Lo grave es que el terrorismo continuará y los gobernantes del mundo lo saben

Miembros del ISIS.
Miembros del ISIS.

Los yihadistas buscan sembrar el miedo y desestabilizar al planeta. Sus principales enemigos son EE UU, Europa, Israel y Rusia. Su base ideológica está en contra la democracia, las sociedades liberales, las libertades ciudadanas, el libre pensamiento, y el mundo libre y civilizado.

Lo grave es que el terrorismo continuará y los gobernantes del mundo lo saben

¿Los atentados terroristas contra occidente son el inicio de la Guerra Santa islámica? ¿Son los primeros indicios? Aunque algunas personas lo creen así, probablemente no lo sea, ya que las proporciones de una guerra convencional son mucho mayores. Como los yihadistas no tienen la capacidad bélica ni el territorio para declararla, lo hacen de la forma más cobarde, que es el terrorismo. Es una guerra desigual, en menor escala, pero guerra al fin. En tanto haya una víctima inocente, es una contienda, más aún si un grupo terrorista se adjudica el hecho.

Los yihadistas buscan sembrar el miedo y desestabilizar al planeta. Sus principales enemigos son EE UU, Europa, Israel y Rusia. Su base ideológica está en contra la democracia, las sociedades liberales, las libertades ciudadanas, el libre pensamiento, y el mundo libre y civilizado. Están en contra todos los principios y valores alcanzados por occidente a través de siglos. En todo lo contrario a lo que ellos son: primitivos.

Sus lideres utilizan a muchachos desclasados, marginados y carentes de sentido de identidad tan desorientados que están dispuestos a dar sus vidas por la causa. Un ejemplo son los jóvenes autores de los asesinatos en Barcelona y Cambrils. Los adoctrinan asegurándoles que al inmolarse, encontrarán su recompensa en el paraíso, por tanto entregan ciegamente su vida. Todo lo contrario a los valores occidentales donde lo que más se valora es la vida.

Para estos fanáticos religiosos  -que interpretan el Corán a su manera- la Guerra Santa es la lucha armada para imponer el islam a la fuerza. Los yihadistas, buscan restaurar el islam fundamentalista en los países musulmanes y extenderlo en el mundo. Para ellos existe un solo Dios que es Alá y un profeta, que es Mahoma. Por tanto, el infiel o el que lo insulte, debe ser decapitado. Su posición es de un peligroso maniqueísmo. Para aquello, pretenden crear una estructura política que lo sostenga y mantener un Califato o Estado de fe musulmana.

El yihadismo se ha convertido en la peor amenaza para occidente. El mundo tembló el 11 Sep cuando Al Qaeda mató a 3.000 personas y desde entonces no han dejado de cometer ataques terroristas. Ahora el grupo más visible es el autoproclamado Estado Islámico, aunque no representa a todos los musulmanes. En sus filas hasta cuentan con niños que ejecutan a los infieles. Desde el 2004, los yihadistas han asesinado en Europa a 660 personas.

Los peores delitos que han cometido, sin embargo, han sido en los mismos países musulmanes como Irak, Siria o Afganistán. Estos siguen siendo de la manera más cruel y primitiva. Identifican a los infieles y los decapitan en público y tiran sus cabezas como pelotas, violan a mujeres y niños para que se conviertan, apedrean a las adulteras, y los espectadores graban aquellas atrocidades en sus celulares y los suben al internet, lo cual enorgullece a los terroristas por su enfermizo afán propagandístico. Para cualquier persona sensata, resulta incomprensible que utilicen el terrorismo para adoctrinar o conseguir adeptos.

Sus tácticas, al principio, fueron espectaculares cuando utilizaron aviones contra edificios emblemáticos, ahora simplemente alquilan una camioneta y atropellan y matan a la gente en la calle.

Hay millones de musulmanes viviendo en Europa. Ante las guerras, principalmente la de Siria, Europa abrió sus puertas a emigrantes musulmanes. Para ellos es un arma de doble filo ya que no saben a ciencia cierta cuan fundamentalistas son. Estados Unidos, al contrario, los está rechazando.

Lo grave es que el terrorismo continuará y los gobernantes el mundo lo saben. Se desconoce hasta que extremo llegarán. Los Estados deberían destinar mayor parte de su presupuesto para la seguridad de sus habitantes.

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