Gracias a Internet, es posible opinar y votar de manera rápida y barata

Pablo Iglesias . / Anamaría Tudorica
Pablo Iglesias . / Anamaría Tudorica

Miel sobre hojuelas sería que Pablo Iglesias decidiera pactar un descanso con su dios privado, acción definitiva para derrotar a un centro derecha despistado por ausencia de fantasma útil para las amenazas.

Gracias a Internet, es posible opinar y votar de manera rápida y barata

Exceptuando la arqueología del CIS, que sigue tardando un mes en publicar sus encuestas sin dar explicaciones y con lo mucho que nos cuesta, valga la rima, lo cierto es que gracias a Internet lo de opinar o votar se ha puesto rápido y barato. Si a esto añadimos la efervescencia de comportamientos emergentes que ha propiciado la crisis, resulta lógico que nuevos procedimientos de participación en la vida política se abran paso desde abajo, también dentro de los partidos. Por tanto, aprovecho para insistir en que si algún gobierno quiere alguna vez que lo que hace el CIS sirva de algo, ordene ya la publicación de los resultados en la misma semana en que finaliza la recogida de datos. Ahora parece que, o los procesan a mano, o alguna mano oculta mete mano para retrasar. Y que no se me perdone por tanto repetir, que es a posta.

Viene esto anterior a cuenta de que los sondeos del CIS tienen un papel importante en las mesas decisorias de los dirigentes políticos en dos momentos principales: El primero, cuando definen compromisos y demagogias para transmitir al electorado. El segundo, porque recomponen las correlaciones a la hora de negociar con otras fuerzas. ¿Hay alguien capaz de imaginarse el placer infinito que pueda sentir un político al sentarse para negociar con o contra otros, armado el primero con el argumento de que su partido sube mientras los demás bajan? Si, alguien hay, pero solo si tal placer se ha vivido en primera persona. La adrenalina de cada uno de estos instantes justifica mil derrotas para quienes la ambición personal lo es todo, aunque sea en la función pública, esa en la que el interés particular se tiene que dejar en casa antes de salir por la puerta.

Regresemos al hoy no cerrado aún mientras redacto, que no me atrevo a abrir portadas por si lo tengo que tirar. No quiero ni imaginar la sensación de fracaso de Garzón si ya se hubiera comprometido a la baja con el que, por muy amigos que sean, está en sus antípodas desde la primera hasta la última de las tres letras decisivas, las que ellos y todos compartimos, la A, la D y la N, al comprobar acto seguido, pero tarde, que IU subía mientras los de Podemos bajaban. Que es el mismo rumor a voces que retumba: que Podemos necesita mucho más a IU que viceversa.

Si los de Alberto quieren, el CIS, para esta negociación, puede haber llegado a tiempo. Expresada la voluntad positiva de coaligarse, que ya me parecía imprescindible para diciembre y no resulta políticamente “comercial” hablar ahora de culpables, faltan los detalles. Garzón ha caído en la trampa de una democracia directa que esta vez le ata más que refuerza y le obliga a convocar otra cuando haya un acuerdo, igual que han anunciado los de Podemos. El de IU parece que ha roto la soga virtual que se ha puesto tras comprobar que la abstención triunfante demuestra que la cosa, así planteada, no entusiasma, que quizás esconde el fantasma de mayor división interna y/o la fuga de votos el 26J hacia el PSOE o a la nada, y que resulta amenaza anunciada y bastante para no firmar entelequias en blanco pero si, en cambio, conseguir una coalición digna con, entre otras cosas, un buen número de diputados de IU garantizados al margen del puesto que ocupen en las listas. Si es así, los de Llamazares deberían reconsiderar su negativa, sobre todo porque no pueden ofrecer nada mejor. 

Miel sobre hojuelas sería que, además, Pablo Iglesias decidiera pactar un descanso con su dios privado, acción definitiva para derrotar a un centro derecha despistado por ausencia de fantasma útil para las amenazas. ¿O es que ya no hay héroes inteligentes y  atrevidos al sacrificio personal por la causa? Así podría él, Pablo, el más trascendental de todos los políticos del momento, realizar el ejercicio espiritual e imprescindible de ver las cosas desde lejos durante un tiempo. Y conseguiría varios premios añadidos, nada pequeños: El primero, anotar un hito más, exclusivo y personal, en las páginas decisivas que ya tiene escritas en los libros de historia política que enseñaran los que le sucedan en la Facultad. El segundo, quien sabe si llegar a Presidente del Gobierno sin ser diputado, condición inferior que no necesita soportar. O de la III República, si por fin nos quitamos de encima cierta herencia inútil, cara y corrompida. O de un sistema nuevo que se invente, ya que Pablo ha superado lo de izquierdas y derechas. El tercero, subir al reino de los cielos sin haber muerto. Y el último, que se me antoja el más complicado de todos, hacer para sí mismo mucho más difícil lo de cometer esos pequeños errores terrenales, que tanto podrían estropear su ya envidiable carrera.

Estoy investigando soluciones para conseguir que a la política se dediquen solo los mejores y más honestos, aunque sin quitar al resto su derecho a intentarlo. Mientras tanto la actualidad exige definirse. Por eso, bebo otra vez del CIS lento y decido apoyar al mejor colocado, aunque solo lo sea por su propia minoría. Se me ocurre que, ante la vergüenza que sienten los encuestados seguidores de otros líderes que han sido incapaces confesos, pero no condenados, de llegar al habitual acuerdo de gobernar unos y oponerse otros, han decidido valorar más al menos culpable y que, además, fue capaz de resistir dignamente una oferta indecente de transfuguismo, presentada por un amigo de carne y hueso embriagado con aquella adrenalina que dispara la prepotencia infinita.

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