¿Deben cumplir sus deberes protocolarios los nuevos alcaldes alternativos?

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A la derecha, el alcalde de Ferrol. Una imagen muy comentada.

A los alcaldes hay que exigirles, ante todo, buena administración y eficacia, pero tampoco hay que olvidar que el propio carácter representativo de su cargo le impone cuidar ciertas formas.

¿Deben cumplir sus deberes protocolarios los nuevos alcaldes alternativos?

A los alcaldes hay que exigirles, ante todo, buena administración y eficacia, pero tampoco hay que olvidar que el propio carácter representativo de su cargo le impone cuidar ciertas formas.

El atuendo personal de cada uno es algo muy particular, de modo que no podemos definir ningún modelo de ropaje para un alcalde, aunque sí, por convicción social, intuimos que en determinados actos uno debe presentarse acorde la ocasión, como cuando se recibe a alguien o se participa en un acto institucional o social, en el que se resalta el carácter representativo de la comunidad que se ostenta. Y no se reclama la corbata, sino al menos ciertos mínimos convencionales. Y todos entendemos que, dentro del estilo de cada uno, hay unos mínimos formales.

En este sentido, los alcaldes de A Coruña, Santiago y Ferrol o Cádiz, entre otros, al querer visualizar su ruptura con determinadas formas y símbolos, como expresión, según ellos, de un tiempo nuevo, reducen realmente su acción a una exhibición, a veces grosera de su propia ideología. Y olvidan que aparte de la legitimidad legal de su cargo y de las ideas que personalmente profesen, deben respetar al conjunto de la representación sociológica que, sin ser uniforme, sí que está apegada a ciertos usos, tradiciones y formas.

Y en los últimos tiempos estamos viendo de todo, de modo que algunos gestos derivan hacia la incivilidad, la falta de respeto o, insisto, la mera grosería.

Si sorprendió el visto y no visto del alcalde de Santiago Martiño Noriega en los actos de la ofrenda nacional al Apóstol Santiago, ceremonia que entronca con la propia historia y proyección de la ciudad en el mundo, no menos dio que hablar el reforzado desaliño del alcalde de Ferrol en la instantánea del alcalde de Ferrol recibiendo a los comandantes de dos fragatas de la OTAN, vestido con pantalones vaqueros y la camisa por fuera y barba de varios días.

Jorge Suárez, alcalde de Ferrol, es muy dueño de ser contrario a la OTAN, pero como alcalde debe un mínimo de cortesía a dos invitados de la ciudad que representan a dos naciones amigas y que comparecen ante él con atuendo de respeto.

El alcalde de A Coruña, de brazos cruzados.
El alcalde de A Coruña, de brazos cruzados.

 

Pero quien ha superado todo esto ha sido el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, que no sólo acude a un acto oficial con deliberado desaliño. Lo colocan donde protocolariamente le corresponde según el Real Decreto de Precedencias del Estado, y cuando suena el himno nacional, mientras el resto de los comparecientes adoptan una postura respetuosa, que no tienen por qué ser militar, ni ponerse firmes, cruza de forma ostensible los brazos; es decir, subraya su indiferencia.

Ya sabemos que a los alcaldes hay que exigirles, ante todo, buena administración y eficacia, pero tampoco hay que olvidar que el propio carácter representativo de su cargo le impone cuidar ciertas formas. Y, si no, para ser consecuente, es mejor no comparecer. El alcalde de A Coruña acude a un acto (la imposición de condecoraciones en la fiesta de la Policía), acepta que lo coloquen en la tribuna donde le corresponde, y luego adopta una postura impropia en un momento solemne del acto. Ferreiro debió ser consecuente y no acudir al acto, o de hacerlo, colocarse entre el público, como uno más.

Pero la culpa no es suya, sino de quienes lo llevaron o colaboraron a llevarlo a donde está, aunque se envuelven en la bandera que sus beneficiarios desprecian. Dudo que la mayoría de los vecinos de A Coruña aprueben que quien los representa se comporte de este modo.

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