Galicia es un país falto de pulso, con su economía desarticulada y la sociedad abatida

El presidente de la Xunta, durante una comparecencia en el Parlamento de Galicia.
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

Todas las propuestas deberían haber apuntado en la dirección de combatir el gran problema del paro, acordando políticas activas de empleo y 'animando' a las empresas para que contraten.

Galicia es un país falto de pulso, con su economía desarticulada y la sociedad abatida

Un debate del estado de la autonomía hay que seguirlo a cierta distancia mental para no contaminarse ni del optimismo oficial, ni del pesimismo de la oposición. En Galicia, es comprensible la visión positiva del presidente Feijóo. Sus políticas de control presupuestario arrojan el resultado de unas cuentas razonablemente equilibradas y lograron que los recortes fueran menos traumáticos. También encaja en el guión la visión apocalíptica de la oposición.

Pero, ¿cómo está Galicia? La realidad constata que la crisis mantiene al país en un estado igual o peor que en marzo del año pasado cuando se celebró el último debate. Las empresas desaparecen o sobreviven con dificultades, los salarios bajando, el paro en cifras irritantes, los jóvenes emigrando, los pensionistas son más pobres, hay más familias con dificultades para vivir, los incendios arrasaron los montes y seguimos sin política forestal, los campesinos rendidos, el naval con las gradas vacías, las Diputaciones prescindibles pero florecientes, los concellos oponiéndose a cualquier acción que merme su estatus político... Esta es, a grandes rasgos, la situación: un país falto de pulso, con su economía desarticulada y la sociedad abatida. Un panorama nada halagüeño.  

¿Y cuál debe ser el tratamiento para hacer frente al menos a parte de los problemas?  Gobierno y oposición sabrán. Pero en la calle se espera que huyan de sus respectivos triunfalismo y catastrofismo y de propuestas voluntaristas. Después de la batalla dialéctica del Parlamento, deben confluir en "un plan para Galicia" con iniciativas audaces para estimular la inversión y restaurar el crédito -la permanencia de Novagalicia es determinante en esa recuperación-, crear empleo y animar el consumo. Todas las propuestas deberían haber apuntado en la dirección de combatir el gran problema del paro, acordando políticas activas de empleo y "animando" a las empresas para que contraten. 

Gobernar es planificar el país, organizar sus recursos, impulsar iniciativas y proyectos para solucionar sus problemas. A estas alturas de la crisis, la última bala que queda para realizar esas tareas e ir saliendo es la confluencia de las ideas y propuestas de todos, del gobierno y de la oposición -cada cual en su papel-, porque todos forman parte del "equipo médico" habitual que debe sacar adelante a Galicia. Este es el resultado que se debe esperar del debate para que el próximo año no estemos en el mismo lugar.

   

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