Guatemala, el país que vota todos contra una y una contra todos

Sandra Torres, candidata presidencial en Guatemala. / Twitter
Sandra Torres, candidata presidencial en Guatemala. / Twitter

Votamos divididos, con miedo y sin más esperanza que hacer perder a la versión femenina de Kim-Jong un. Las elecciones de la impotencia.

Guatemala, el país que vota todos contra una y una contra todos

Votar en Guatemala es un catalizador de impotencia. Se los digo yo, que nací aquí y he vivido también 26 de mis 27 años de vida aquí. He vivido ya siete elecciones y participado en dos a mi edad y puede que nunca hayan sido forzosamente esperanzadoras ni mucho menos, pero es que en los últimos tiempos se han vuelto un círculo vicioso del que nos negamos a salir. Las de este año son también la prueba más difícil de resistencia que hemos tenido en décadas.

Y es que como casi todos los países de la región latinoamericana, nos tocaba elegir al menos peor, porque si se hiciera una comparación entre líderes políticos decentes en el mundo y los que tenemos nosotros, pues ninguno encajaría en el calificativo de “bueno”. Desde las elecciones pasadas la cosa se ha reducido todavía más y ahora se trata de hacer perder al peor de todos, ya ni siquiera que nos gobierne un “peor es nada”. Si en las elecciones pasadas salimos a votar para hacer perder a Manuel Baldizón, un Hugo Chávez de pelo perfectamente peinado y mejillas sonrojadas, para este tenemos que hacer perder (sí, tenemos) a Sandra Torres, que es algo así como la hermana psicópata perdida de Kim-Jong un, el dictador de Corea del Norte.

Nadie en el país va a votar con esperanza, o nadie con tres dedos de frente, término que usamos por aquí para referirnos a gente racional e inteligente. Torres, como Baldizón, compra los votos de los más necesitados ofreciéndoles insumos y dándoles un emparedado, que para quienes están hundidos en la pobreza causada por el sistema ya es bastante. Esta candidata es el cinismo personificado.

Fue Primera Dama de Álvaro Colom, de quien se divorció a la carrera en 2011 porque la Constitución le prohibía participar por ser familiar del presidente en ejercicio. Aquello era un disparate para un Estado que se enorgullece de defender a la familia, pero no, esta mujer tiene sus tentáculos bien hundidos en el sistema y se divorció con la facilidad de un parpadeo. Aquello la hizo suspender pero no cancelar sus aspiraciones y volvió a la arena en 2015, cuando pasó por delante del dichoso Baldizón y se quedó con la miel en los labios cuando Jimmy Morales le ganó en segunda vuelta (aquí el sistema electoral no permite el triunfo de un candidato a no ser que obtenga la mitad más uno de los votos).

Volvió a la arena para este 2019 y todos los que fuimos a votar el domingo lo hicimos con ese miedo de que fuera a ganar al primer round. No lo logró. Fue la ganadora de la primera vuelta, sí, pero el 28% de votos no es suficiente y por eso habrá que ir a una segunda, en la que se enfrentará a Alejandro Giammatei, un médico que se dice que está rodeado de militares tras bambalinas. El país tiene un historial demasiado negro con Ejecutivos encabezados por militares o exmilitares, pero es que el miedo a Torres puede con todo, hasta con la memoria histórica.

El país no tiene fe en Giammatei, simplemente es una especie de chivo expiatorio a la inversa que se usará para evitar el triunfo de una psicópata, quien incluso llegó a presentar una denuncia a un medio de comunicación por criticarla, escudada por la ley de femicidio (los tribunales le dieron la razón, dando pie desde ya a su dictadura). Aquí no existe el voto útil, tampoco el voto de castigo ni ningún otro tipo de voto conocido. Aquí existe el voto del miedo. Aquí estamos todos contra una y una contra todos. @mundiario

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