¿Ganaría Carlos Fernando Chamorro a Daniel Ortega las elecciones de Nicaragua?

Carlos Fernando Chamorro. / Twitter
Carlos Fernando Chamorro. / Twitter

Carlos Fernando Chamorro es la figura política que recibe el mayor apoyo de la ciudadanía nicaragüense. ¿Podría derrotar a Ortega en las elecciones presidenciales que se celebrarán a fines de este año?

¿Ganaría Carlos Fernando Chamorro a Daniel Ortega las elecciones de Nicaragua?

En la encuesta más reciente de CID Gallup, de enero de este año, Carlos Fernando Chamorro fue la figura política que recibió el mayor apoyo de la ciudadanía nicaragüense. No sólo eso, sino que mantiene esa posición desde hace una década. ¿Vencería pues a Daniel Ortega en las elecciones que deben celebrarse el próximo mes de noviembre?

Pienso que Carlos Fernando ganaría las elecciones con facilidad siempre que se animase a presentar su candidatura y que se cumplieran dos condiciones. La primera, que los comicios fuesen verdaderamente libres; la segunda, que la oposición a Ortega se uniera en torno a la figura de Carlos Fernando con un programa común de contenido democrático y alcance social. No obstante, aún en el caso de que Carlos Fernando no fuese el candidato, la oposición democrática podría ganar las elecciones a Ortega si éstas son limpias y si se presenta unida. ¿Llegaremos a verlo?

Exdirector de Barricada

Conocí a Carlos Fernando Chamorro cuando era director de Barricada, el diario del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), allá por el año 1985. Tengo en mi recuerdo que hacía todo lo posible para que fuera un medio de información digno y creíble, aunque se tratase del instrumento oficial de comunicación de una fuerza política que gobernaba un país en guerra; una guerra alentada por el gobierno de EE UU bajo la presidencia de Reagan. Desde entonces, y por distintas circunstancias, he tenido el gusto de tratar a Carlos Fernando lo suficiente como para saber que es un hombre íntegro que lucha por sus ideales ejerciendo un periodismo responsable y de calidad. Los reconocimientos que acumula, como el “Premio a la libertad de expresión en Iberoamérica” de la Casa América Cataluña, o el “María Moors Cabot”, concedido por la Escuela de Periodismo de la Universidad neoyorkina de Columbia, hablan por sí mismos.

Carlos Fernando decidió abandonar el Frente Sandinista, como todas sus caras más conocidas -Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Carlos Mejía Godoy, Luis Carrión, Henry Ruiz, Dora María Téllez…-, cuando consideró que Daniel Ortega se había convertido en un individuo más interesado en el poder y en la riqueza que en el bienestar de su pueblo y en la honra de su nombre, traicionando así los ideales de justicia y libertad que había defendido el FSLN. Desde entonces se dedicó, como había hecho su padre, Pedro Joaquín Chamorro, al periodismo independiente.

Denuncia de masacres y atrocidades

Cuando estallaron las revueltas populares en contra del gobierno de Ortega en abril de 2018 y éste desató, sirviéndose de fuerzas paramilitares, una cruel y desalmada represión que acabó con la vida de más de trescientas personas, con miles de encarcelados y con docenas de miles de exiliados, Carlos Fernando no dudó en denunciar desde Confidencial, el medio informativo que regentaba, las masacres y las atrocidades del régimen. La respuesta de Ortega no se hizo esperar: ocupó policialmente los locales de Confidencial y, sin orden judicial alguna, los clausuró y confiscó todos sus bienes, incluyendo los equipos informáticos tan esenciales para el ejercicio del periodismo. Carlos Fernando, sabiendo que Ortega podía ir aún más lejos y encarcelarlo, se exilió en Costa Rica hasta que, un año después, decidió regresar a su patria. También en esto siguió las huellas de su padre, quien en más de una ocasión, por sus denuncias contra el dictador Anastasio Somoza, había padecido el exilio.

En su momento leí algunos escritos sobre la vida de Pedro Joaquín Chamorro, entre ellos, ¡Juega!, del político y escritor Edmundo Jarquín, y Estirpe Sangrienta: Los Somoza, escrito por el propio Pedro Joaquín, y supe que aquel flamante director del diario conservador La Prensa había estado en prisión nada menos que en cinco ocasiones por su oposición al dictador Somoza, y que sufrió también el destierro y el exilio. Y, como Carlos Fernando, Pedro Joaquín tuvo que asistir impotente al cierre del diario que dirigía en más de una ocasión. Somoza no admitía críticas y cuando algún periodista se atrevía a publicar algo que lo contrariaba no vacilaba en meterlo en la cárcel o en expulsarlo de Nicaragua, a veces con el mismo piyama con el que dormía cuando lo arrestaban de noche en la casa familiar. De Somoza, quien, no lo olvidemos, era propietario de varias empresas periodísticas a las que apoyaba desde el Estado, parece haber aprendido Ortega, quien se ha hecho con el control de la mayor parte de los canales de televisión y quien dificulta en todo lo posible el periodismo libre.

Injurias y torturas

Una de las cinco detenciones de Pedro Joaquín, la más dura, se produjo a raíz del atentado contra Tacho Somoza (padre). Él no había tenido nada que ver, hasta el punto de que, cuando lo arrestan, desconoce que el dictador ha sido herido de muerte por las balas del joven poeta Rigoberto López Pérez; pero, Luis y Tachito, los hijos de Tacho, lo consideraban uno de sus principales enemigos y aprovecharon la ocasión para vengarse. Lo condujeron a la Casa Presidencial, en la Loma de Tiscapa, en Managua, donde se encontraban sus aposentos y también las celdas que reservaban para sus presos más significados. Pedro Joaquín padeció allí todo tipo de injurias y torturas pero como, ni en esa ocasión, ni en las otras, se doblegó, Somoza decidió su asesinato. El 10 de enero de 1978, a las 8.20 de la mañana, cuando Pedro Joaquín se dirigía a su trabajo en el diario, un auto se puso a la altura del suyo y un sicario le descerrajó varios tiros de escopeta. Murió en el acto, a sus 53 años.

El valor que demostró Pedro Joaquín, su coraje, su afán justiciero, su oposición a las tiranías, son virtudes que heredó su hijo menor, Carlos Fernando, como también la de descubrir y compartir la verdad a través de los medios de comunicación. Seguramente más reflexivo y no tan pasional como su padre, Cefeché, como también es conocido, no es sin embargo menos valiente y ahí sigue, en primera línea en la oposición a Ortega. Alguna vez he pensado que de la misma manera que todo el mundo querría tener un amigo como Atticus, el protagonista de Matar a un ruiseñor, aquel personaje que interpretó magistralmente Gregory Peck en la película basada en la obra de Nelle Harper Lee, todo el mundo querría tener, tal es su calidad humana, un amigo como Cefeché.

¿Podría ser candidato?

Pero vayamos a la pregunta que nos interesa: ¿estaría dispuesto este personaje a candidatearse para la presidencia? Es muy difícil que quien se considera ante todo periodista, decida presentarse a unas elecciones. Pero tampoco su madre, Violeta Barrios de Chamorro, tenía esos planes y lo hizo y las ganó, precisamente a Ortega, en 1990. En su caso, su principal mérito era ser la viuda de Pedro Joaquín. Si Carlos Fernando se presentase, tendría aún más posibilidades de resultar elegido pues, además de ser hijo de Pedro Joaquín y de Violeta, cuenta con indudables méritos propios. Cefeché aúna la sensibilidad social que le dejó su cercanía con el sandinismo original -no el actual de Ortega- con la cualificación que le viene de la veteranía en el ejercicio de su profesión, lo que le permite conocer a fondo los problemas de Nicaragua. Además, mantiene unos sólidos principios, tal vez heredados de su padre, que le llevan a defender por encima de todo la libertad. Sin duda el suyo sería un gobierno honesto y sensible. Por si fuera poco, Ortega es hoy en día un personaje detestado por una mayoría de la población, lo que haría más fácil su derrota.

Ahora bien, Cefeché es una persona demasiado íntegra, esquivo a los halagos y reticente a honores; y esas cualidades, que hablan muy bien de él como persona, son poco útiles para un político de raza. Me lo imagino en el ejercicio de la presidencia impidiendo corruptelas, divulgando verdades y así, multiplicando enemistades, no sólo entre sus adversarios políticos, sino también entre alguno de sus aliados. En ¡Juega!, la mencionada obra de Jarquín, éste afirmaba que Pedro Joaquín Chamorro tendría dificultades para presidir Nicaragua por su integridad y su costumbre de vocear la verdad. Pues las mismas dificultades me atrevería a aventurar para el hijo.

“Mal amigo y peor enemigo”

Recuerdo las dificultades que enfrentó el gobierno de Violeta cuando los gringos, después de ayudarla a ganar las elecciones de 1990, congelaron la ayuda al desarrollo destinada Nicaragua, una ayuda vital al acabar la guerra que desangró al país. ¿Por qué tal vileza? Pues para lograr una rápida devolución de los inmuebles decomisados por los sandinistas a los/as norteamericanos que vivían en Nicaragua y a los/as nicaragüenses que se habían exiliado y nacionalizado como estadounidenses. Devoluciones nada fáciles de llevar a cabo con rapidez en unos momentos de transición tan delicados. Pero EEUU no cejó en sus presiones. Ya se sabe: “Mal amigo y peor enemigo”.

Carlos Fernando tendría que enfrentarse a presiones similares, de los norteamericanos de la oligarquía nicaragüense..., en una situación de crisis económica y social como la que atraviesa el país y teniendo que satisfacer a la vez un sinnúmero de demandas postergadas de la población. Todo un reto, allá donde los haya.

Vayamos ahora a la segunda condición: ¿permitirá el astuto Ortega unas elecciones libres en Nicaragua? Las plataformas políticas opositoras, como la Unión Nacional Azul y Blanco, insisten en la necesidad de que se cumplan unas condiciones mínimas para su participación, condiciones tan razonables como la liberación de los presos políticos, el regreso de los exiliados, el desmantelamiento de las fuerzas parapoliciales que aterrorizan a la población, el respeto a los derechos humanos y algunas reformas electorales básicas -la actualización del censo, una nueva composición del Consejo Supremo Electoral con personas honestas, un sistema que ofrezca garantías en el conteo de votos...-. Pero no hay que engañarse. Ortega no cederá ni un milímetro, y no dudará en amañar las elecciones si no enfrenta una decidida presión interna en favor de la limpieza electoral apoyada por una fuerte presión internacional.

La oposición tendrá que presentarse unida

En cualquier caso, la oposición tendrá que presentarse unida y con un programa de gobierno mínimo, lo que representa otra dificultad añadida, pues Ortega hará todo lo posible para dividirla. A través de su control sobre los tribunales y el Consejo Supremo electoral, manejará con maestría, como siempre, el “palo y la zanahoria”: “palo” para dejar fuera de la contienda a los candidatos y partidos que le molesten; y “zanahoria” para repartir prebendas a quienes le sean sumisos y se presten para “legitimar” las elecciones. La comunidad internacional no debería permitir de ninguna manera que sea Ortega quien “elija” a su oposición y perpetre un nuevo fraude electoral en Nicaragua. Y los “colaboracionistas” que se presten al juego de Ortega si no se cumplen las condiciones electorales mínimas, deben saber que más pronto que tarde Ortega volverá a reprimir a la población y a causar muertes, y ellos entonces serán cómplices de esa dictadura con fachada democrática.

Ojalá puedan celebrarse unas elecciones en Nicaragua auténticamente libres. América Latina, España, la Unión Europea y los EEUU deben presionar al máximo para que se den las condiciones mínimas de limpieza electoral que la oposición exige. Ojalá que Carlos Fernando, si finalmente fuese su voluntad y la del pueblo nicaragüense, sea un gran presidente de Nicaragua. Y ojalá que, si él no es candidato, quien lo sea encabece una oposición democrática unida y pueda barrer de una vez por todas al desalmado y cruel Ortega de la presidencia de aquel sufrido país. @mundiario

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