaba a Guatemala de una democracia más liberal ha empezado a caer. Puede que Morales tampoco sea un faro en medio de la niebla, pero en un país con las características de Guatemala, su victoria obligaría, o cuanto menos haría pensar a los políticos, que ya va siendo hora de buscar una nueva forma de asegurarse una victoria, esperando que se les ocurra algo que respete la dignidad de la población y que, sobre todo, no se aproveche de la necesidad de tantas personas pobres, que son los que más necesitan de esos cambios.

El país está a las puertas de derrotar por partida doble “a los mismos de siempre”, de mandar un mensaje serio a políticos que ven con ojos llenos de ilusión la oportunidad de convertir a Guatemala en Venezuela, de salvarse del experimento fallido llamado socialismo de una vez por todas, y no sin eso manifestarle a Jimmy Morales, potencial presidente a partir del 14 de enero del próximo año, que él también estará en la mira de la opinión pública. Un derrumbamiento de Sandra Torres sería el epílogo más lógico  y más esperado de la novela surrealista de las elecciones de Guatemala, por irónico que parezca.

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